El pasado 31 de diciembre, el último día de 2024, fue también el último día de vida de Paolo Vitelli, el genio detrás de Azimut-Benetti, una empresa de yates de lujo que ha cumplido los sueños náuticos de muchos famosos del planeta: de Cristiano Ronaldo a David Beckham o Kylie Jenner, los yates salidos de su mano se convirtieron, con las décadas, en auténticos objetos de deseo de las grandes fortunas del planeta. Sin embargo, las ironías de la vida han provocado que un poco de agua helada en el suelo de su garaje haya sido el factor que ha desencadenado su trágico final. Todo ocurrió el pasado 31 de diciembre, cuando el espíritu festivo inundaba el planeta y los buenos deseos llegaban de mansión en mansión. Paolo Vitelli y su pareja, Anna Chiusiano, esperaban a sus invitados en la fastuosa residencia de montaña que Vitelli poseía en Ayas, una pequeña localidad ubicada en el Valle de Aosta. El empresario turinés trató de abrir la puerta de su garaje, cuando perdió el equilibrio y se golpeó en la cabeza contra un muro de piedra. La fatalidad quiso que Vitelli muriera a consecuencia del golpe y que, aunque los servicios de urgencias hicieron todo lo posible por reanimarlo, no pudieron más que confirmar su muerte.
Paolo Vitelli (Turin, 1947) después de una vida dedicada a los negocios, había dejado el pasado marzo la presidencia de Azimut-Benetti en manos de su hija, Giovanna. Con esa medida iniciaba lo que él y su entorno consideraban un merecido retiro (aunque tenía la mirada puesta en negocios hosteleros). Sin embargo, la muerte le acechaba antes de lo previsto y no le dejó disfrutar ni siquiera de un año de jubilado. Su muerte, debida a un accidente doméstico que pudo haber sido evitado, recuerda inevitablemente a la de Ivana Trump, sucedida el 14 de julio de 2022 en su residencia neoyorquina. La exesposa de Donald Trump tenía setenta y tres años, cuando se cayó por las escaleras de su mansión y, según reportó la oficina forense local, fallecía debido a las “lesiones por un impacto contundente”. No es este el único nexo entre Vitelli y los Trump, como veremos más adelante, pero sí el más trágico.
Con la muerte de Vitelli, el mundo de los megayates está de luto. El 2024 no ha sido un buen año para el sector por las malas noticias que han circundado la industria naviera. Cabe recordar que el pasado agosto naufragó el Bayesian, un yate de lujo, en las costas de Sicilia y que, en aquel trágico accidente que impactó al mundo entero, murieron, entre otros, el empresario tecnológico Mike Lynch, el presidente de Morgan Stanley International, Jonathan Bloomer junto a su esposa, Judy; el abogado de Lynch, Chris Morvillo, y su mujer, Neda, y el cocinero de la embarcación, Recaldo Thomas. Aunque el infortunado yate no había sido fabricado por Azimut –era obra de Salute by Perini Navi–, el hecho de que una embarcación de lujo pudiera hundirse en apenas dieciséis minutos salpicó a toda la industria.
Aunque el mar se cobra sus víctimas, la pasión por la navegación no hace más que crecer día a día. El mar sigue siendo uno de los reductos favoritos de los aventureros del mundo entero y, también, uno de los pocos espacios en los que quienes viven perseguidos por los paparazzi logran, a ratos, su ansiada privacidad.
PAOLO VITELLI, SU REINADO
Resulta curioso saber que Paolo Vitelli, que dedicó su vida a los yates, era un hombre más de montaña. Sin embargo, como buen empresario, tuvo el olfato suficiente para saber dónde había dinero y cómo consolidar su empresa para dejar un legado, no solo a quienes disfrutaban del lujo de sus yates, sino a su familia. Cuando su hija Giovanna asumió la presidencia de Azimut-Benetti, tomó las riendas de una empresa con una cartera de pedidos que ascendía a 2.600 millones de euros. El grupo exporta el noventa y cinco por ciento de su producción, por lo que sus yates se pueden ver en los puntos más variopintos del planeta.
En los años sesenta, Paolo Vitelli centraba su actividad empresarial en la noche: era propietario de discotecas, pero en 1969 cambió de rubro. Quizá le inspiraron las palabras de Henk de Vries, famoso constructor de superyates, y a quien se atribuye la siguiente frase: “Hago el producto más innecesario que puedes desear y lo fabrico tan agradable que aún así lo quieres”. Paolo Vitelli decidió que lo suyo sería construir esos yates objetos del deseo que navegan por el mundo y atracan en los puertos más “chic” del planeta. Fundó Azimut y comenzó a importar barcos de los Países Bajos. Cuando aprendió lo suficiente del negocio, se atrevió a construir embarcaciones de lujo con un diseño muy particular. Según se lee en la página oficial de Azimut, los yates de la firma poseen “un perfil sexy e innovador, el potencial de sus interiores, los detalles de la decoración, que se hacen totalmente en Italia, y que poseen un diseño profundamente italiano”.
En 1985, dio un paso más cuando compró Benetti, famosos por desarrollar, entre otros, el mítico Nabila, el fabuloso yate de 282 pies (86 metros de eslora) que fue propiedad del multimillonario árabe Adnan Khashoggi y después, de Donald Trump (he aquí la segunda conexión entre Vitelli y Trump). Benetti sufría serios problemas económicos, cuando Vitelli lo absorbió y fundó Azimut-Benetti. De esta manera, con el potencial que ya había desarrollado a lo largo de dos décadas, y el prestigio de Benetti en la fabricación de barcos para los estratosféricos multimillonarios del mundo, el negocio floreció y atravesó sin grandes sobresaltos algunas de las graves crisis económicas que asolaron el mundo a finales del siglo XX. A pesar de los embates, Paolo Vitelli se mantuvo firme en el timón de su empresa y logró seducir con su cuidado producto a los compradores más exigentes, aquellos que son capaces de esperar cuatro o cinco años hasta ver cómo sale de los astilleros su embarcación soñada.
Cuando Paolo Vitelli falleció, su imperio estaba imparable. Azimut Yachts tiene su sede en Avigliniana (Turín), pero cuenta con cinco plantas de producción en Italia y una en Brasil; y cuenta con una red de centros de venta en ochenta países. El último, en Madrid.
NO SIN MI AZIMUT
En 2020, Cristiano Ronaldo dio un golpe de gracia a su estatus de millonario al comprarse un “capricho” valorado en seis millones de euros: se trataba del Azimut Grande 27, un yate de estética futurista y tecnología avanzada que se ha convertido en el refugio flotante favorito del astro del balón. El yate de cristiano recibe este nombre precisamente porque tiene 27 metros de eslora. Es ideal para doce personas, y está fabricado con fibra de carbono. Solo en la cubierta superior cuenta con varios sofás estratégicamente situados por diferentes zonas y un “lounge bar”.
Cristiano Ronaldo ha sido de los últimos en dejarse seducir por la magia de Azimut-Benetti. Uno de los pioneros en confiar en la firma italiana fue el gran David Bowie, cuyo yate, el Deneb Star, fue puesto a la venta en 2022, y rebautizado como Caran años después. El cantante compró este megayate de 128 pies en los astilleros Benetti, en 1977, pero tras una reforma en 2020 (a cargo de Simona Lamboglia) se puso a la venta por… cinco millones de dólares.
Paolo Vitelli ha muerto justo cuando su empresa está en la cresta de la ola del mundo de la náutica. Hoy en día, la posesión de un yate se ha convertido en un nuevo estilo de vida, apoyado incluso por los que han intentado estar al margen del mundo del lujo. Cuando Mark Zuckerberg, hasta hace unos años tremendamente discreto con sus gastos, se compró un yate de 128 metros de eslora y 15 de manga, se supo que poseer un yate iba a ser el nuevo símbolo de los archimillonarios del planeta. Rafa Nadal, hombre de mar, lo demostró ya hace años, pero también David Beckham. Un mal paso acabó con la vida de Paolo Vitelli, el hombre que dio tantos oportunos pasos en su aventura marítima.