Minerva Piquero con su hija, Gabriela Andrada© Eduardo Miera

Minerva Piquero posa por primera vez con su hija Gabriela Andrada, que da el gran salto al cine como protagonista

Minerva Piquero, la inolvidable 'chica del tiempo' en la década de los 90 y 2000, posa con su hija, de 24 años, quien lleva desde la adolescencia abriéndose camino en la interpretación. Para Gabriela, han sido muy importantes en su trayectoria los consejos de su madre, que regresó hace un par de años a la pequeña pantalla y lleva toda la vida dedicada a la comunicación.


7 de diciembre de 2024 - 8:00 CET

Tiene las ideas muy claras, ganas de comerse el mundo y de aceptar los retos que se le pongan por delante, y aunque se ha labrado su camino solala actriz Gabriela Andrada ha contado siempre con el incondicional apoyo y los sabios consejos de su madre, Minerva Piquero. Y es que, si Miner­va conquistó la pequeña pantalla como chica del tiempo en los 90 y los 2000, su hija da ahora el salto a la gran pantalla con una película que antes de su estreno ya estaba generando una gran expectación.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

Gabriela se enfrenta a su primer papel protagonista con Pídeme lo que quieras, la adaptación de la novela erótica de Megan Maxwell, que cuenta con millones de lectores en todo el planeta, en la que comparte cartel con el actor italiano Mario Ermito. Una gran oportunidad que no ha llegado de la noche a la mañana. Lleva desde adolescente preparándose, haciendo castings, trabajando en superar inseguridades y miedos y, poco a poco, abriéndose paso. Su papel en la serie Culpa mía—de la que estrena pronto segunda temporada— la colocó en el radar y, ahora, suma y sigue.

Minerva Piquero posando con su hija Gabriela Andrada© Eduardo Miera
Minerva Piquero, la inolvidable 'chica del tiempo' en la década de los 90 y 2000, posa con su hija, de 24 años, quien lleva desde la adolescencia abriéndose camino en la interpretación. Para Gabriela, han sido muy importantes en su trayectoria los consejos de su madre, que regresó hace un par de años a la pequeña pantalla y lleva toda la vida dedicada a la comunicación

—Gabriela, es tu primer papel protagonista y, además, la adaptación de una novela erótica con millones de lectores, esos son dos grandes retos en una misma película. ¿Qué ha supuesto para ti?

—Lo que menos reto me supuso fue la parte erótica. Creo que las es­cenas de sexo son las más fáciles, no tienen texto y las mujeres tenemos un máster en fingir —ríe—. La desnudez sí me preocupaba, no soy pudorosa, pero todo el mundo tiene sus inseguridades físicas. Ha habido un trabajo de aceptación, de decir: "A esta gente le gustas, así que tú también te vas a gustar a ti misma. Estás bien, estás preciosa". Me daba un poco de miedo no gustarme, pero estoy satisfecha. Al verme he pensado que igual me estaba comiendo el coco demasiado y sufrimos por el aspecto más de lo que debemos. En cuanto a que el personaje ya exista, por una parte, está muy bien porque ya tenemos una guía, además, estaba Megan Maxwell para apoyarnos. Pero cada lector es un mundo, cada uno imagina su propio personaje y no puedo luchar con las expectativas de todos. Hago lo que puedo, mi versión de lo que he leído, y solo puedo esperar que les guste.

—Va a estrenarse en cines y luego pasará a las plataformas, ¿qué acogida crees que tendrá?

—Me he peleado mucho con mis expectativas. Mi familia, a mis amigos, mis productores, mis compañeros de trabajo eme dicen que va a ser increíble, pero yo no pido que sea increíble. Ojalá. Pero no quiero hacerme la idea de que va a ser un antes y un después para mí. Porque me da mucho miedo hacerme ilusiones.

"Mi familia me ha apoyado siempre, inclu­so cuando ni yo lo hacía. Mi madre es la que en todo momento ha estado conmigo", confiesa Gabriela, que acaba de estrenar la película Pídeme lo que quieras

—¿Prefieres mantener los pies bien anclados en la tierra?

—Sí, prefiero estar muy en el suelo y dejarme sorprender.

—¿Te ha costado llegar hasta este momento profesional?

—Muchísimo y, aun así, soy consciente de que estoy teniendo suerte. Hace unos cinco años que empecé a trabajar con un representante, a hacer pruebas y buscarme la vida, y que ahora tenga este proyecto para estrenar como protagonista, que vaya a estrenar también la serie Culpa tuya y, el año que viene, Culpa nuestra, es una fortuna gigantesca. Me decían mis representantes que yo tenía verdad, que había sentimiento, pero me faltaba una escuela física, trabajar el cuerpo, la voz, el nervio, manejar tus tiempos, la escucha… y ha sido un aprendizaje lento. He estado mucho tiempo viendo a otros actores, yendo a teatro, leyendo libretos, guiones y viendo cómo se aplica. También analizando gesto a gesto, mirándome en el espejo. Es importante entender tus puntos fuertes y flacos delante de la cámara. Lo que tú aprendes en una escuela de teatro no se aplica luego en set, cuando tú estás en tu casa grabando un casting o estás en una escuela de teatro, tú estás pensando en tu cuerpo, en tu emoción, no estás pensando en cómo da esa cámara y tienes que conocerte muy bien para tenerlo tan interiorizado que no tengas que pensar en ello cuando estás grabando. 

© Eduardo Miera

—¿Qué fue lo más complicado?

—Cuando empecé a trabajar y me llamaban directores de "casting" para hacerme pruebas, porque ya estaba en el radar de alguna manera, tuve un accidente de coche y fue un parón de año y pico. Me partí la boca, perdí los dientes de arriba, tuve que hacerme injertos óseos… Fue como empezar de cero. Por eso estoy, quizá, más orgu­llosa todavía de haber vuelto.

—¿Cómo conseguiste no frustrarte por el camino? 

—No frustrarse no es una opción. La frustración va a estar ahí siempre. ¿Sabes qué pasa con la interpretación? Que no hay desconexión. Si yo fuera abogada, para desconectar de mi mundo, me podría una serie…

—Y para ti eso es trabajo de alguna manera

—Es trabajo porque estás viendo a tus compañeros y te pones a pensar en la carrera de tu amiga, en quién lleva a tu amiga y cómo lo ha hecho... Y las redes sociales tampoco ayudan, porque siempre estás viendo lo mejor de lo que hacen los demás. Y hay que tener mucha entereza para convertir la frustración en admiración, para no dejarse arrastrar por la envidia, por la inseguridad, por cuestionarse y entender que si una persona hace un papel que yo quería hacer, es porque ese papel era para esa persona, porque estaban buscando esa cara, esa voz, esos tiempos. No podemos hacerlo todo, no todo es para todos y cada uno tiene su propio camino. Pero eso lo pienso ahora. Cuando estaba en mi casa haciendo dos pruebas cada semana, comiéndome 'noes' por un tubo, decía: ¿Por qué? Si yo también puedo hacerlo.

"Tuve un accidente de coche y fue un parón de año y pico. Me partí la boca, perdí los dientes de arriba, tuve que hacerme injertos óseos… Fue como empezar de cero"

© Eduardo Miera
"Soy consciente de que estoy teniendo suerte. Hace unos cinco años que empecé a trabajar con un representante, a hacer pruebas y buscarme la vida, y que ahora tenga este proyecto como protagonista es una fortuna gigantesca", confiesa Gabriela

—¿Tu familia te apoyó siempre?

—Siempre. De hecho, me han apoyado cuando yo no me apoyaba a mí misma. Mi madre es la que en todo momento ha estado conmigo. La primera vez que me atreví a manifestar que quería actuar me daba mucho pudor. Yo fui una niña salvaje y luego me pegó de golpe toda la adolescencia, los complejos, los grupitos, los populares… Tenía muchísima vergüenza y sentía que no tenía lo que había que tener para comandar la atención en un escenario o en una prueba. Decía: "¿Por qué alguien querría mirarme a mí?". Y cuando me atreví a decirle a mi madre que quería actuar no se lo dije normal, lo hice llorando como si estuviera revelando que hubiera matado a alguien, y ella me dijo muy preocupada: "Vale, no pasa nada. Vamos a un curso ya, vamos a empezar". 

—Y siempre estuvo a tu lado

—Ella estuvo detrás de mí en todo momento. Mis primeras pruebas las he hecho siempre con ella, las sigo haciendo casi todas con ella. 

—Tu madre, además, es una gran profesional.

—Me enseñó que mirar, salir corriendo y hacerlo otro día no es una opción. Ha tenido ella la paciencia que no podría tener ningún coach.

—Ser hija de Minerva Piquero ¿crees que te ha podido abrir puertas o, por el contrario, cerrarlas?

—Profesionalmente, no me ha abierto puertas, pero tampoco me ha cerrado ninguna. Mi madre nunca se ha dedicado a la ficción. De hecho, cuando yo empecé a actuar, mi madre había tenido un parón porque se había dedicado al mundo de la empresa. O sea, ella ya no formaba parte de ese mundo. Me dijo: "Te vas a tener que hacer el camino como todos". 

Tampoco quería que me ayudara en ese sentido, porque no quería ser hipócrita y quería sentir que lo que tenía me lo había ganado. Y ahora siento que me lo voy ganando. También creo que tenemos públicos muy distintos, la gente que conoce a mi madre es de otra generación, de la que veía la tele. La generación con la que yo estoy no tiene ni idea de quién es porque no ven el tiempo en los informativos, nos enteramos de las noticias por redes sociales. Así que nunca me había considerado “hija de”, porque nunca había salido en mi círculo en los castings, se conoció que era mi madre cuando hice mis primeras entrevistas. Siento que hemos hecho dos caminos muy distintos, bueno, yo estoy empezando el mío todavía, y lo que le debo a mi madre es el apoyo, la entereza mental y la preparación psicológica.

"Mi madre me enseñó que mirar, salir corriendo y hacerlo otro día no es una opción. Ha tenido ella la paciencia que no podría tener ningún coach"

—¿Cómo has vivido el pasar a ser conocida? Porque Culpa mía fue un éxito.

—Yo no soy muy buena en redes. Las uso, pero quizá no las uso tanto como podría, si quisiera explotarlas de verdad. Porque no quiero poner mi vida ahí. Cuando salió Culpa mía, el director nos propuso que no leyéramos los libros porque quería hacer una reinterpretación, y mi personaje, Sofía, me dijeron que era muy querido. Entonces, para mí fue un shock absoluto cuando salió la noticia y se me llenó el Instagram de insultos y de amenazas incluso de muerte. Muchísimas personas no sabían distinguir entre el personaje y yo. Y yo soy una actriz, yo vengo a hacer un trabajo. Yo no he separado a ninguna pareja, porque esa pareja no existe. 

—Después de este éxito, ¿se liga más o es impones más a quien se quiera acercar a ti por ser conocida?

—Te lo diré cuando estrené Tengo ganas de ti porque ahora mismo mi vida es muy normal. Hay muchísima gente con muchísimos seguidores hoy en día, muchos influencers, actores, cantantes... Y la mayoría de los seguidores son tanto con Megan Maxwell como con Mercedes Ron -la escritora de la saga Culpables están en Latinoamérica. En España no vivo gran cosa. 

—Por último, vamos a soñar en alto, ¿cuál sería tu proyecto soña­do?

—Me gusta mucho la comedia negra. Me encanta cómo llevan la comedia los argentinos como Ricardo Darín, Miguel Ángel Solá, Campanella como director... Creo que tengo una vertiente cómica que no exploto nunca porque la gente me ve cara de drama. Piensan: "Esta chica se va a morir muy bien en escena". Y me apetece probar otras cosas. Me encantaría hacer una villana, una mujer resentida, terrible. Me gusta muchísimo la directora y guionista Julia Ducournau, que hizo Titane y Crudo, películas que son duras, abstractas. También el tipo de cine de  La sustancia. Quiero probar este terreno incómodo, sensorial y moralmente gris. Pero no puedo quejarme, ni me quejaré jamás, de tener la suerte de hacer cine comercial, que llena las salas y mueve historias a todos los rincones.

Una madre orgullosa

—Minerva, estarás orgullosísima de tu hija.

Muy orgullosa. Porque, además, dedicarse a la actuación no era algo que ella tuviera claro desde pequeñita, fue algo más tardío, a los 16 años o así. Y piensas: "Bueno, que siga su sueño, la apoyaré hasta el final". Pero en tu interior, como madre, a la vez dices: "Qué difícil va a ser esto, ¿cuántas llegan a lograrlo?".  Aunque la persistencia, la humildad y que es muy cabezona y tiene talento, al final, hicieron que le llegara su oportunidad.

—Como madre, una prefiere que sus hijos tengan un trabajo más estable, pero a la vez quieres que luchen por lo que les gusta. No es fácil.

Con mis dos hijos tuve este dilema. Pero hace mucho tiempo que aprendí que no hay carreras con salida, hay personas con salida. Y estoy absolutamente convencida de que depende de la actitud, la voluntad, la pasión y de cuánto realmente deseas este sueño, porque las oportunidades no vienen a tocarte a la puerta, tienes que pelear, tienes que salir y morder la vida para que te hagan caso. Y si tienes esto claro, lo único que da realmente sentido a tu vida es que te equivoques o no, alcances tu sueño o no, hayas peleado por ello. Creo que estas nuevas generaciones no tienen la idea encorsetada de que un futuro con éxito profesional dependía de una carrera más convencional. Se mueven muchísimo, se relacionan muchísimo, no tienen fronteras, estudian muchas cosas quizás más pequeñas, pero dan mucha variedad su conocimiento y de repente, son tan competitivos y tienen un conocimiento y una formación tan buena. Y eso es de vivir, de salir y vivir. Lo están haciendo bien.

—Por otro lado, tú que conoces muy bien la fama, ¿no te da un poco de miedo por Gabriela? Porque tú en los 90 eras 'la chica del tiempo' por excelencia.

—Yo tuve la suerte de que en los 90 no había redes sociales. Entonces, la gente como cuando te veía por la calle, no tenía más información de ti aparte de tu trabajo en televisión, o cuando salía en una revista y había mucha expectación. Me encontraba a los fans a la puerta de un teatro o cuando salía de un evento o una entrega de premios y llevaba horas esperando con fotografías para que se las firmaras y eso me daba mucha ternura. Ahora está en las redes y creo que ser tan conocido por tu trabajo es mucho más complicado y peligroso que en la década en la que yo lo fui. Por otra parte, yo era Minerva haciendo de Minerva.

"Como consejo le he dicho a Gabriela que deje de ver las redes, que se centre en las personas de su círculo, que crea en lo que hace y que no se odie cuando se ve en pantalla"

© Eduardo Miera
"Yo siempre he dicho que en la vida me he reinventado muchas veces… Y hay que reinventarse. ¿Hasta cuándo? Hasta que te mueras, mientras lo necesites", cuenta Minerva, quien estando en el momento más álgido de su carrera en televisión decidió emprender en el mundo de la comunicación de empresas

—Es diferente al caso de Gabriela.

—Ella como actriz va a representar personajes y muchas veces los fans tienden a convertir a la persona en el personaje y eso lleva a otra serie de pasiones y de reacciones que yo no tuve. Ahora, en cuanto a la popularidad, sí, tuve muchísima. Además, había solo tres televisiones en España. Digamos que estuve en el momento justo, a la edad justa, y todo se encajó muy bien. Yo hacía el tiempo, estaba en informativos, era una imagen amable. Ella va a jugar en otra liga, desde luego. Le deseo suerte.

—¿Qué consejo le has dado?

—Que deje de ver las redes, que se centre en las personas que de verdad importan de su círculo, que lamentablemente cada vez será más reducido. Que intente saber lo que quiere, creer en lo que hace. Que no se odie tanto cuando se ve en pantalla, porque esto nos pasa mucho. No sé si la gente lo sabe, pero he conocido a muy pocas personas que trabajen en televisión que no odiaran verse. Entonces, como consejo siempre le digo: "No te castigues tanto, acéptate, ama lo que haces, es un aprendizaje". 

—En las redes, hoy en día, hay comentarios muy hirientes.

—Yo me acuerdo, hace unos cuantos años, que tuve unos comentarios negativos por mi físico en medios y me afectó muchísimo. Me hizo daño. Me decían: "¡Ay, no hagas caso!". Pero a ver quién no hace caso. El problema de ser una persona conocida, el precio a pagar de esa vida pública, es que cualquiera se siente con derecho a opinar, no solo sobre tu físico, sino sobre tu vida personal, tus relaciones, tus decisiones. Y tienes que vivir con eso.

"Nunca accedí a comerciar con mi vida. De igual modo, hace muchos años que estoy separada y jamás lo he contado. Mi vida privada es eso, privada", dice Minerva

 —Tú conseguiste separar tu faceta pública de la privada, ¿fue difícil?

—Lo he llevado bien, pero no fue fácil, yo era muy joven. Me ofrecían importantes cantidades de dinero a cambio de vender en exclusivas eventos privados, como mi boda o el nacimiento de mi hija. Nunca accedí a comerciar con mi vida privada. De igual modo, hace muchos años que estoy separada, y jamás lo he contado. Mi vida privada es eso, privada.

—Tu sigues en la televisión, estás en Telemadrid.

—Estoy con Jota Abril, los fines de semana, en un programa muy blanco y muy divertido. Como es una televisión autonómica, intentamos dar más a conocer la comunidad y la ciudad. Estamos muy enfocados en la naturaleza y el sector primario y planazos de ocio relacionados con eso. Tenemos un grupo de reporteros fantásticos, que yo les digo que hacen magia porque consiguen hacer reportajes superdivertidos, cercanos, tienen un tono de humor. Estoy encantada porque es un programa de fin de semana en directo, super amable. 

—¿Qué te ha dado la tele? Porque tú nunca has dejado la comunicación, pero sí estuviste un tiempo alejada un poco de las cámaras.

—Empecé en la tele por accidente, con 21 años.

© Eduardo Miera
"Cuando me atreví a decirle a mi madre que quería actuar, no se lo dije normal, lo hice llorando como si estuviera revelando que hubiera matado a alguien, y ella me dijo muy preocupada: 'Vale, no pasa nada. Vamos a un curso ya, vamos a empezar", cuenta Gabriela sobre cómo decidió explicar en su casa que deseaba ser actriz

—¿Por accidente?

—Yo venía de Estados Unidos para trabajar en Antena 3, pero inicialmente iba a estar detrás de las cámaras. Eso duró un mes, hasta que se fijó en mí el director de informativos y me dijo: ¿Te gustaría hacer el tiempo? Me acuerdo que dije: “No, no, no. Yo, geografía española, fatal”. Pero hicimos una prueba un martes y el jueves empecé en directo con José María Carrascal. No estaba en mis planes, fue sucediendo y el “boom” fue muy rápido. Fueron 15 o 16 años muy intensos y bonitos. Sabía a qué hora llegaba, pero no a qué hora salía y ni lo preguntaba. Pero llegué a los 36 años, ya tenía a Gabriela, y de repente pensé: ¿Qué hay fuera? Yo tenía muchísimas inquietudes, que las sigo teniendo, y creía que podía hacer más cosas. Yo no soy meteoróloga, yo hice periodismo. Y de manera paralela, empecé a hacer cosas relacionadas con empresas, con comunicación cooperativa. Al principio como ayuda, luego monté mi pequeña empresita, me gustó y decidí dar el salto y dejar la tele. Ya tenía un nombre y estaba consolidada en el mercado, sentía que tenía que hacer algo más.

—Hay que ser valiente para tomar una decisión así.

—Salté a la piscina y fueron años interesantes, de mucho aprendizaje. Estuve más de diez años en una multinacional como Dircom, que no llegué con bagaje, pero sí con otra experiencia muy interesante, que era la de haber estado del otro lado de las cámaras, saber cómo funcionaba una redacción, qué le interesaba a un periodista y cómo se contaba algo. Esa mezcla fue importante, más todo lo que aprendí en esa década en la compañía. Creo que me reciclé. Yo siempre he dicho que en la vida me he reinventado muchas veces… Y hay que reinventarse. ¿Hasta cuándo? Hasta que te mueras, mientras lo necesites. Yo cuando pienso en mi vida, pienso: ¿Cuántas vidas he vivido? Mi etapa en Estados Unidos, mi etapa de una Antena 3, luego en la empresa, también decidí escribir una novela, luego hice radio y ahora he vuelto a hacer televisión. ¿Y sabes qué? Que no he acabado.

—¿Qué Minervas nos quedan por ver? ¿Cuál será la próxima reinvención?

—Te voy a contar qué me anda rondando la cabeza. Creo que ha llegado el momento de dar un poco todo lo que yo he aprendido. Durante muchos años tuve que hablar delante de la cámara, después, durante muchos años, estuve trabajando con CEOs y con directores generales ayudándoles a exponer y a hacer público una presentación, lanzar un producto, posicionar una marca… Y al final, en este momento de mi vida, lo que me apetece ahora mismo es compartir este conocimiento y ayudar a otras personas a formarse para hablar en público. Porque me he encontrado en el mundo de la empresa, de la dirección, a personas con muchísimo talento que se ponían a hablar del antiguo auditorio y no les lucía para nada lo que estaban haciendo. Yo creo que todo el mundo, todos nacemos con las herramientas necesarias para poder comunicarnos bien. De niños somos perfectos, pero luego la vida nos va capando, tienes traumas, críticas, la adolescencia que es tremenda y llegamos a la vida de adultos con un montón de taras. Entonces, estoy pensando muy seriamente en buscar la manera de intentar coger todo este conocimiento que tengo y poder compartirlo, ayudar a otras personas a disfrutar poniéndose delante de una audiencia o de cuatro personas y comunicarse y contar lo que sienten y trasladar su mensaje. 

TEXTO

Cristina Olivar

FOTOS

Eduardo Miera

REALIZACIÓN Y ESTILISMO

María Parra

AGRADECIMIENTOS

Hotel Heritage Madrid

ASISTENTE DE ESTILISMO

Marta Cabello

ASISTENTES DE FOTOGRAFÍA

Germán Arbós y Alicia Blanco

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA

Eva Escolano

LOOK 1

Minerva: vestido: Colima / Gabriela: Vestido: Coosy / Ambas: joyas: PDPAOLA

LOOK 2

Minerva: blusa: Beatriz de la Cámara / pantalón: Zara

LOOK 3

Minerva: top: Zara / vaqueros: Elena Miró / Gabriela: rebeca y falda: Samsøe Samsøe / botas: Magrit

LOOK 4

Minerva: traje: Elena Miró / zapatos: Magrit / Gabriela: vestido: Colima / ambas: joyas: PDPAOLA

LOOK 5

Ambas: vestidos: Maksu / joyas: PDPAOLA

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.