Nos decía Antonio Banderas, en una ocasión, que su vida tiene algo de la Odisea de Homero. “De ese hombre que ha dado vueltas por todo el mundo, ha vivido aventuras y ha conocido a diversos personajes”. Y él, al igual que Ulises, ha regresado a su casa, Málaga, para embarcarse en nuevos proyectos y convertirse en su mejor embajador -aunque, con humildad, nos decía no considerarse como tal-.
“Quiero hacer cosas que creo que, desde aquí, pueden salir fuera. También para quitarnos muchos complejos de encima y darnos cuenta de que hay un gran talento a todos los niveles”, nos confesaba el actor, que hace cinco años cumplió su gran sueño: un teatro, el Soho Caixabank, que a día de hoy forma parte del ‘corazón’ cultural de la ciudad andaluza.
Pero no es el único -ni, seguro, será el último- reto con el que nos sorprende. Aquel joven malagueño que, en los años ochenta, partió en un tren con destino a Madrid, con quince mil pesetas cosidas -por su madre, doña Ana- en el bolsillo interior de su pantalón y muchas ganas de comerse el mundo; también se ha atrevido con la restauración.
Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, volvía a hablar con ¡HOLA! para contarnos los detalles de El Pimpi Marbella -la icónica taberna malagueña, con más de medio siglo de historia, de la que es socio-, que abrió sus puertas en el Puente Romano Beach Resort de la Costa del Sol.
Por su trayectoria como intérprete y su incansable trabajo en la escena cultural de Málaga, Antonio recibió, el pasado viernes 15 de noviembre, una nueva distinción: el Premio Fundación Magos al desarrollo cultural.
Un galardón -otorgado por esta organización que busca distinguir a los ‘magos’ (es decir, los sabios) que promueven el diálogo entre culturas y religiones, que destacaba su importante labor al impulsar -y poner en el mapa- su ciudad natal.
A la lista de premiados se sumaron, también, el bailaor Joaquín Cortés, la ministra Margarita Robles, la organización de Mujeres Nobel de la Paz, la Junta de Andalucía y el HCHF de Abu Dhabi.