Rodeados de una gran expectación, pero con la mayor discreción, Alonso Aznar y Renata Collado prepararon su esperada boda. Pese al interés que suscitaba su enlace -celebrado el pasado sábado siete de diciembre-, optaron por organizar un enlace de perfil bajo, sin derroche, acorde a su carácter y “al momento que vive España”, como avanzábamos hace un mes.
Como cualquier pareja, estaban muy ilusionados por dar este importante paso, aunque, en contra de lo que, quizá, muchos esperaban, no querían hacerlo por todo lo alto. Cumplieron, eso sí, con la tradición (no escrita) de casarse en la tierra natal de la novia; escogiendo como escenario la ciudad mexicana de Mérida, y el Plantel Matilde como marco de excepción de su unión.
En plena selva
A menos de treinta kilómetros de la conocida como ‘la ciudad blanca’, en plena selva de Yucatán, se alza este espacio diseñado por el escultor Javier Marín y construido por el arquitecto Arcadio Marín en San Antonio Sac Chich. Allí, en lo que antaño fue una hacienda henequenera –donde se cultivaba y producía la planta henequén, el ‘oro verde’ yucateco-, Alonso y Renata -quien supervisó todos los preparativos- celebraron, junto a familiares y amigos, su amor.
Un lugar que podría parecer poco convencional para una boda -según explica el propio Javier Marín en su web, este es “un laboratorio de ideas y residencias artísticas que busca apoyar la práctica y la experiencia en diferentes disciplinas”, no abierto al público-, pero que escondería un significado especial para la mujer de Alonso Aznar.
Plantel Matilde es una joya arquitectónica que juega con dos mundos -el prehispánico y el contemporáneo- y en total conexión con la naturaleza, tan importante para Renata, quien trabaja en Kind Designs -una empresa que realiza proyectos tecnológicos para mejorar el medio ambiente y los ecosistemas marinos-.
Además del idílico entorno natural que lo rodea, en el centro de este original espacio, se forma una pequeña isla, rodeada de agua -un guiño a la cultura maya, que la consideraba un elemento sagrado y con vida propia-, donde se conserva el terreno y la flora original del lugar.
Un ambiente cálido y cercano
Aunque apenas han trascendido detalles de la discreta celebración -de la que ¡HOLA! ha ofrecido varias fotografías en exclusiva-, algunos invitados han compartido imágenes que nos permitían ver el interior de Plantel Matilde. Entre ellos, los marqueses de Griñón, que posaban, felices y radiantes, junto a las columnas, de diez metros de altura, que componen su estructura.
El banquete fue organizado en otra estancia, repleta de ventanales, con vistas al entorno natural exterior. Una zona majestuosa -por su amplitud y altos techos-, en el que se colocaron mesas imperiales -alargadas y rectangulares, una opción ideal para aprovechar, al máximo, el espacio-.
La decoración, sin embargo, era sobria. Sobre las mesas, se colocaron unos arreglos florales -en tonos burdeos y verdes- y unas velas, con las que consiguieron crear un ambiente cálido y cercano, marcado por la sencillez que los novios deseaban en su gran día.