No ha de ser fácil estar en la piel de Arun Subramanian, el juez federal responsable, por el momento, del mediático caso de Sean 'Diddy' Combs, quien espera en prisión su juicio por los cargos, entre otros, de asociación ilícita y tráfico sexual. Los abogados defensores del polémico artista han visto una y otra vez cómo sus solicitudes para conseguir la libertad bajo fianza –por la desorbitante cantidad de cincuenta millones de dólares– han sido denegadas. El juez Subramanian rechazó la idea de concederle esa libertad bajo fianza en su mansión de Florida, a pesar de las estrictas condiciones de la misma (arresto domiciliario sin acceso a internet). El hecho de que la residencia del músico, en Miami, cuente con un muelle encendió las alarmas sobre una hipotética fuga. Sin embargo, el juez no se cerró del todo a la posibilidad de concedérsela si el confinamiento lo cumplía en un apartamento ubicado en el Upper East Side, de Manhattan, y con seguridad las veinticuatro horas del día. Si bien la decisión iba a ser tomada el pasado 22 de noviembre, se aplazó, y hoy en día aún se desconoce si Sean ‘Diddy’ Combs podrá pasar el Día de Acción de Gracias (el próximo jueves, 28 de noviembre) fuera del temible Metropolitan Detention Center de Brooklyn, en el que está encarcelado en la actualidad.
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En este polémico caso, que ha hecho temblar los cimientos de la industria musical, se están produciendo dos juicios paralelos: el que se realiza a través de los juristas y el mediático. El problema principal en estos momentos es que el segundo puede afectar los pasos y decisiones que se toman en el primero. El juez se encuentra en una encrucijada: por una parte, conocer las acusaciones realizadas por las más de cien presuntas víctimas de Sean ‘Diddy’ Combs, representadas por el abogado Tony Buzbee; y, por otra parte, escuchar a los abogados de Combs quienes aseguran que su cliente niega “enfáticamente” haber abusado de nadie y apostillan que el músico no puede “responder a todas las acusaciones infundadas en lo que se ha convertido en un imprudente circo mediático”.
Las estrategias de cada una de las partes
Después de una larga serie de varapalos judiciales, el juez Arun Subramanian ha dado la razón al equipo de abogados de Combs en un hecho puntual: ha excluido del proceso judicial ciertas pruebas presentadas por la fiscalía. Se trata de diecinueve páginas con notas personales de Puff 'Daddy', incautadas de la celda del músico durante una redada, ajena a su caso. Sus abogados, encabezados por Marc Agnifilo, de inmediato alegaron que esas notas formaban parte de la comunicación privilegiada entre cliente-abogado y que no podían ser esgrimidas como prueba de nada durante el juicio. Calificaron la incautación de esas notas personales como “una conducta gubernamental escandalosa” y una violación procesal. Sin embargo, la fiscalía mantuvo que las páginas incautadas no están protegidas legalmente por el privilegio abogado-cliente, porque se trataba de notas personales. El juez, en este punto, se decantó por la argumentación de los letrados que llevan el caso de Combs.
La Fiscalía no quita el dedo del renglón y sigue armando el caso contra quien, hace un año, se hallaba en la cima del mundo. Sin embargo, todo lo que había cosechado previamente, se está escapando de entre sus manos, como las llaves de la ciudad de Nueva York, que recibió de manos de Eric Adams, su alcalde, y que devolvió el pasado 10 de junio, cuando se hizo público el vídeo del fundador de Bad Boy Records, agrediendo a Cassie Ventura. Adams escribió una carta asegurando que estaba “profundamente perturbado” por los hechos y condenando “enérgicamente estas acciones. Me solidarizo con todos los sobrevivientes de violencia doméstica y de género”. En la misma línea de repulsa ante estas claras evidencias, la Universidad Howard anuló el título que le había concedido en 2014 (Doctorado Honorario) y retiró el programa de becas que llevaba su nombre.
Mientras que la opinión pública se divide entre quienes lo han acusado de antemano de culpable y quienes creen en su presunción de inocencia –si no de todos los cargos, de algunos de ellos–, la Fiscalía para el Distrito Sur de Nueva York asegura que “el acusado ha seguido participando en un curso implacable de conducta de obstrucción diseñada para subvertir la integridad de estos procedimientos”. Entre las pruebas que presentaron ante el juez alegaron que Sean ‘Diddy’ Combs había hecho llamadas no autorizadas, con el apoyo de al menos ocho reclusos. Estas llamadas, además de considerarse un privilegio con respecto a otros presos, según los fiscales le han servido para orquestar una campaña a su favor. Entre otros datos, aportan que él fue quien pidió a sus hijos que subieran a sus cuentas de redes sociales el vídeo en el que se les ve reunidos celebrando, alrededor de un pastel, el quincuagésimo quinto cumpleaños de su progenitor.
Como si se tratase de una de esas películas de juicios hollywoodiense, Fiscalía y Defensa se ‘arman’ de evidencias, argumentos y contraargumentos para ganar el caso.
Separar el trigo de la paja
En un juicio de esta envergadura, y con esta exposición mediática, no es raro que la verdad se vea opacada por cientos de teorías conspiratorias, de la aparición de falsos testigos en busca de su minuto de fama, y de mucho ruido y pocas nueces. La labor del juez consiste en separar el trigo de la paja, la verdad de la suposición, y las pruebas fehacientes de las hipótesis peregrinas.
En este sentido, a la trama principal (los múltiples cargos presentados contra el magnate de la industria discográfica) se unen una infinidad de subtramas, algunas de ellas surgidas para despistar del tema principal: la existencia de presuntas víctimas que claman por justicia. Entre estas subtramas, según cuenta The New York Times, la que protagoniza Courtney Burgess, un actor secundario de la industria musical que, según ha manifestado por el ciberespacio, tiene en su posesión vídeos que demuestran los polémicos encuentros sexuales de los famosos en las fiestas de Combs. Mientras que los fiscales lo han convocado para declarar, los abogados de Combs han tildado las afirmaciones de Burgess de “ridículas” y de “falsas e indignantes”; y han dejado en claro que toda la discusión pública en torno a la existencia de esas grabaciones es “profundamente perjudicial” para su cliente. Es más, han señalado que las autoridades “están avivando el fuego de las teorías conspiratorias en línea e imposibilitando que el señor Combs tenga un juicio justo”.
Courtney Burgess prestó declaración hace un mes en un tribunal de Manhattan. A las puertas del mismo, concedió una entrevista a los periodistas allí congregados y expuso su verdad. Este hombre de pasado oscuro que pertenece, como Combs, al mundo del hip-hop, relató que había recibido ese material gráfico, que tanta especulación ha generado, en 2008, después de una grabación en un estudio de Atlanta. Según su versión, un ejecutivo musical, Shakir Stewart, le entregó un sobre amarillo con dos memorias de USB de Kim Porter, madre de tres de los hijos de Combs. Según Burgess, en un principio él no prestó ninguna atención al material que contenía los USB, porque pensó que podrían ser demos. En 2018, tras la muerte de Kim Porter, recibió más material gráfico de un amigo del que no quiso desvelar el nombre. Entonces, recordó aquellos archivos y se dio cuenta de la importancia de los mismos, porque además de grabaciones comprometedoras, estaba un borrador de memorias de Kim Porter.
Sobre este último, Burgess podría habérselo entregado a Chris Todd (“autor independiente e investigador de casos sensacionales”), quien editó las cincuenta y nueve páginas y las puso a la venta en Amazon bajo el título de Kim’s Lost Words. Encabezó la lista de los más vendidos, pero Amazon lo retiró tras las denuncias de los hijos de Kim Porter, y de personas cercanas a su entorno que lo tacharon de fraudulento.
A pesar de este categórico desmentido por parte de familiares y amigos de Porter, la sombra de la duda sobre lo que es verdad y no lo es ya se ha instalado en el imaginario colectivo, alentada por un nuevo y poderoso ‘ejército’: el de los ‘investigadores’ e ‘influencers’ que quieren ir un paso por delante de los investigadores de sobrada experiencia y de la justicia, que no da puntada sin hilo para esclarecer uno de los casos más polémicos y oscuros, protagonizado por Sean ‘Diddy’ Combs, el hombre que se sentía imbatible.