El 7 de diciembre, amigos y familiares de Alonso Aznar y Renata Collado estaban invitados a celebrar, junto a ellos, el día más feliz y especial de su vida en común: su boda. Un enlace que llegaba tras varios años de noviazgo y que, durante los últimos meses, habían organizado con ilusión y con la idea de que todo saliera según lo previsto. Sin grandes ostentaciones sobre la mesa, su deseo pasaba por casarse, como manda la tradición, en la tierra natal de la novia, Mérida, Yucatán. Una boda al más puro estilo mexicano que congregó, durante el puente de la Constitución —para facilitar la llegada de los invitados españoles— a un gran número de rostros conocidos de la escena social, política y empresarial en esta localidad mexicana.
La víspera, el viernes 6, con la mayoría de invitados ya en Mérida, comenzaron las celebraciones con un cóctel de bienvenida, que hizo las veces de preboda. Celebrado en Casa Palomeque, una impresionante casa del siglo XIX, ubicada en el corazón del Centro Histórico de la ciudad, tenía capacidad más que suficiente para albergar a todos los que quisieron acercarse a saludar a los novios, en su última noche como solteros.
Una velada agradable y relajada, con la que calentaron motores de cara a su gran día, celebrado el sábado, desde primera hora de la tarde. El lugar elegido fue la hacienda Sac Chich, dentro del Plantel Matilde, una obra arquitectónica construida, en 2010, por el artista mexicano Javier Marín, en un entorno natural idílico.
Con extraordinaria puntualidad, la familia Aznar, tal y como se observa en las fotos, salió unida del hotel en el que se alojaban, en el centro de Mérida. El lugar perfecto para establecer el centro de operaciones familiar, durante los días que han disfrutado de la ciudad natal de su nuera, hasta donde llegaron, días antes del enlace, para conocer en profundidad la historia y la cultura de la zona.
Eran en torno a las 17 horas cuando todos los invitados, repartidos entre coches particulares —alguno de lo más original— y autobuses, llegaban a la finca donde estaba previsto que los novios celebrasen su amor, rodeados de sus seres queridos.
Durante la ceremonia, Alonso Aznar estuvo acompañado, en todo momento, de su madre, Ana Botella, que ejerció de orgullosa madrina, vestida con un diseño en color rosa empolvado, con unos originales nudos de gasa en el escote y la falda. En lugar de la tradicional peineta con mantilla, que quizá habría lucido en Madrid, la que fuera alcaldesa de Madrid optó por un tocado, confeccionado en el mismo tono del vestido.
Como el novio, su padre y su hermano, José María Aznar padre e hijo, así como su cuñado, Alejando Agag, vistieron clásicos chaqués en tonos grises. Una sobriedad que rompieron algunas invitadas, optando por «looks» a todo color, como Ana Aznar, hermana del novio, su cuñada Mónica Abascal o Tamara Falcó, que se decantó por una vistosa falda roja.
Finalizada la ceremonia, todos ellos pusieron rumbo a una zona que, normalmente, no está abierta al público, donde degustaron un menú servido en mesas imperio, iluminadas por velas. Un ambiente cálido y cercano, que los novios quisieron que marcase esta cita tan especial para ellos.