El 22 de diciembre del año pasado, Christian Gálvez ganó su 'premio gordo' de Navidad: nacía Luca, su hijo con Patricia Pardo. De esta forma, ponía el broche de oro a su intensa relación con la presentadora, de quien se enamoró hace casi tres años y con la que se casó en julio de 2022. Ahora, Christian no puede sentirse más pleno con la familia que ha formado con "la mujer de su vida". A ella le dedica Te he llamado por tu nombre, su nueva novela histórica.
Ambientada en la Jerusalén del siglo I, la trama arranca con la crucifixión de Jesucristo y continúa en el año 70, cuando "las legiones de Tito quieren acabar con la revuelta judía". Así, su autor pone al protagonista en un dilema: "Es sobrino de uno de los apóstoles y conoce a Jesús de niño, pero también es hijo del líder zelota. Tiene que elegir entre seguir los pasos de su padre con la espada, o seguir los pasos del amor, del perdón y de la misericordia".
—¿Qué te llevó a escribir Te he llamado por tu nombre?
—Mi historia de amor. Siempre quise visitar Jerusalén y, en mayo del año pasado, Patricia me dijo: 'Cumplamos tu sueño'. Todo lo relacionado con Jesús ya me fascinaba desde que leí El caballo de Troya, con 15 años, pero contar esta historia tiene mucho de mi historia con Paty, que me enseñó a perder el miedo a contar lo que yo quiero, sin importar el qué dirán.
—¿Cuál es el enfoque de la historia?
—Jacob, el protagonista que invento, tiene un poco de cada uno de nosotros: cuando tenemos fe, la perdemos e iniciamos un camino para su búsqueda. No solo de la religión, sino también de la fe en el amor, en la amistad, trabajo o uno mismo. En algún momento, todos perdemos la fe, incluso en nosotros mismos y decimos: 'Pero, ¿y si no valgo para esto?'.
—¿Has tenido esa crisis existencial?
—Claro. Fui muy creyente, perdí la fe y la recuperé. Y antes tenía mucha seguridad en mí mismo, por motivos tanto personales como laborales, y llegué a perder la fe en mí. Cuando tus trabajos son públicos, incluso tus relaciones, tienes premios y cicatrices a partes iguales.
—¿Y cómo te encuentras ahora?
—Afortunadamente, he llegado a alcanzar el propósito, que es el leitmotiv del libro. Estoy muy, muy feliz.
—El 22 de diciembre, tu hijo cumplirá un año.
—No quiero perderme ningún minuto. Es espabiladísimo y aprende rapidísimo. Además, tiene dos hermanas que le adoran y él las adora, como a mamá.
—¿Ya habla Luca?
—Dice papá y mamá. No es que hable, pero tiene ganas. El día que aprenda sujeto, verbo y predicado, no va a parar.
—¿Estabas delante la primera vez que dijo papá?
—No. Me mandó un video mi mujer y flipé.
—Según Patricia, Luca se parece a ti.
—Es igual a ella. Por suerte. La nariz, los ojos… es ella.
—¿Y de carácter? ¿Os deja dormir?
—Es buenísimo. Muy activo y fuerte, una bendición.
"Lo que de verdad importa"
—¿En qué te ha cambiado la paternidad?
—Ya lo tenía claro, pero sé lo que de verdad importa: los tuyos y lo de puertas para adentro. Fuera puede haber aplauso o ruido, pero lo importante es la confianza, el amor, el respeto, el proyecto de futuro de familia, el propósito.
—¿Cómo te defines como padre?
—Plenamente dedicado. Apasionado y atento. Lo normal, entiendo.
—Ya nos dijo Patricia que, antes de nacer Luca, ya habías hecho prácticas con sus hijas…
—Es otro tipo de prácticas, porque las niñas tenían cuatro y seis años cuando las conocí. Creo que mi mujer se refiere a la dedicación. He dejado de hacer cosas por un bien de la familia, por apoyarla. Ha sido un acto voluntario de entrega, de amor. Ha sido fácil por ella y, sobre todo, por las niñas. Ellas también te tienen que dejar entrar en su vida.
—¿Te ha resultado difícil conciliar paternidad con trabajo?
—No. El último periodo de embarazo de mi mujer y el primer año de vida de mi hijo ha coincidido con la época que menos exposición televisiva he tenido, Muy poquito, de hecho.
—¿Os planteáis tener otro hijo?
—Como dice Paty, 'no voy a decir “de esta agua no beberé”'. No es un 'no' rotundo, ni un 'sí' rotundo.
—Pero, ¿te gustaría?
—Me gustaría disfrutar de Lucas.
—Patricia dice que entraste su vida como un torbellino. ¿Estabais destinados a encontraros?
—Lo es. También necesitaba yo a alguien como Paty en mi vida. Pese a todo lo dicho, llegó en un momento tan complicado para mí y puso luz a mi camino. Fue como un faro. Empezamos a quedar porque le ofrecieron escribir un libro a Paty. Estaba dudosa y ella habló con mi editor. Le comenté que, si necesitaba que le echara una mano, yo la ayudaba. Y esa es la realidad.
—¿Quedásteis por un libro?
—Sí. A Paty le hicieron una oferta de escribir uno. Estaba dudosa y habló con mi editor. Le comenté que, si necesitaba que le echara una mano, que yo la ayudaba. Y ésa es la realidad.
—¿Hubo algo desde el inicio, o fue a fuego lento?
—A fuego lento. Muy poquito a poquito, me di cuenta de que Paty molaba mucho. Un día, comenté que me gustaba y me dijeron lo típico: 'Cuidado con la mochila, que tiene hijos'.
—¿Te dijeron eso?
—Sí, sí. Pero lo que vi fue a la persona y su experiencia vital. Sabía que era una madre divorciada.
—¿Qué destacas de ella como persona?
—¡No tienes horas! (ríe). Su nobleza, su perseverancia, su actitud frente a los retos, su resiliencia, su dedicación y entrega pura a la familia… Su capacidad de amar sin pedir nada a cambio… Su profesionalidad. Es una máquina y busca la excelencia sin que nadie se la pida. Luego, es supergenerosa.
"Nos vimos expuestos"
—Al principio, fuiste muy reservado con tu relación. Ahora, hablas de ella sin problema.
—Es que el amor no se esconde. Y Paty y yo nos enamoramos. El problema es que se hizo público cuando nosotros nos estábamos conociendo. Eso propició que la gente opinara y atribuyera calendarios y matemáticas a algo que no puedes poner ni matemáticas, que es el amor. Nos estábamos conociendo muy a fuego lento y, de repente, nos vimos expuestos sin quererlo. Ni nos había dado tiempo a engrasar las piezas para ver si el puzzle encajaba.
—¿Todavía era muy pronto en ese momento?
—Demasiado. Afortunadamente, encajaron las piezas. Me hace gracia la gente que dice que nos casamos demasiado pronto. Desde que Paty me presenta a las niñas, ya es como si estuviésemos casados. No había un anillo ni notario, pero ya había ese compromiso. A partir de ahí, fuera miedo y dijimos 'adelante', a pesar de todo lo que llovía fuera.
—¿Y lo de pedir matrimonio? ¿Fuiste tú?
—Los dos a la vez. Quise darle una sorpresa en nuestro lugar favorito de Santiago, que es el parque de la Alameda. Ahí se lo pedí y ella me lo pidió. Me dejó que yo lo hiciera primero y luego lo hizo ella.
—¿Tú adelantaste?
—Sí, pero ella me dejó que lo hiciera y luego lo hizo ella. Fue muy bonito porque fue en nuestro lugar favorito de Santiago.
—¿Cómo recuerdas el día de tu boda?
—¿Sabes qué pasa? Que era un trámite para que todo estuviera bien. Antes de nacer Luca, el momento clave fue conocer a las niñas. Ahí dije: 'Esta es mi familia'. El día de la boda fue 'Vale, guay, ya está hecho'. Sí, nos arreglamos, hubo nervios y no nos vimos por la mañana, pero fuimos a la notaría, firmamos y desayunamos juntos. Hay momentos tan bonitos e íntimos que están por encima.
—Hablemos de trabajo. ¿Qué proyectos tienes?
—Presentaré los especiales de Nochebuena y Nochevieja en Telecinco. Además del libro, estoy volcado con la productora Félix Media, preparando nuevos proyectos. Ahora estamos con un documental que no sabemos si será para Amazon, Disney, Max o Netflix. Luego, Felix Media estamos produciendo Socialité y La verdad.
—¿Has visto Pasapalabra en Antena 3?
—No. Roberto es un profesional como la copa de un pino y sé que es el mejor presentador que puede tener el concurso ahora, pero la manera en la que acabó todo aquello fue tan, tan radical, tan extraña y tan bizarra, que he preferido no verlo.
—Las Navidades están a la vuelta de la esquina. Ya no tendrás ese sentimiento agridulce de antaño.
—Era por las pérdidas familiares. Ahora, la mejor manera de homenajear a todos ellos es vivir la vida a través de mi hijo y la familia. Aún no sabemos qué haremos este año, pero seguro que vamos a Galicia.