En los últimos años, una y otra vez se decía que Silvia Pinal estaba a punto de fallecer, y una y otra vez, ella salía del hospital con la sonrisa intacta y demostrando que aún era la mujer fuerte y aguerrida que conquistó al mundo con su talento. La diva del cine de oro mexicano, y musa de Luis Buñuel, no era solo una leyenda viva, sino la “matriarca” de su familia. Sin embargo, este 28 de noviembre, se cerró el telón para ella, a los noventa y tres años. La sobreviven sus hijas, la también actriz Sylvia Pasquel y la cantante Alejandra Guzmán; su hijo, Luis Enrique; sus nietas Stephanie Salas y Frida Sofía; y sus bisnietas, Michelle Salas –la hija que Luis Miguel tuvo con Stephanie Salas cuando ambos eran muy jóvenes– y Camila Valero.
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Una de las primeras personas en dar un sentido adiós a la actriz mexicana ha sido Paloma Cuevas. Silvia Pinal, como ya hemos mencionado, era la bisabuela de Michelle Salas, la hija de El Sol: "Hasta siempre, Silvia. Tu legado será eterno por tu inconmensurable talento, que deja una huella indeleble en el mundo de la cultura. Te recordaremos siempre" ha escrito la empresaria y diseñadora en sus redes sociales. Como dato curioso, Silvia Pinal recordaba con mucho cariño a Victoriano Valencia, el padre de Paloma Cuevas: “De Victoriano guardo un muy buen recuerdo”.
La "maldición" de Viridiana
En una de las últimas entrevistas que Silvia Pinal concedió a ¡HOLA!, con motivo del lanzamiento de sus memorias (Esta soy yo), a la pregunta de si había algo de lo que se arrepentía de su vida, respondió con abrumadora seguridad:“¿Arrepentirme? No. ¡Qué feo! Con todo lo que he vivido, estoy muy contenta y agradecida”. Su belleza, pero quizá aún más, su personalidad, hicieron que su fama escalara sin prisa, pero sin pausa, durante décadas. En 1955, el fabuloso muralista Diego Rivera –esposo de Frida Kahlo– le pintó un retrato que hasta hoy cuelga del muro principal de la casa de Silvia Pinal. Como nos contó en su día, cuando ella le preguntó que cuánto le debía por aquel lienzo tan extraordinario, el pintor le contestó: “Pues… fíjese que no. Con eso de que hoy es el día de su santo, ¿qué le parece si se lo regalo? Así fue como terminó regalándome ese cuadro que había pintado durante semanas para mí”. En 1959, Silvia Pinal fue reclamada nada más y nada menos que por el director italiano Vittorio de Sicca. Después, conoció a Luis Buñuel y todo cambió para ella. El genio de Calanda, nacionalizado mexicano desde 1948, se encontró por primera vez con Silvia Pinal en un prestigioso hotel de Madrid. El encargado de presentarlos fue el actor Francisco Rabal. “Es una vanidad muy grande lo que voy a decir —reveló años después—, pero yo escogí a Luis Buñuel, no él a mí. Cuando conocí su obra, me encantó, me enamoré de su cine, de su humor negro, de su manera de ser y su peque no descansaría hasta ser dirigida por él… ¡Y lo logré!”. En aquella primera cita, Silvia Pinal, que llegó junto a su esposo, Gustavo Alatriste, le propuso la realización de “Viridiana”. El cineasta aragonés se mostró reticente al principio. Es más, le preguntó a la estrella mexicana que si tenía algún productor interesado en el proyecto. “Tengo, don Luis. Aquí, mi marido”. Cuando Luis Buñel le preguntó que por qué su marido querría desembolsar tanto dinero, ella simplemente respondió: “Porque me ama, don Luis”. El papel fue suyo.
Sin embargo, el título de aquella película, que le proporcionó tantas alegrías –ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes–, fue también una palabra maldita en su familia. Su querida hija, a la que bautizó como Viridiana, falleció en un accidente automovilístico cuando tenía diecinueve años, pero la desgracia ligada a ese hombre aún no había terminado en su familia. Sylvia Pasquel bautizó a su hija con el mismo nombre que tenía su hermana. La pequeña Viridiana Frade murió a los dos años ahogada en una piscina. A pesar de todo lo anterior, Pinal siguiór ecordando con inmenso cariño a Luis Buñuel y a la película que le encumbró a la fama: “Él cambió mi vida”, declaró en 2017.
Recuerdos de un matriarcado
“Desde el momento en que murió mi abuelo, mi familia se convirtió en un matriarcado, y hasta la fecha sigue siéndolo. Por una u otra razón, a nosotras las mujeres nos ha tocado ser las proveedoras y encargadas de sacar adelante a nuestras familias”, compartió la actriz en sus memorias. Este matriarcado lo mantuvo hasta su último suspiro. Hace una década, la diva del cine mexicano nos abrió las puertas de su casa y posó con todas las mujeres fuertes que han nacido en ella: “En nuestra familia es muy común que lleguen mujeres –nos reveló–. Solo hay un hombre: mi hijo. Cuando iba al hospital a dar a luz, yo siempre iba con aretes para que, nada más nacer, les pusieran las ‘arracaditas’. El día que nació Luis Enrique, su padre me dijo: ‘Esta vez, guárdate tus aretes’”. A su bisnieta ,Michelle Salas, le dedicó muchas buenas palabras: “Es una muchacha lindísima, trabajadora y muy luchadora. No se ha confiado en nada. Siendo quien es, podría haber abusado o haber pedido, pero ella ha preferido salir adelante con sus medios… ¡y lo ha hecho muy bien!”
Para ninguna de estas mujeres fue fácil vivir bajo la sombra de un mito, tal y como nos explicó su hija Sylvia Pasquel: “Ser hija de un icono tiene muchas etapas. Al principio, sentí mucha soledad. Mi madre era una joven muy talentosa. Estaba comenzando y viajaba mucho para rodar sus películas. Ella trató de cubrir este aspecto trayendo a mi abuelita o a mis primos, pero lo cierto es que la figura materna estaba mucho tiempo fuera de casa. Después, llegó una etapa en la queme decían: ‘No seas actriz, porque nunca le vas a poder llegar a tu mamá. ¡Ella es un monstruo! Siempre te compararán con ella’. Luego, te das cuenta de que a todas nos comparan con todas”.
El caso de Alejandra Guzmán
El influjo de Silvia Pinal era tan fuerte, dentro y fuera de su familia, que todas sus descendientes se dedican al mundo del espectáculo unas en el mundo del cine–recientemente se ha incorporado a este rubro su bisnieta, Camila Valero–; otras al mundo de la moda, como Michelle; algunas al cine y teatro, como su hija Sylvia, y finalmente otras al mundo de la música como su nieta Stephanie Salas y su hija, Alejandra Guzmán, más conocida en su país natal como “La Reina de Corazones”, quien siguió no solo la estela de su madre, sino también la de su padre, Enrique Guzmán, uno de los primeros roqueros de México.
Su matrimonio con Enrique Guzmán fue, en un principio, muy mediático e idílico, pero según narró la actriz muchos años después, aquello terminó como una auténtica pesadilla. “Al primer golpe debí tomar la decisión e irme. Sin embargo, hubo algo que no perdí y a lo que me aferré: mi disciplina, mi trabajo y, por supuesto, mis hijos”. Tanto Alejandra como Luis Enrique son fruto de este matrimonio que tantas lágrimas le costó a Silvia Pinal: “Aunque ya está superado es una situación que me entristece y duele”. Cincuenta años después de losucedido, el cantante confirmó que en una ocasión “le falté el respeto a la señora”. Alejandra Guzmán vivió una adolescencia rebelde y se volcó en la música. Durante años, ha sido una de las artistas con más éxito en su país y en toda América Latina. Del “matriarcado” Pinal han surgido muchas mujeres con personalidades explosivas. Han seguido su instinto para emprender el camino que deseaban, pero en los momentos importantes han permanecido unidas. En una ocasión, Michelle Salas le preguntó a su bisabuela que por qué tenía tanta energía y vitalidad. Silvia Pinal le respondió: “Porque trabajo en lo que amo”. Con ese amor a su profesión y a los suyos llegó hasta el último día.