Tenemos mucha paz y mucho diálogo y, hoy en día, con los tiempos que corren, a veces no se pone en valor a la familia como equipo de vida. Si hay un mensaje bonito para lanzar estas Navidades, es que hay que apoyarse en la familia, cuidarnos los unos a los otros y aprender a perdonar y a soltar. Nosotros hemos sabido reinventarnos como familia, y hoy encontramos ese equilibrio viendo crecer a nuestras hijas, acompañando a mi marido en su trabajo y yo sintiéndome una mujer cumpliendo mis objetivos…", nos dice Carla Pereyra, que hoy, junto a su marido, Diego Simeone, y sus preciosas niñas, Francesca, de ocho años, y Valentina, de cinco, nos invita a su casa de Madrid, el refugio donde el entrenador, que cumple trece años al frente del Atlético de Madrid, algo insólito en el fútbol mundial, se relaja. Partido a partido, en la vida y en el campo. Es tiempo de Navidad, de compartir y celebrar y la pareja, que se casó hace cinco años, disfruta de estas fechas rodeada de toda su familia, su pilar.
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—¿Qué te gusta de la Navidad, Carla?
—Me encanta en general y ahora, que se decora desde tanto tiempo antes, parece casi una estación más: primavera, verano, otoño, Navidad e invierno —ríe—. Y me gusta porque me parece que genera más conciencia, permite que les hablemos a los niños más de la historia, del Belén… Además, estas Navidades lo estoy pasando muy bien.
—Claro, ahora que Francesca y Valentina son un poco más mayores…
—Claro, están más mayores, están haciendo catequesis y vienen ya con preguntas. Es la parte más bonita de todo, darle sentido. Si no, se reduce a regalos y no es así. Se trata de la conciencia del nacimiento de Jesús y estamos en un trabajo familiar muy bonito, en ese sentido.
—¿Qué tradiciones nunca fallan en casa en Navidad?
—Poner el árbol en familia y la estrella la coloca Diego, eso es algo innegociable. ¡Lo han intentado las niñas, pero no, no se negocia! —ríe—. Y después, pasar todo el tiempo que podamos en familia. Sea en Argentina o en España, pero siempre en familia. El Año Nuevo y los Reyes un poco menos, pero el 24 y 25 es para nosotros, madres, padres, hermanos, sobrinos… y cuantos más seamos, mejor.
—¿Y soléis ser muchos a la mesa en estas fechas?
—Sí, y a mí me encanta. Soy feliz siendo anfitriona, preparando mesas, los menús… lo disfruto muchísimo. Lo de "menos es más", no va con nosotros. Aquí es "más es más".
—El asado argentino en vuestra casa no puede faltar, y Diego es especialista, pero ¿cuál es el plato estrella en Navidad?
—Sí, es cierto, para Diego es su momento de relax, de desconexión. Él siempre dice que todo lo previo a sentarse a la mesa, le encanta: encender el fuego, controlarlo, elegir las piezas que va a asar… Es un apasionado de ese momento. Y todo lo que sea leña y reúna alrededor de un fuego nos apasiona a toda la familia, así que generalmente es algo de asar.
—Y este año, ¿cómo os repartiréis? ¿Estaréis en España o en Argentina?
—Parte y parte. En Argentina, hemos cogido una chacra maravillosa con una historia muy particular, que tiene mucha tradición y nos encanta. Mis padres, mi suegra y mis sobrinos están allí, así que nos repartimos un poquito.
—Diego y tú siempre habéis sido muy familiares. ¿Vuestro gran éxito es la familia? Para vosotros, ¿es vuestro pilar?
—Es el pilar fundamental, saber que cuentas con alguien y que puedes compartir los éxitos y los fracasos. Y la familia no es solo de sangre, es también la que se elige. Yo me he adaptado a la familia de Diego de maravilla y hoy es también la mía. Me siento muy afortunada, del marido que elegí y de la familia que me recibió y me acogió.
—¿Cómo ha sido para ti este año que se va? ¿Qué balance haces de 2024?
—Para mí ha sido un año de inflexión, porque siento que he empezado a tomar mejores decisiones. He parado un poco de salidas a eventos y redes sociales, y me he centrado mucho más en mi tiempo en familia, en mi prioridad, que son mis hijas, mi marido y mi trabajo en mi empresa. Estamos creciendo mucho y también me he dedicado a formar un buen equipo de confianza. Entonces, para mí ha sido un año de cambio, de tomar conciencia y lo que tengo disfrutarlo, pero también de tomar la responsabilidad como mujer, como empresaria, como madre.
—Llevas mucho centrada en la empresa familiar de inversiones y reformas que tenéis.
—Sí, básicamente trabajo para nuestra familia, para el patrimonio familiar. Tenemos una empresa con ya más de 150 inmuebles, entre habitaciones y apartamentos, estamos creciendo a un ritmo muy bueno y eso lleva mucha energía. Me siento muy orgullosa, porque me estoy encontrando con la Carla que quiero ser y eso me da paz.
—¿Consigues pasar todo el tiempo que quieres en familia?
—La realidad es que la mayoría de mis horas las ocupo en mis hijas, en mi marido y en mí, porque soy una persona activa, me gusta cuidarme, tener mi momento de espiritualidad también, con lo cual durante el día me reservo un momento para eso.
—¿Has podido entonces equilibrar la balanza, hallar el equilibrio perfecto?
—En esa construcción de la mujer que quiero ser, estoy apoyada por un hombre muy fuerte en lo que hace, que disfruta muchísimo lo que hace y que tiene ahora una carga horaria bastante alta, pero los dos nos compenetramos muy bien y nos apoyamos. Y después de once años juntos, hemos encontrado el equilibrio en familia y trabajo, y hemos aprendido a saber en qué momento está uno creciendo y necesita más apoyo también. Nos estamos, digamos, reconociendo y reinventando en esa faceta familiar, laboral y de pareja en un crecimiento continuo y mutuo. Pero lo mejor es que nos estamos apoyando mucho el uno en el otro, de una manera muy bonita, y tenemos un diálogo muy fluido.
El mejor apoyo
—Con una exposición pública tan grande como la que tiene Diego, además, encontrar ese equilibrio familiar debe ser fundamental, claro.
—Totalmente, y no tengo ninguna duda de que toda la familia somos el mejor apoyo para Diego: sus hijos, sus hermanas, su madre, yo… todos somos el equilibrio de ese trabajo, de ese éxito, de esa continuidad laboral. Si no estuviera toda su familia detrás, no sería el Diego que es hoy. Lo digo con estas palabras, con humildad, pero con la confianza de que se construye a través de tener una buena base y una buena familia detrás, que apoya y que entiende, porque también hay que comprender, que hay prioridades y momentos.
—Después de once años juntos, ¿dirías que Diego y tú formáis el equipo perfecto?
—(Ríe). Bueno, yo creo que somos un gran equipo. Perfecto, como dice mi hija, no hay nada. La imperfección es lo perfecto —ríe de nuevo—. Pero sí, como digo, formamos un buen equipo y estamos en un momento de equilibrio y de entendimiento, sobre todo.
—No parece que se pueda pedir más, Carla. El balance del que antes hablábamos es muy positivo.
—La verdad es que es un balance de año muy bueno, muy positivo. Somos gente que agradecemos mucho, rezamos mucho y pedirle a la virgen que nos siga acompañando; salud y trabajo para todos, y que en España no volvamos a sufrir este tipo de catástrofes como la que hemos sufrido hace poco.
Recuerdos de su boda
—¿En qué crees que habéis crecido el uno y el otro desde que os conocisteis? Porque las personas se complementan y lo importante es crecer al mismo tiempo.
—Yo no sería la Carla que soy sin Diego. Sin ninguna duda. Creo que cuando eliges a una pareja, tu corazón, tu alma sabe que esa persona te va a complementar y hacer mejor. Yo no busqué un igual, busqué a alguien que me hiciera mejor. Y Diego me ha hecho crecer mucho en lo espiritual, en la confianza, en lo laboral, y me ha dado mi lugar como mujer.
—¿Y tú a él qué le has aportado?
—Creo que le he ayudado mucho en la construcción de su familia, en reunificarnos todos, en esa tranquilidad de volver a casa y saber que hay un hogar que le está esperando y que puede descansar aquí para luego poder salir y pelear sus batallas. Creo que le he aportado todo eso y, al final, nos hemos complementado de esa forma. Evidentemente, somos seres humanos que seguimos evolucionando y cambiando, y poder acompañarnos en ese cambio es nuestro objetivo como pareja, como padres y como familia.
—En septiembre, celebrasteis vuestro quinto aniversario de boda. ¿Qué recuerdos tienes de aquel día?
—¡Me hubiera gustado haber sido invitada de mi boda! —ríe—. Siempre lo digo, porque todos se lo pasaron tan bien… nosotros también, pero al final la novia siempre está más pendiente de todo y con más nervios. Lo dimos todo y elegimos muy bien a las personas que nos acompañaron. Estaba mi suegro, que vio casarse a su hijo, mis padres, mi madre emocionadísima, mi abuela… Fue maravilloso y en un entorno como la Toscana… fue inmejorable. Cada vez que veo vídeos, digo "no puede ser que haya sido mi boda". Andrea Bocelli… A ver ¿en qué momento? (ríe). La verdad es que son los recuerdos más bonitos, sin duda.
—En realidad, no cambiarías nada.
—Sería tal cual, pero la Carla de hoy le diría a la otra: "Relájate, que todo va a estar bien, y disfruta"—ríe.
—¿Qué te sigue enamorando de Diego, después de tanto tiempo juntos?
—Todo, todo, todo. Lo mismo o más que el primer día, porque lo conozco más. Es una persona muy equilibrada emocionalmente, muy honesta, es maravilloso, muy entregado y siempre tiene una palabra justa, no una palabra de más. Y es muy compañero. Encontrar un hombre que ama lo que hace, vive para lo que hace y que es tan compañero… soy muy afortunada con la persona que tengo al lado.
La fuerza del destino
—Os conocisteis de manera fortuita en un restaurante; te vio, se acercó, te dijo "te he estado esperando" y, desde entonces, no os habéis separado. ¿Crees que el destino tuvo algo que ver?
—Yo creo que sí, pienso que cada uno debía hacer su camino en la vida, tener sus aprendizajes y teníamos que encontrarnos para también seguir creciendo juntos y hacernos mejores. Verdaderamente, creo en el amor para toda la vida, pero no pondría un titular, porque también creo que se construye día a día. El amor es un esfuerzo y un trabajo, hay que regarlo todos los días, pero es la fuerza más increíble y poderosa. Intento ser mejor todos los días para él y el día que no sea así, seguramente no podremos continuar.
—¿En vuestra casa el lema también es partido a partido?
—(Ríe). Creo que en la vida… en el amor, en los hijos, en el trabajo, en el intentar dar lo mejor cada día y, si hay uno que no puedo, podrá ser el ochenta, pero será lo mejor que pueda hacer en ese momento.
—¿Quién de los dos tiene más paciencia?
—¡Él, seguro! —ríe—. Primero, porque es más mayor y ya tiene el camino más allanado, y segundo, porque tiene una espiritualidad y un equilibrio que lo hacen muy grande.
—Ahora que estamos en vuestra casa, que nos habéis invitado a vuestro hogar, ¿cómo es vuestro día a día aquí?
—Aunque mi marido se acueste a las tres de la mañana, porque llega de un viaje fuera, se levanta, desayuna con las niñas y las llevamos al cole. Es algo muy bonito con lo que estamos muy comprometidos los dos. Cada uno nos vamos a trabajar y nos reunimos hacia las cinco de la tarde, cuando las niñas llegan del cole, y a las ocho estamos cenando juntos, excepto que tengamos un compromiso o un partido. Somos una familia muy unida, compartimos mucho tiempo juntos y las niñas ya no entienden otra cosa: está mamá y está papá. Soy consciente de que me pierdo cosas, reuniones o cenas con amigos, etc., pero también lo soy de que estoy en un momento de construcción de mis hijas y de su personalidad, de que necesitan a su padre y a su madre presentes y me compensa totalmente, y soy feliz en el lugar donde estoy.
Nunca me imaginé
—O sea que Diego es un padre muy presente, a pesar de las exigencias de su trabajo.
—Sí, muy presente. Y si está de viaje, hablamos por el Facetime y duerme él a las niñas; estamos en constante diálogo y acompañamiento, porque los cuatro nos hemos hecho una piña muy bonita. No es fácil, después de tener tres varones, tener dos niñas, y la verdad es que Diego se está descubriendo como padrazo de niñas. Les cuenta historias, les pone los límites para ayudarlas a cuidarse ellas y, sobre todo, está teniendo muy buen diálogo con la mayor, así que es maravilloso.
—Son paternidades muy diferentes, claro, tiene tres hijos mayores y ahora dos niñas pequeñas.
—Totalmente, el amor es el mismo, pero también se encuentran a un Diego más maduro, que ya no es jugador y no tiene la misma carga horaria; se encuentran a un padre más consciente, más equilibrado, que puede tener más diálogo con ellas, que tiene más paciencia… que quiere pasar más tiempo con ellas, que se sienta y les lee un cuento, que las ayuda en matemáticas… Al principio creí que me iba a encontrar a un Diego, pues, un poco mayor y sin tanta paciencia, y me está demostrando todo lo contrario.
—¿Los hijos mayores de Diego viven aquí?
—Uno vive en Italia, pero por suerte este año tenemos a dos aquí, además muy cerquita de casa, con lo cual los vemos muy a menudo, los disfrutamos. Nos juntamos mucho, somos muy de reuniones familiares y celebramos todo —ríe.
—¿Cómo te defines como madre?
—Soy una madre muy presente e intento estar todo lo que puedo, no solo en horarios, sino en el diálogo. Hablo mucho con ellas, me gusta que me cuenten cómo ha sido su día, y me considero también muy alegre. Me gusta jugar y estoy todo el tiempo haciendo chistes, cosquillas y planes juntas. Me encanta ser madre, he descubierto que la maternidad saca lo mejor de Carla, pero no soy para nada perfecta. Estamos en un momento en que ellas empiezan a preguntar, y ya son conscientes de nuestra vida, no solo como padre y madre, sino de que yo tengo una vida anterior y Diego también, y se están generando diálogos maravillosos. Creo que es muy importante poner conciencia en el momento, aunque sean cinco minutos, dejar el móvil, el iPad, la tele y que haya mucho diálogo familiar.
—Francesca tiene ya ocho años y Valentina, cinco. ¿Cómo van creciendo y a quién se parecen?
—Están increíbles y maravillosas. No me gustan las comparaciones, ellas son únicas y me gusta que cada una tenga su personalidad y sean la mejor versión de ellas mismas.
—Diego y tú os parecéis mucho en que ambos luchasteis por alcanzar vuestras metas. Te fuiste muy jovencita de Argentina a Milán. ¿Alguna vez te imaginaste cómo podía llegar a ser tu vida?
—No, la verdad que nunca me imaginé en este momento, porque mi realidad era otra, mi trabajo era otro y porque nunca había conocido un amor tan sincero, tan puro y tan natural. Si hay algo que nos une mucho, y en lo que somos muy parecidos, es que ambos hemos luchado por lo que queremos, lo seguimos haciendo, y continuamos comprometidos, siempre desde la verdad y la honestidad, y que somos muy familiares y nos apoyamos mucho en la familia, en los nuestros. Llegues más lejos, seas más o menos exitoso, al final, ¿cuál es tu éxito en la vida? Yo no tengo ninguna duda que mi éxito es mi familia. Siempre tuve claro que mi objetivo más importante era formar una familia, era lo que yo más quería, y no sabía dónde iba a estar. Y para Diego, es su segunda familia conformada, su segundo matrimonio. No ha dejado de creer en el amor, y no ha dejado de pensar y de sentir que la familia es su sostén y eso le ha permitido reinventarse y seguir adelante.
—Los problemas que pueda tener en el campo ¿los deja en la puerta, o también los lleva a casa?
—Al final, cuando vives algo con tanta pasión, siempre estás involucrado. Lo bueno es que sabe que puede apoyarse en mí, puede descansar, y tiene un muy buen equipo de trabajo también. Pero es tanta la carga horaria y la responsabilidad, que uno no se desliga de las situaciones, aunque empiezas a saber manejarlas un poco mejor y, cuando tienes que estar en familia, pones tu atención ahí, aprendes a gestionar cuánta atención le pones a una cosa y cuánta a la otra, y a convivir con todas las situaciones en tu cabeza y en tu vida.
—A Francesca y Valentina ¿les gusta el fútbol?
—Les encanta —ríe—. A ver, entienden dónde trabaja papá, apoyan a papá y al Atleti, pero no comprenden el juego en sí. Aunque con que entiendan que su padre es feliz haciendo lo que hace, ya tengo mucho trabajo ganado.
—Eres embajadora de la Fundación Atlético de Madrid y colaboras, desde hace años, con otras ONGs. ¿También inculcas a tus hijas los valores solidarios?
—Mis hijas son lo que ven y en casa ven solidaridad y compromiso, no hace falta leerles un libro acerca de eso. Las llevo conmigo, ven a su padre comprometido con distintas causas, y es muy difícil que sean de otra forma, y el mejor ejemplo que tengo son los tres hijos mayores de Diego. Son cariñosos, comprometidos, solidarios, en definitiva maravillosos, son lo que han visto en casa y sé que mis hijas van por el mismo camino.