No busca conmover, aunque es inevitable que sus palabras calen. No busca culpables ni dar pena ni ejemplo, simplemente, Víctor Elías quería contar su historia y se siente muy afortunado por poder hacerlo. Saltó a la piscina relatando su vida con la obra de teatro Yo sostenido y ahora, de la mano de Editorial Planeta, ha quedado reflejada en las páginas de un libro —donde ha ido de la mano del dramaturgo Pablo Díaz Morilla—, al que también acompaña un disco.
Es un testimonio valiente e impactante. Nadie podía imaginar que, en 2003, cuando se emitió por primera vez Los Serrano e interpretaba a Guille, al apagarse los focos su realidad era muy diferente a la de la ficción por la difícil situación de vivía con la adicción al alcohol de sus padres. Un relato sobre sus años en los escenarios, estrellas infantiles y los llamados juguetes rotos, sobre cómo nació su amor por la música y cómo tuvo la gran suerte de contar con sus compañeros de la serie y con sus tíos Carolina y Manuel, que lo adoptaron.
Pero su historia daría otro complicado giro más. Cayó en la espiral de las drogas, de donde consiguió salir, y ahora, ya con las heridas cerradas, desde el perdón y la calma, ha encontrado la felicidad en su trabajo como músico, en su día a día arropado por la gente a la que quiere y en el amor de su vida, Ana Guerra.
—¿Qué te ha llevado a abrirte así en un libro?
—La intención era normalizar, normalizarme a mí y los problemas que pueden tener muchas personas. Todo empezó con la función de teatro, Yo sostenido —que continuamos en diciembre, todos los jueves, en los teatros Luchana—, donde estoy con el actor Javier Márquez. La idea surgió junto a Fran Perea, al que le dije que quería contar mi vida y hablar del estigma de los juguetes rotos. Llamamos a Pablo Díaz Morilla, que ha escrito conmigo el libro, y decidimos que, para explicar por qué valoro tanto la música a día de hoy y por qué estoy tan convencido de que este momento de mi vida es tan bueno y puedo sentirme pleno, había que pasar por ciertos lugares.
—¿Da vértigo contar cosas tan personales?
—Empecé la obra con unos miedos horribles, pensando 'me van a señalar, me van a criticar...'. Y me di cuenta de que no solo era como una autoterapia que me servía para recordar de dónde vengo, dónde estoy y por qué estoy tan convencido de que lo que estoy haciendo está bien, sino que también servía a mucha gente. Se alinearon los astros y me llamaron de Planeta para hacer el libro.
—Todavía no tenemos muy normalizados los problemas de salud mental y adicciones
—Este no es un libro de autoayuda ni lecciones morales. Es mi vida y tengo la suerte de tener este altavoz para contarlo. Hablo de un problema de adicciones en casa, pero hay gente que ha vivido problemas de abusos, maltratos… y se puede sentir identificada. También hago mucho hincapié en que juguete roto no es solo el que sale en la tele y la gente espera que siga siendo actor, sino también el deportista que luego decide ser abogado y todo el mundo le señala…
—Al leer el libro, es impactante ver lo que estabas viviendo en casa mientras te veíamos feliz en Los Serrano y tu carrera de actor despegaba.
—Mi realidad era distinta, pero me siento muy afortunado porque tenía la oportunidad de tener ese plató, esa familia de la tele. La televisión es un trabajo más, todo el mundo puede tener problemas detrás, pero pensamos que al estar en una serie la vida tiene que ser muy fácil.
—Recordar la adicción del alcohol de tus padres, para el libro y la obra de teatro, ¿te ha abierto viejas heridas?
—Por suerte, lo he podido contar todo desde la parte más sana, aunque, evidentemente, hay capítulos que me han costado más. El capítulo de Papá y mamá ha sido el más duro. Pero lo he podido contar desde el perdón a ellos, a mí, a todos. Me he permitido escribir el libro así, sin rencor y sin regocijarme en lo malo, porque realmente soy una persona que, con 33 años, se siente afortunada y agradecida con la vida que ha tenido. He tenido algo en lo que apoyarme, la música, que me ha salvado la vida varias veces. Las fechas del lanzamiento del libro tampoco han sido casualidad, el último capítulo escrito que es la boda.
—Has tenido una adolescencia dura, pero en tus palabras no hay rencor ni enfado, te has quedado con la parte buena y para llegar a ese punto, hay un trabajo muy importante detrás de superación y aceptación.
—He intentado normalizar. A mucha gente le ha pasado cosas parecidas y yo he tenido la fortuna de estar a la vez haciendo una serie de éxito y poder de escaparme, entre comillas, el ochenta por ciento de mi tiempo, porque al final pasaba más tiempo en plató que en casa.
Por el miedo
—¿Tardaste en pedir ayuda?
—No sé cuánto, pero en estos casos, aunque tardara un día, ya es mucho. Se tarda por el miedo a que nos juzguen y por la normalización que hay en esta sociedad de que beber una cerveza al día no es malo y que vas a un bar, te pides un agua con gas y el camarero te dice: 'Aquí no se sirve agua'. Estas bromas hacen que te cueste mucho más pedir ayuda porque no te sientes libre para decirlo.
—Ahora lo dices alto y claro, que eres adicto y convivirás con ello toda la vida. Cuando conociste a Ana, se lo explicaste desde el primer momento.
—Conocí a Ana después de estar en recuperación, cuando ya me sentía a mí mismo y creí que era muy importante ser sincero, no solo conmigo, sino con ella. Le expliqué que era adicto y que lo sería el resto de mi vida, aunque ya no consumiera. La única forma de sentirte libre en pareja es contándole todas tus mierdas. Y ella las asumió y las abrazó con la misma fuerza con la que yo las abrazaba. La única forma de sentirte libre en pareja es contándole todo. Eso es parte del secreto de nuestra relación.
—Tienes solo 33 años, ¿no te da la sensación de que has vivido las experiencias de muchas vidas?
—¡Espero tener unas cuantas más, que no me voy a morir todavía! -ríe-. Lo bueno es que he alcanzado un punto de felicidad que siento que mi vida adulta acaba de empezar. Ha sido una catarsis que me permite hacer un antes y un después. Llevo ya un tiempo que cada año que estoy viviendo pienso que es el mejor y es algo que antes no me pasaba nunca. Mi único objetivo ahora es seguir disfrutando, siendo consciente de que tengo mil cosas para ser feliz.
—Echando la vista atrás, ¿tú cambiarías algo de tu pasado o estás en paz?
—No, porque todo me ha traído aquí. Hay mucha gente que ha vivido cosas similares sin tener todo lo que he tenido yo, la oportunidad de encontrar una pasión como la música que me salve la vida y de encontrar al amor de mi vida... Tenemos salida. He tenido mucha suerte y esa suerte viene también del empeño de empezar a valorarla.
—Mirando adelante, ¿cómo te gustaría verte?
—Igual que ahora. Disfrutando, valorando y siendo feliz en mi cotidianidad, que es donde he encontrado la mayor felicidad, en mi normalidad. Hablaba hace unos días de lo que es la felicidad y muchas veces tenemos la sensación de que la felicidad es la euforia y para mí, la felicidad a fecha de hoy es eso, la normalidad, la cotidianidad absoluta de llegar a mi casa, mi hogar, mi trabajo y todo más.
—Y rodeado de la gente que quieres y que te quiere, que te mantiene 'sostenido'.
—Efectivamente, nos sostenemos entre nosotros y confío que con el libro nos sostengamos todavía más que antes.