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Hay señales más que evidentes de que la Navidad se aproxima… y se ven a la legua. Una de ellas es la aparatosa llegada de un abeto regio al Rockefeller Center. Decenas de operarios reciben, colocan y decoran el árbol que, este año, ha medido más de veintidós metros de altura y ha pesado la friolera de once toneladas. Al otro lado del océano, en Dartmouth (Inglaterra), un mítico tren de vapor se rodea de luces, admite pasajeros por primera vez en el año y circula por los rieles que desembocan en Devon. En Italia, en la localidad medieval de Gubbio, iluminan con luces multicolores seiscientos cincuenta metros de la ladera del monte Ingino, hasta formar un árbol, que ya está registrado en el Libro Guinness de los Récords como el mayor del planeta; mientras que, en Alemania, una familia ha batido otro récord al meter 600 abetos decorados en una casa. Y en Japón, en la isla de Hokkaido, prenden más de 150.000 luces LED, de color blanco, sobre un abeto de veinte metros de altura. Por tanto, es imposible no ver el espíritu navideño y esperanzador que recorre el mundo.
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