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Bertín Osborne y Fabiola Martínez con su hijo Kike© JAVIER ALONSO

“No hay nada que hacer. Olvidáos”

Bertín Osborne y Fabiola Martínez nos relatan cómo fue ese momento en el que los médicos 'condenaron' a Kike

Y cómo lograron revertir esas malísimas noticias. A su hijo le dieron, como mucho, dos años de vida, pero ahora es mayor de edad


30 de noviembre de 2024 - 15:29 CET

Hace unos días, en una misma cita, el doctor en Psiquiatría Manuel Sans recibía un galardón. También el psicólogo especialista en bioneuroemoción Enric Coberta, la escritora Marián Rojas, la chef Pepa Muñoz, artistas como Paco Arango y Paz Padilla, la antropóloga Izanami Muñoz y Belén Domínguez, una joven sevillana con un tumor intramedular, que le ha llevado a contar su experiencia en un libro. Ocurría en la II edición de los premios Dona2, unos reconocimientos que nunca habrían salido a la luz de no ser porque sus organizadores jamás se plantearon tirar la toalla. No por la logística, las trabas o la financiación que una ceremonia de este tipo precisa… No nos referimos a algo tan “prosaico” si quieren. Hablamos de una rendición sin condiciones en un momento muy anterior. Concretamente a si se hubieran dejado llevar por una recomendación médica bastante, digámoslo suavemente, sui generis. Sustentada quizás por los vientos que corrían entonces, pero que hoy se nos antoja y sabemos que está totalmente fuera de lugar, por no decir que era inhumana. 

Bertín Osborne, Kike Osborne y Fabiola Martínez © Gtresonline
Bertín, Fabiola y su hijo Kike, durante la entrega de los premios Dona2, donde también el artista traspasó los poderes de la fundación

Pero ellos, los organizadores de esta entrega de premios, hicieron oídos sordos. Jamás habrían seguido las indicaciones “médicas”. De hecho, hicieron todo lo contrario y sentaron un precedente. Fabiola Martínez y Bertín Osborne se negaron a escuchar al médico que les dijo “no hay nada que hacer” hace ahora 18 años. Su hijo Kike había nacido con problemas y la mejor opción era un “a otra cosa, mariposa”. Ese fue el revulsivo, vehemente e impetuoso, que les hizo trabajar a la contra y construir una esperanza. A base de talleres y también, de ladrillos. Hoy tiene la forma de la Fundación Bertín Osborne. Perdón, Fundación Kike Osborne, porque aquel niño es mayor de edad cuando sin embargo, no le daban ni dos años de vida. De ese abismo tan oscuro al que se asomaron sus padres para luego tomar impulso y arrojar luz a otros como ellos, hablamos largo y tendido con los personajes secundarios de esta historia de superación: con Fabiola y Bertín.

Fue hace dos semanas, en las páginas satinadas de ¡HOLA! Con motivo del cumpleaños de Kike y la intención de sus padres de que sea él ahora el motor y la energía de una Fundación que nació por él pero para ayudar a los demás. La Fundación tiene ya su nombre pero atesora 15 años de andadura.

Bertín Osborne y Fabiola Martínez con su hijo Kike© Javier Alonso
Fabiola y Bertín, posando con su hijo Kike para ¡HOLA!

—Bertín, ¿hasta qué punto la Fundación ha sido en este tiempo una forma de, incluso, autoayuda para ti y Fabiola?

—El origen no fue exactamente ése aunque, luego, como te contará Fabiola, nos ha llevado a otros “lugares”. Te explico por qué. Nosotros teníamos muy claro lo que teníamos que hacer con Kike. De hecho, estuvimos en Estados Unidos, varias veces en los institutos en Filadelfia. Teníamos claro lo que teníamos que hacer, pero lo que sí que veíamos a nuestro alrededor a mucha gente que nadie tenía ni idea de por dónde empezar. Al ver ese desconcierto y saber que podíamos ayudar a muchas familias que de verdad viven un drama dimos ese paso. Lo hicimos y…

—...Y podíais no haberlo hecho. Quiero decir, que nació de un sentimiento de empatía

—Sí porque no teníamos por qué, claro. Nosotros teníamos organizadísima la vida y la terapia y los tratamientos y todo... Podíamos habernos centrado en nuestro hijo y sanseacabó. Lo que pasa es que cuando tú vas a clínicas; a hospitales; te ves en médicos… y ves la tragedia que hay alrededor, si puedes poner un granito de arena y facilitarle la vida a alguien, ¿cómo no lo vas a hacer? Sentimos que era nuestra obligación. Y por eso empezamos. Nosotros, en la fundación, jamás, nunca hemos utilizado ningún recurso con Kike. Ni terapias, ni sillas, ni nada. Fue algo que Fabiola y yo acordamos desde el principio. 

—Pero ¿no hubo un momento para vosotros de total desconcierto?

—Claro que sí. Es que el mundo de la lesión cerebral es un mundo totalmente desconocido y el cerebro es el órgano más desconocido del cuerpo… Es muy difícil que alguien te indique el norte. Y esa desorientación lo vivimos también desde el día uno. Nuestro compromiso fue que intentaríamos a ayudar a aquellas personas que estaban tan perdidas como nosotros, que éramos el 100%.

 —Por eso te decía, que fue un gesto de generosidad…

 —Mira, a nosotros nos dijeron “No hay nada que hacer… No tienen nada que hacer”.

—¿Cómo?

—Como lo oyes. Así nos lo dijeron: “Ocupaos de otros hijos que tengáis y olvidaos, que no hay nada que hacer”.

"A nosotros ni se nos pasó por la cabeza pero, eso mismo mensaje se lo dicen a una pareja que no tiene recursos o que está sola, que no sabe ni por dónde empezar… ¿cómo no se va a querer morir? Hacer eso es un horror para las familias"

—Me quedo loco.

—Nosotros, eso ni nos lo planteamos. Jamás. Pero es que ese tipo de cosas te las decían. Créeme. Hace 18 años, eso te lo decían. 

—Es increíble.

—A nosotros ni se nos pasó por la cabeza pero, eso mismo mensaje se lo dicen a una pareja que no tiene recursos o que está sola, que no sabe ni por dónde empezar… ¿cómo no se va a querer morir? Hacer eso es un horror para las familias. Y, sobre todo, para los niños, porque si sigues esa “recomendación”, quién se va a ocupar de los niños. Ese fue el motivo fundamental de por qué nosotros hicimos esto, porque pensábamos que el estado de las cosas era un desastre. Y nosotros podíamos hacer algo: ayudar.

—Afortunadamente, las cosas han ido a mejor. 

—Hoy, quince años después, seguimos. Es un proceso. Ha sido un proceso. Mucha gente empieza a tomar conciencia de que las cosas es mucho mejor hablarlas. Al cabo del tiempo, te das cuenta de que si tú hablas mucho de un tema del que nadie quiere hablar, al final acaba hablando todo el mundo. Porque todo el mundo tiene alguien cercano en una situación parecida. Todo el mundo. Nosotros decidimos hacerlo y por supuesto, creo que ha sido una decisión fantástica. 

—Eso… Te resarce de alguna manera

—A ver, el problema lo tiene cada uno en su casa. No es un consuelo; es una responsabilidad y una obligación. Es muy bonito cuando llegan los padres y dicen: “Bertín, mi hijo ya no babea; mi hijo ha dado tres pasos; mi hijo ya no tiene las crisis que tenía”. Que hay muchas cosas que abordar, ¿sabes? Por ejemplo: ¿Qué puedes hacer legalmente cuando tu hijo tiene una discapacidad? Pues tenemos cursos de soporte legal. Un equipo jurídico que te asesora, te ayuda y… siempre te encuentras con un padre que te dice: “Jod* no tenía ni puñetera idea de que nosotros podemos aplicar a unas ayudas que nadie nos había dicho”, ¿no? Ves a ese agradecimiento por el trabajo bien hecho y te animas a seguir ya seguir. Y esa esa una una responsabilidad que asumió Fabiola al 100%.

Fabiola dio a luz a Kike en 2007. Fue un bebé prematuro y con una parálisis cerebral a causa de una infección de Listeria durante el embarazo… 

HOLA+4191 Bertín Osborne© Javier Alonso

—Fabiola, ha habido algún momento en que tú has dicho: “He hecho esta inversión vital y personal y me resarce porque es mi hijo y me resarce porque ayudo a otras madres o familias como yo pero yo… a lo mejor, no habría querido hacer esto en mi vida”. ¿Has tenido esa sensación de rabia, de revirarte contra el destino?

—Tuve rabia cuando nació Kike. Pero porque me enfrentaba a la aceptación. Primero a la pérdida de las expectativas del hijo que yo pensaba que iba a tener… Sé que lo que te voy a decir es muy personal pero… a mí Kike me ha enseñado tantas cosas que yo no cambiaría eso por nada del mundo. En serio que no. Para mí, Kike no es solo mi hijo, es un maestro de vida. Y cada vez que me enfrento a cosas y veo cómo es él, cómo es su fortaleza, sé que Kike me enseña, pero que me enseña muchísimo. Solo al principio decía eso de: ¿Pero por qué? Después, siempre, doy las gracias a Dios de que me lo haya dejado todo estos años… Sin él, yo no sería la Fabiola que soy.

—¿Te ha reconstruido de alguna manera?

—Si no hubiese tenido la oportunidad de ser la madre de Kike, no sería quién soy. Eso lo tengo clarísimo. Mis padres son mayores y sé que, al final, hablando de cuidar, por ley de vida estaré con ellos, pero no hay ninguna ley de vida que diga que tu hijo va a hacer con discapacidad. Creo que, en su momento, cuando nació Kike, ocurrió la oportunidad de ser de una manera o de otra. Como en una intersección en la que puedes tomar una mala decisión y coger un camino totalmente diferente o una buena decisión y alegrarte de cómo te vienen dadas. Y así fue. 

—Aceptar la transformación…

—Y dejar la rabia a un lado y decir…

—Soy mejor a como era… 

—Uf, llegar a esa conclusión cuesta años (risas) Mira, a mí realmente lo que me cambió fue salir del por qué a mí por qué a mí. Y entender que no se trataba de mí.

"Es muy bonito cuando llegan los padres y dicen: “Bertín, mi hijo ya no babea; mi hijo ha dado tres pasos; mi hijo ya no tiene las crisis que tenía"

—Que el foco no está en ti, ¿no?

—Claro, porque en ese fustigamiento no estás pensando en el niño, están pensando en si lo hiciste bien, en si tuviste la culpa, en por qué mereces eso… Es un “yo yo yo” constante. Tienes que dejarte a un lado, y cambiar de foco, porque no está en ti. No está en tu frustración o en tu dolor. Está en la esperanza de poder ayudar a ese niño que es otra persona. Que es persona.

—Es un trabajo emocional añadido 

—Totalmente. E imprescindible para sobrevivir. Porque ahora ya no tanto, pero antes, cuando tú llevabas a tu hijo a un centro de rehabilitación, los profesionales te decían: “Espere afuera. Es que si el niño la ve, se pone a llorar y se pone nervioso”. Y tú, como madre, sentías que te tenías que apartar, que para eso estaban los profesionales. Pues ése es un mensaje que a las madres nos pesa, porque empezamos a sentirnos como que somos parte del problema. Algo así como: “Mi hijo no hace lo que tiene que hacer porque estoy yo. Por mi culpa". Y, no, perdona. Tú lo has visto tres veces en tu vida y, ¿quieres saber más de mi hijo que yo que sé lo que le está pasando con que solo me levante la ceja? Durante mucho tiempo y en muchos sitios, a las familias se nos ha hecho sentir como que no sabemos. O que no tenemos que involucrarnos tanto. O que no podemos opinar… Así que, en nuestro caso fue: ok, fenomenal, es verdad, hay familias no sabemos nada. Pues vamos a aprender. Porque cuando ya sabemos, ya hay otro tipo de comunicación. Si empoderamos a las familias, esa madre o ese padre será capaz de replicar: "No, yo me quedo. Prefiero veros, porque así aprendo". 

HOLA+4191 Bertín Osborne© Javier Alonso

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