En París todo está listo para una de las citas más esperadas al año: el Baile de debutantes. También conocido como Le Bal, reúne a una veintena de jóvenes de la realeza, aristocracia y de algunas de las familias más influyentes del mundo empresarial y artístico en una velada única que supone su inolvidable presentación en sociedad. El hotel Shangri-La de la capital francesa, un antiguo palacio con vistas a la Torre Eiffel, es el escenario de esta cita internacional que se remonta a siglos atrás y cuya historia repasamos a continuación.
A los fans de Los Bridgerton les resultarán muy familiares esos bailes de la alta sociedad que, ante la presencia de la Reina, reunían a damas y caballeros en edad de casarse para que de ahí surgiera el matrimonio. Esos 'cortejos' que atrapan a los espectadores en la serie de Netflix son precisamente los que han servido de inspiración al Baile de debutantes. Porque, a pesar de que la función actual no es buscar pareja, sí se trata de un evento vinculado a la tradición inglesa del siglo XVIII en el que las jóvenes eran introducidas en la sociedad, vestidas con batas blancas, guantes blancos y tiaras.
Francia acogió el Baile de debutantes entre 1957 y 1973. Se produjo entonces un parón que tardó dos décadas en reiniciarse. En esta segunda etapa fue Ophélie Renouard la encargada de revivir esta tradición a la que impuso sus propias normas para adaptarlo a la modernidad, manteniendo a la vez esa magia de siglos atrás. Ella es una de las relaciones públicas más prestigiosas del país galo, estudió psicología en La Sorbona y comenzó su carrera laboral de la mano de la familia Taittinger, dueños de un holding al que pertenecen hoteles y lujosas firmas. Fue en ese contexto donde comenzó a celebrar Le Bal, que ha seguido llevando a cabo ya sin el paraguas de la todopoderosa empresa, que se vendió en 2010.
Renouard sabe lo importante que es apostar por la internacionalidad en un evento así, y es que es un rasgo que forma parte de su ADN. No en vano, nació en Vietnam, con diez años se trasladó a París y veraneaba en San Francisco con su madrina estadounidense. Ahora su día a día se divide entre Europa, Estados Unidos y Asia. Una visión única del mundo que la mueve cada año a 'descubrir' a jóvenes de todo el mundo para esta cita que reúne a debutantes de hasta doce nacionalidades. Apuesta por la armonía entre naciones, por el empoderamiento de las nuevas generaciones y, principalmente, por la solidaridad. Y es que el objetivo no es otro que recaudar dinero para organizaciones benéficas que ayuden a las mujeres jóvenes, causas que cambian en cada edición para poder aportar su granito de arena en diferentes colectivos.
Hay una particularidad en esta celebración: no se sacan entradas a la venta para participar en Le Bal. ¿De qué manera se elige a las debutantes y los cavaliers? Por invitación. Es Ophélie Renouard la que decide quién forma parte. Prácticamente, todos los años ha contado con jóvenes de nuestro país. En 2024 estará presente Eugenia, la hija de Luis Alfonso de Borbón y Margarita Vargas, que se une así a una exclusiva lista de españolas participantes como Cósima Ramírez, Daniel Figo, Victoria y Cristina Iglesias Rijnsburger, Amina Martínez de Irujo, Tatiana Shin Botín-Sanz de Sautuola y Almudena Lapique, entre otras.
Le Bal es además la ocasión perfecta para que las jóvenes se sientan auténticas princesas por un día. La moda tiene un papel fundamental en la velada, ya que las firmas de Alta Costura se dividen para vestir a cada una de las debutantes. Llevan estilismos de ensueño firmados por Stephane Rolland, Giambattista Valli, Oscar de la Renta, Gaultier, Elie Saab, Dolce & Gabbana, Christian Dior, Vivienne Westwood y Georges Hobeika son solo algunas de las casas que crean estos looks de ensueño. Cada debutante deja por unas horas las prendas casual de su armario para lucir un estilismo completamente personalizado, con joyas de ensueño. Los cavaliers, acompañantes de las debutantes en su gran noche, llevan frac con pajarita blanca.
Un hotel muy royal
En las primeras ediciones, Le Bal se desarrolló en diferentes escenarios: hotel de Crillon, el Automóvil Club de Francia, el Palacio de Chaillot y el hotel The Peninsula. En 2018 la velada se pasó al Shangri-La, un escenario capaz de transportar a los asistentes a siglos atrás. Situado en el distrito 16 de París, en la orilla derecha del río Sena, a escasos metros de los Campos Elíseos y de la Avenida Montaigne, fue la residencia del príncipe Roland Bonaparte (sobrino nieto de Napoleón) y está considerada monumento histórico. Alberga 100 habitaciones con vistas a la Torre Eiffel, dos restaurantes (incluyendo el Shang Palace, con estrella Michelin), cuatro salones para celebraciones como esta fiesta y una zona de spa con luz natural y una piscina de 17 metros.