Damas y caballeros. Joyas y vestidos de grandes firmas. El 30 aniversario del Baile de Debutantes de París ha sido una oda a la alta costura y al siglo XVIII. En un escenario de película como es el hotel Shangri-La (antiguo palacete del príncipe Roland Bonaparte), 19 debutantes seleccionadas de todos los rincones del mundo, y sus respectivas familias, disfrutaron de una noche benéfica organizada por la veterana Ophélie Renouard, que destinó el dinero recaudado a la ARCFA y al Hospital Infantil Maria Fareri de Nueva York.
Un evento único al que acuden los ‘brillantes’ de la temporada. Jóvenes de Europa, de América o de Asia, y entre ellas, la española Eugenia de Borbón, de 17 años, hija de Luis Alfonso de Borbón y Margarita Vargas. La sensación de Le Bal vestida con un Carolina Herrera del armario de su madre. Un diseño azul clarito de tul adornado con hilos dorados en degradé y escote palabra de honor con el que acaparó todas las miradas. Aunque el punto fuerte del estilismo fue su majestuoso accesorio. Una tiara cedida por V Muse y valorada en 100.000 euros, con la que Eugenia parecía una auténtica princesa.
Diamantes e imitación de diamantes. La pieza de 1935 es obra de Boucheron, subastada en la casa Christie`s en 2018, con una particularidad: se puede amoldar y lucirse como collar. Sin duda, una joya muy característica que realzó el protagonismo de Eugenia -que llevaba el pelo recogido en un moño de bailarina-.
La princesa y el archiduque
Tras una exquisita cena en los antiguos salones del sobrino del emperador Napoleón Bonaparte, las 19 debutantes -entre los 184 invitados de la gala- protagonizaron una puesta en escena con sus respectivos cavaliers. Eugenia desfiló del brazo del archiduque Carlos Constantino de Habsburgo-Lorena, un joven de 20 años de ascendencia austrohúngara. Sobrino del actual jefe de la Familia imperial austríaca y tercero en la línea de sucesión -detrás de su padre, el archiduque Jorge, y su primo Fernando-.
Una pareja que no solo compartió el desfile, el tradicional vals y la posición aristocrática, también tenía en común su vínculo con España -Carlos Constantino estudió en la Universidad Europea de Madrid- y su pasión por los caballos.
El Danubio azul
En las bodas tradicionales, la recién casada y su padre protagonizan el primer baile. En este caso, no era un enlace, pero también comenzó con el duque de Anjou y Eugenia a ritmo de ‘El Danubio azul’ de Johann Strauss. Todo un honor, para un padre orgulloso y emocionado, el poder abrir el baile junto a su hija. El resto de las debutantes y sus respectivos padres salieron tras estos primeros pasos. Y la velada continuó con cinco valses, donde se comprobaron las horas de ensayo de las jóvenes y sus respectivos caballeros acompañantes para que este momento fuera perfecto.
Eugenia y Carlos Constantino no fueron la excepción. Además, sus bailes majestuosos venían acompañados de divertidas escenas como la inclinación de la joven (abajo, izquierda) o el final al estilo agente secreto, espalda con espalda, y con el gesto de soplar una pistola (abajo, derecha).
Una orquesta en directo fue la encargada de poner el broche de oro a una mágica noche de cuento de hadas, que finalizó cuando las luces doradas de la Torre Eiffel dejaron de brillar.