,type=downsize)
El 26 de agosto pasado, Carla Goyanes sintió un dolor tan intenso en el corazón que creyó que no podría volver a ponerse en pie. La inesperada muerte de su hermana, Caritina, a los 46 años, sacudió su vida, apenas 19 días después de haber enterrado a su padre, Carlos Goyanes. El 2024 ha sido un año fatídico para ella; un año de negro crespón y de sensibilidad a flor de piel. También, el momento de mostrar de qué madera está hecha y de salir adelante: en el hogar de los Goyanes Lapique han decretado que no se iban a hundir y que superar la tristeza iba a ser la manera más digna de honrar a quienes se han ido primero. "Hay que seguir adelante por ellos", confesó la empresaria poco antes de enfrentarse a las Navidades más difíciles de su vida. Superada la prueba, al comenzar el año, Carla Goyanes rinde un homenaje a su querida hermana mayor, fallecida el pasado verano de un traicionero infarto. Carla ha tejido con palabras, recuerdos, suspiros y silencios una conmovedora carta que comparte con ¡HOLA! para una remitente inolvidable: Caritina, una estrella del año.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Una carta dictada por el corazón
Querida Cari:
Hoy, ¡HOLA! hace un reconocimiento más a tu persona, porque eras única. Un huracán de energía y felicidad. Te han elegido estrella del año porque, a pesar de haber sido siempre muy discreta, te hacías querer también por la prensa y por todas las personas que te conocían a través de los medios. Esa era una de tus grandes virtudes: hacerte querer. Es un orgullo para mí ver lo mucho que te quiere la gente, cuántas muestras de cariño en estos meses, cuánto apoyo de conocidos y desconocidos.
Me han propuesto que te escriba esta carta al cielo. Triste, pero emocionada, comparto unas líneas que espero que sean positivas y esperanzadoras. En estos meses, nos estás dando fuerzas desde el cielo a todos para seguir adelante, para hacer que la vida siga (diferente y triste, pero que siga) y que hagamos que tus hijos y los míos estén bien. ¡Estarás feliz y orgullosa de ver que, pese a que todos los días te echamos de menos, tus hijos están siendo supermaduros, responsables y están rodeados de amor!
"Eras una mujer generosa, positiva y optimista, de fuertes convicciones, apasionada, buena y con una gran capacidad para perdonar. Eras todo corazón"
Para los que no tuvieron la suerte de conocerte, sepan que, aunque suene a tópico, eras la mejor amiga que se podía tener. Escuchabas horas y horas, ayudabas, entendías y, si no estabas de acuerdo, también lo decías en plan constructivo, pero contundente. Siempre estabas para quien te necesitara, en lo bueno y en lo malo, con una capacidad admirable, teniendo niños, un trabajo exigente, etcétera. ¡Cómo deben de echarte de menos!
Eras de las mejores hermanas de Emaús. En todos los testimonios hay palabras de agradecimiento para ti: de cómo los ayudaste a reencontrarse o a acercarse a Dios. ¡Qué pena haber descubierto tan tarde todo el bien que hiciste a tanta gente y lo que les reconfortaste cuando lo necesitaban, con ese acercamiento a Dios! No hay lunes que no me llame alguien, tras un retiro, para decirme que qué bonito hablan de ti o que han ido después de escucharte en una entrevista donde compartías tu experiencia. Sigues ayudando después de irte.
Eras la mejor jefa que podían tener en Sixsens. Siempre pendiente de tu gente, exigente cuando había que serlo, pero a la vez divertida y con mucha mano izquierda. Tu equipo sigue fiel a ti y Matos lo está haciendo muy bien. ¡Siéntete tranquila!
Eras una hija y una madre diez. Con papá y mamá, siempre pendiente de ellos. Solo un poco pesadita en la adolescencia, nada del otro mundo. Eras una madre entregada, cariñosa y comprensiva, pero exigente. Al pie del cañón cuando te necesitaban. Haciendo malabares para conciliar.
Eras una mujer generosa, positiva y optimista, de fuertes convicciones, apasionada, buena y con una gran capacidad para perdonar. Organizadora nata, valiente, luchadora, un poco mandona también, con un fuerte carácter cuando hacía falta y una mano izquierda envidiable. Defensora de su familia y amigos. Eras todo corazón.
Como hermana, es que no puedo ni describirlo. Siempre hemos sido tan tan tan distintas de forma de ser, pero nos unían un amor incondicional y unos mismos valores. Te echo tanto de menos… pero iba a ser positiva. Gracias por tanto, por lo que me has enseñado, antes y después de irte; por todas las veces que has estado ahí cuando te he necesitado; por esas noches adolescentes que te acababas durmiendo cuando me desahogaba con mis chorradas; por esas recetas de madrugada que cocinabas sin pereza cuando salíamos; por las peleas de hermanas, que son necesarias; por todos los viajes que has organizado y que yo iba como una maleta; por cómo te has volcado siempre con mis hijos; por dejarme recuerdos felices, etcétera.
Ten por seguro que, con tu ayuda, voy a cumplir con la promesa de cuidar de mamá y de tus hijos lo que me dejen. Con tanto amor a su alrededor, tengo mucha competencia.
¡Enhorabuena, por otro reconocimiento más! Te quiero infinito y no dejes de darnos fuerzas desde el cielo.