Sobreponerse al dolor. Aislarse de él. Amortiguarlo al menos. Porque la vida sigue. Y porque todos sabemos, aunque no seamos conscientes jamás, que la gente a la que amamos, un día, nos deja. No del todo, afortunadamente. Porque permanecerán para siempre en nuestra memoria, en frases que repetiremos sin darnos cuenta, en las notas de un perfume o en una receta reconfortante de invierno que, al soplar la cuchara, nos lo recuerda todo, como en un flashback de película. A Antonio Matos no le dio tiempo a hacerse a la idea… Un matrimonio joven, currante, con dos teenagers guapísimos en casa, con una familia unida como una piña, ¿cómo va a pensar que esa felicidad se puede esfumar en un instante? ¿Cómo creer que el destino te puede hacer esa jugarreta? Sin embargo, de repente, cuando tu compromiso vital y tu amor son más fuertes que nunca, tu 'alma gemela' se va, se desvanece. Cari desapareció este verano. Una chavala vitalista, alegre, inteligente, emprendedora… toda corazón. Y se le paró. Y Matos se puso al frente. De todo. La vida, nos cuenta, le condujo a ello. Sin pensar. Se convirtió en cabeza de familia. Solo —con ayuda, vale— pero sin su otra mitad. Una familia que incluye el negocio que ocupó días, noches y fines de semana a su mujer durante 21 años. SixSens, ese catering al que Cari le dio su impronta revolucionaria, cuando aún nadie sabía qué era eso de Wedding… what? Wedding planner, y que, después de dos décadas, se ha convertido en referente en la restauración española. Matos se ha puesto como misión continuar con el sueño de Caritina. Y no solo. Quiere hacer realidad todos aquellos propósitos de Año Nuevo que ella tenía entre ceja y ceja. Ya saben, aquellos marcos dorados que dibujaba la azul y decidida mirada de Caritina Goyanes.
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—Matos, ¿cuándo tomas la decisión de coger las riendas del catering?
—No fue una decisión, fue… la vida. Lo di por hecho desde el minuto uno: debía continuar con el legado de Cari. SixSens era su segunda familia y un motor importante de nuestros ingresos. Había que seguir con el negocio. Hay ocho empleados. Eran y son parte de nuestra familia, compartimos el mismo ADN. En ningún momento me planteé el 'no'. Y luego, lo de asumir el rol de dirección —o como lo quieras llamar— supone, básicamente, ayudar a sustentar lo que ya está hecho y hacerlo crecer. Es un equipo que es perfectamente capaz de continuar. Es como una orquesta que se ha quedado sin director… Pero en la que todos tocan fenomenal, solo que hay que apoyarles y ayudarles a que sigan haciéndolo.
—Tú no te ocupabas del catering, era un proyecto personal de Caritina. Sin embargo, tampoco te pillaba de nuevas…
—No, afortunadamente. Aparte de que la he acompañado a miles de eventos, fiestas, bodas… Lo que es la parte de producción, las bambalinas, la gestión de presupuestos… no me era ajena. La conocía a través de Cari. De cuando hablábamos del negocio, como cualquier pareja, y que Cari tenía tan bien montado en su cabeza. También es cierto que hubo un punto, desde el confinamiento, en que me involucré más.
'El de arriba'
—Cari, ¿te confiaba sus sueños?, ¿había aprendido también a delegar para construirlos?
—Bastante en el último año, fíjate. Para mí, ha sido una bendición que siempre haya alguien en la empresa que tenga respuesta a las preguntas y dudas que me surgen. Si hubiera ocurrido hace tres o cuatro años, no sé qué habría sido… Si ahora me sale una cana al día, habrían sido por lo menos diez.
—SixSens era una idea y un proyecto muy personal.
—Cari montó un negocio que, en España, todavía no existía y supo adaptarlo a la cultura española. Siempre con su toque. Y con muchísima dedicación. Trabajo. Tiempo. Porque lo que había construido en SixSens era su segunda familia que, muchas veces, le quitaba también tiempo a la primera… Ella se dedicó en cuerpo y alma.
—A veces, con los negocios familiares, uno tiene una sensación extraña de amor/odio. Porque te roban tanto como te dan.
—Evidentemente, ¡claro que en su momento el negocio nos robó a Cari muchos fines de semana! Con lo que es cierto que, a veces, tenías ese sentimiento de 'jod*, qué pereza, ¿otro fin de semana, Cari?' Porque ese momento de disfrutar de tu pareja, de estar con tus hijos al 100%, se hacía casi imposible. Entonces, sí que tenía esa sensación de coñaz*. Pero, al final, haces de la necesidad, virtud. Y si tenía(mos) que estar trabajando, Cari generaba muy buen ambiente y yo terminaba yéndome con ella, con el equipo… Mira, llámalo destino, di que fue por obra de 'El de arriba', pero, al poco de morir Carlos Goyanes, su padre, al que yo consideraba un segundo padre también para mí, tuvimos que afrontar un evento en Cantabria y eso me vino muy bien para conocer a una parte nueva del equipo, que acababa de entrar. A ella, le encantaba su trabajo y, así, el sacrificio siempre es menor. Eso se lo inculcaron desde niña en su casa: el amor al trabajo. Los Goyanes-Lapique son una familia supertrabajadora.
—Ahora estás compatibilizando tu trabajo con el catering, entiendo...
—Sí. Yo sigo con mi correduría de seguros y… también he aprendido a delegar a pasos agigantados. He mudado mi oficina al obrador del catering, y coordino, y ayudo, y consulto y pruebo… Muchas horas al día, y pocas de sueño. Ahora mismo, estoy haciendo un esfuerzo extra para… calmar un poco la tempestad y poner en marcha todo lo que Cari tenía en mente.
—¿Ese es el reto?
—Cari tenía muchas y nuevas ideas. Cosas que, cuando el día a día te absorbe, dejas para mañana, pero sí que las tenía previstas y que ella y yo ya habíamos hablado. Ahora es el momento. El primer trimestre del 2025 implementaremos todos esos cambios que ella quería.
—Eso es muy bonito, Matos. Y te... distrae.
—Tener la cabeza muy ocupada es buenísimo para no pensar en el drama. Eso es así. Porque doler, duele. ¡Duele mucho, jod*! Pero, ¿para qué quedarme en el dolor? Además, si no pensara en todo lo que tengo que hacer, estaría peor... estaría dándole al tarro todo el día…
—¿Cómo estás?
—Cansado, pero bien. A ver, son momentos… El día de su cumpleaños… Ayer, que hizo justo tres meses. Hay días, hay días… Pero quiero pensar más en positivo, en el sentido de: 'Oye, qué suerte lo que he tenido, ¿no?'. Y no obcecarme en lo que, en cambio, he perdido.
—Eso es tener una inteligencia emocional que me supera, Matos.
—Mira, a cualquiera que le preguntes por cuáles son sus prioridades, te dirá: 'familia, amigos y trabajo'. Para mí, personalmente, es así. Pero si pones la familia en primer lugar, pero luego no tienes tiempo para ver a tu familia, porque solo estás trabajando, ¡chico, háztelo mirar! O cambias de actitud, o cambias el orden de la lista. Cari, en un momento dado, se dio cuenta de las muchas cosas que podía empezar a perderse de los niños. Fue cuando empezó a delegar, porque es cierto que, con ese énfasis por hacerlo todo bien, en la atención al detalle, asumía muchas, demasiadas responsabilidades. Y cuando no delegas, acaparas y eso te quita tiempo para lo demás. Ella lo entendió. Y también supo que hay que dejar al equipo crecer y que asuma retos, iniciativas y responsabilidades. Así se hace grande una empresa.
—Una empresa que es también un proyecto de futuro para tus hijos, cuando llegue el momento.
—Que Pedrito y Minicari van a pasar bandejas, ¡tenlo claro! (risas) En cuanto cumplan 16. Ellos ya lo tienen asumidísimo. Siempre se lo dijo su madre.
—Y a ellos, ¿qué les parece la idea?
—De primeras es un 'como que no' (risas), pero porque es como 'trabajar para mamá y papá'. Pero, por lo que he visto luego, ese punto de partida se diluye, porque muchos de nuestros trabajadores —y extrabajadores— empezaron de estudiantes, superjóvenes. Recuerdo que le decía a Cari, en su momento: 'Os vais de evento el jueves por la noche, cenáis, luego salís a tomar una copa, a Pachá, invitas tú, y luego, encima, ¡les pagas el sueldo! (Risas) Es acojonante, Cari'. Cari y yo hemos ido de boda y bautizo de aquellos que empezaron con nosotros con 20 años. Así que, por todo eso, también está bien que Pedrito y Minicari lo prueben y que, de repente, digan: 'Pues mira, sí, papá'. O, 'ni hablar. No nos gusta'. Pero que lo hagan.
—En esta puesta al día, tu suegra y tu cuñada, te están dando soporte.
—Es algo que ni se ha hablado en familia: la ayuda está siempre. 'Te va a llamar fulanito para un cóctel', o 'Nosequién está pensando en una cena de empresa por Navidad y le he dado tu móvil'. Y luego está la parte logística. Con los niños, la intendencia de familia. 'Hay que recoger nosequé', 'hay que pasar por el médico…'.
—Siempre estuvisteis todos muy unidos.
—Siempre. Es que mi suegra es también mi vecina (risas). En los últimos 15 años, lo más lejos que hemos vivido ha sido a 300 metros. Ahora, estamos a 20. Una piña, sí. Se lo decía a mis hijos: 'Habéis tenido la suerte de que habéis pasado más tiempo con vuestros padres y vuestros abuelos, que yo con los míos, en 47 años'. Esa cultura familiar la tenía Cari inculcada desde pequeña: de volcarse con sus padres y con sus hijos. Yo he corrido la maratón de Nueva York y de Chicago con amigos y, mientras unos iban con sus parejas, yo me iba con los niños, con Cari, con mi suegra, con mi madre, con mi hermano… Al final, era así y era guay. Lo pienso y digo: '¿Cuántos viajes hicimos Cari y yo solos?'. Quizás, tres en 15 años. ¡Tres!
—¿Tus padres?
—Poco a poco. Pero bueno, todos volcados con los niños, la verdad. Mi madre, mi hermano, mi suegra, mi cuñada…
"Buenas notas y trabajo"
—¿Y los niños? En Semana Santa, hablé por primera vez con MiniCari y…
—Es muy 'echá pa’lante' (risas). Tiene 11 años y se cree que tiene 17. Es muy independiente. Y determinada, como su madre. Por un tema de cole, resulta que no coincidía en un grupo con ninguna de sus amigas, nos lo contó y le dijimos: 'Mira Cari, no podemos hacer nada. Son cosas del cole'. Pues la tía pidió cita para hablar con el director y lo negoció con él (risas). Ella se saca sola las castañas del fuego.
—Los niños son una alegría.
—Desde luego. Son el mayor regalo que me ha hecho Cari.
—Pedrito, ¿cuántos años tiene ya?
—Cumple 15 en marzo.
—Tela con el teenager…
—Ya, pero es un niño supermaduro para su edad. Siempre lo ha sido. Y bastante sensible. Y empatiza mucho. Te lo pone fácil. Minicari es un poco más guerrera, pero él es superrazonable. Se pone en tu situación y te entiende. Yo, a los dos, solo les pido que saquen buenas notas, trabajo y esfuerzo. Y que sean buenas personas.
—Matos, ¿qué planes tenéis para Navidad?
—Estaremos en la piña que formamos con mi suegra y los niños y con Carla; esta Navidad es la primera. Es especial. Hay que superarlo juntos.
—¿Cómo está Cari madre?
—Yo he perdido a mi mujer, a Cari, mi compañera de vida. Ambos nos habíamos prometido amor eterno. Y a pesar de las espinas y adversidades de la vida, habíamos entendido —y queríamos— ser el uno para el otro. Cari, mi suegra, tenía ese compromiso con su marido, con Carlos, pero es que, además, también ha perdido a una hija. Eso no tiene ni nombre.
—Matos, ¿te ha servido pensar en lo trascendente? ¿En la fe?
—Por supuesto que sí, porque aparte de que a mí me reconforta, de que yo tengo mi relación personal con Dios, creo que también soy práctico. Prefiero pensar en que Cari está en un sitio mejor. Que su padre la llamó porque la necesitaba con él a su lado. Así que ahora, solo puedo mirar al cielo y decir: 'Amor, échame una mano'.