Raphael, el 'robabombillas' con más talento del planeta, tiene ochenta y seis años y una energía envidiable. En plena promoción de su último trabajo discográfico, el artista de Linares repasa capítulos de su vida de película, durante una entrevista en El español, y sorprende con sus recuerdos; en especial, con aquellos ligados a Ava Gardner, 'el animal más bello del mundo'. La actriz, muy vinculada a España, como probó la aplaudida serie de Paco León, Arde Madrid, conoció a Raphael al otro lado del Atlántico, en los años sesenta, en México. Él rodaba a las órdenes de Vicente Escrivá El golfo. Ella disfrutaba del bello Acapulco desde la villa de Frank Sinatra, aunque 'La Voz' y la condesa descalza más famosa del Séptimo Arte llevaban separados varios años. Entonces, según ha contado Raphael ahora, pero también en sus memorias, ¿Y mañana qué?, sucedió lo inesperado: “Tuve una aventura con Ava Gardner: me sorprendía que una mujer de ese tamaño se fijase en un chiquilín...”.
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No es extraño que Raphael se haya referido en distintas ocasiones de su vida a este sorprendente capítulo. Lo tiene todo para atraer: joven artista con una proyección internacional descomunal conoce a actriz del Olimpo de las diosas hollywoodiense y viven una ensoñación propia de una película. Como contó Raphael en una entrevista de hace años para la agencia EFE: “Juntos, los dos, estábamos muy bien, gracias a Dios […] Yo era un pimpollo y estaba bastante bien, y ella no estaba mal todavía. Salimos más de un mes y más de dos”. Por aquella época, aún no estaba en la vida del cantante la mujer de la que lleva enamorado más de cinco décadas: Natalia Figueroa. Si Ava Gardner, fallecida en 1990 de una neumonía, ya es leyenda; Raphael, un octogenario en la flor de la vida, sigue forjando la suya propia: “Natalia –siguió contando para EFE– todavía no existía en mi vida. Luego lo entendió perfectamente. Son cosas que uno hace cuando tiene cierta edad […] Ha habido más… y más famosas que Ava”.
Acapulco: el idílico paraje de un encuentro único
Casi dos décadas antes del encuentro que nos ocupa, Agustín Lara había escrito una canción inmortal a su gran amor, la indómita actriz María Félix, María Bonita. No es tan difícil imaginar a Raphael entonando para otra actriz ingobernable algunas estrofas de ese tema universal: “Acuérdate de Acapulco / de aquellas noches, María Bonita”.
Según narró en sus memorias Raphael, “Ava Gardner era un ciclón”. Y añadió, según recogió Manuel Román en un extenso reportaje para Chic: "Acabé pensando que aquella mujer de ojos verdes y bella más allá de los límites de lo humano, andaba medio enamorada de mí. Cada cual es dueño de imaginar cuanto quiera, y lo cierto es que aquello, entre la Gardner y yo, superaba la frontera de una simple amistad. Con motivo de mi cumpleaños, Ava tiró la casa por la ventana, en la villa de Sinatra, y se pasó la fiesta literalmente colgada de mi cuello o de mi brazo. El caso era estar colgando de mí… Posesiva, caprichosa, imprevisible… Me seguía, nos seguíamos a todas partes".
El 'ciclón' Ava era una genuina enamorada de España. En 1951, aterrizó en nuestro país para rodar Pandora y el holandés errante. Cuatro años después, hizo las maletas y se mudó por largas temporadas a Madrid donde vivió durante doce años en tres casas diferentes: la de La Moraleja, en un apartamento de la calle Oquendo y en la colonia de El Viso. En la capital de España se forjó una fama que jamás la abandonaría, la de “devorahombres” con especial gusto por los toreros, y más si estos se llamaban Luis Miguel Dominguín o Mario Cabré. Hubo una frase, de dudoso gusto, que definían a la actriz y a su compatriota, Ernest Hemingway, otro enamorado de España: “No hay en Madrid un bar en el que no haya bebido Hemingway ni hombre que no se haya acostado con Ava Gardner”. Exageraciones con cierto poso de realidad, según recopiló en su día Terence Moix con su imprescindible libro Beberse la vida, sobre las escandalosas correrías de la diva por la España franquista.
Ante todo lo expuesto anteriormente, no es de extrañar que el hecho de encontrarse a un muchacho bien parecido en México le recordara aquella vida libre que había disfrutado en España. Raphael se dejó querer impactado por la salvaje belleza de una mujer de más de cuarenta, pero que conservaba un atractivo electrificante. “Era muy jovencillo y se me ocurrió la peregrina idea de ir con Ava y Shirley –se refiere a Shirley Jones, actriz de El golfo–, a ver a Sara Montiel, que actuaba en 'El patio', la sala en la que yo solía cantar en Ciudad de México, la capital. La ida fue bien, pero el vuelo de vuelta fue tan horrible que pensé que ahí se acababa todo para nosotros. Una cláusula de mi contrato me impedía abandonar Acapulco y me llevé una buena bronca, la primera y última, que me dio Escrivá”.
Locuras de juventud que no se olvidan jamás.
Ava, la diva
Qué ojos verdes los de Ava Gardner, llamada en realidad Ava Lavinia. No lo tuvo fácil. Cuando era niña sus padres lo perdieron todo, pero a golpe de pestañeo y talento se hizo un hueco en Hollywood. ¿Su incursión en el Séptimo Arte fue producto de una de esas serindipias cinematográficas que tanto nos gustan? Puede ser. A los dieciocho años, visitó a su hermana Beatriz, que vivía en la Gran Manzana y estaba casada con un fotógrafo que tenía un estudio en la Quinta Avenida. Asombrado por la belleza de su cuñada, se ofreció a hacerle unos retratos que colgó en el escaparate de su tienda… y entonces, se produjo el milagro. A Barnard Duhan, cazatalentos de la Metro-Goldwyn-Mayer, le valió un vistazo para saber que allí había oro molido.
En 1946, después de varios trabajos en papeles menores, le llegó su oportunidad en un filme basado en el relato de un viejo conocido del que ya hemos hablado, Ernest Hemingway. Ava Gardner actuó en Los asesinos, junto a Burt Lancaster y Edmond O’Brien. Fue su bautismo de fuego en la Meca del Cine. Una década después, ya había sido consagrada entre las grandes de Hollywood, y logró una nominación al Oscar por Mogambo, junto a Grace Kelly y un insustituible Clark Gable.
Ava Gardner fue reconocida en vida por su atrayente belleza y por ser un animal escénico que seducía a los objetivos y, por ende, a los espectadores de sus filmes. Sin embargo, en ocasiones, su físico hizo que se distorsionaran un poco sus méritos por su capacidad interpretativa y que venciera, por goleada, su físico perfecto y su vida sentimental, turbulenta y pública.
Estuvo casada en tres ocasiones y las tres veces con personajes archiconocidos: Mickey Rooney, su primer esposo, un matrimonio de apenas un año cuando ambos eran muy jóvenes y ajenos a las artimañas de Hollywood; Artie Shaw, el clarinetista y director de orquestas de jazz, que se había casado previamente en cuatro ocasiones, en una de ellas con Lana Turner (es decir, que su vida sentimental era casi más confusa y agitada que la de Ava); y con Frank Sinatra, con quien protagonizó un matrimonio de seis años, el más largo de su vida. Sinatra fue, probablemente, el hombre que más la amó, pero también el hombre con quien más se peleó.
Cuando ya no era la bella salvaje de Hollywood, se sentía enferma (sufrió una apoplejía) y muchos le dieron la espalda, Frank Sinatra no le soltó la mano y mantuvo siempre una sólida amistad con Ava Gardner. Hay una canción del repertorio clásico del jazz, I’m a Fool to Want You, cuya letra refleja la historia de amor de ambos. De hecho, en sus memorias, Ava Gardner: The Secret Conversations, la actriz admitió que la letra de ese tema era “muy personal”. Y cantaba 'La Voz' pensando en la belleza extrema de Ava Gardner, su esposa, su bendición y martirio: “Soy un tonto por desearte, soy un tonto por quererte y por desear un amor que no puede ser verdad, un amor que también está ahí para los demás”.