Con la venia de Demi Moore –quien, a los sesenta y dos años, luce su palmito por medio planeta– hay dos mujeres septuagenarias que dejan sin aliento al personal sobre las alfombras rojas. Una viene del mundo de la moda, tiene setenta y cinco años, y se llama Vera Wang. La otra nació tres años antes que la diseñadora neoyorquina y la conocemos por Cher. Ellas dos conservan el secreto de la eterna juventud y, aunque dan algunas pistas de por dónde va el asunto, nunca lo han revelado del todo. En el caso de la cantante y actriz Cher –nacida en 1946, en California, con el nombre de Cherylin Sarkisian– una de las claves es, sin duda, la genética, a tenor de lo estupenda que lució su madre hasta su último aliento, Georgia Holt. Estos días, Cher está en pleno lanzamiento del primer volumen de sus memorias: Cher, The Memoir, Part One. La segunda parte, según comunicó el sello editorial Dey Street Books, podría ver la luz en 2025. ¿Y cómo son estas memorias editadas por un escritor fantasma? Seguramente, como la propia Cher: chispeantes, vivas, polémicas, salpimentadas de escándalos, pero, también, de sus dosis de ternura.
Su traumático paso por un orfanato
Si Cher publica sus memorias en dos tomos, las de su madre, Georgina Holt, fallecida en 2022, precisarían miles de páginas para plasmar todas las turbulencias de su vida y que, por tanto, le tocaron a Cher. Muchas de estas experiencias fueron reflejadas en el documental, producido por la propia Cher, llamado Dear Mom, Love Cher, de 2013. Como breve resumen: Georgina Holt, actriz y cantante como su hija, fue una de las últimas representantes de la Época Dorada de Hollywood. Se casó en seis ocasiones, aunque entre sus hijas, Cher y Georganne Bartylak, no hay acuerdo al respecto. Cher cree que sí fueron seis veces, pero Georganne se inclina porque fueron ocho las veces que su madre dio el 'sí quiero'. Este dato deja en evidencia la infancia tan inestable, nómada y desestructurada a la que sobrevivió la actriz.
Cher nació de milagro, según se lee en sus memorias –que, por cierto, la artista no ha leído en su versión final–. Su madre era una aspirante a actriz, que aceptaba los papeles que le ofrecían, por muy pequeños que estos fueran. El padre de Cher, John Sarkisian, era un personaje fuera de la Ley, con una severa adicción a las drogas, y un gusto morboso por la estafa. Contra todo pronóstico, se enamoraron y se casaron, cuando Holt no había cumplido los veinte años ni él los veintiuno. Cuando Georgina Holt se quedó embarazada tres meses después, el entorno le recomendó que abortara. “Gracias a Dios se levantó de esa mesa, o yo no estaría aquí para escribir estas páginas”, se lee en las memoirs de la protagonista de Hechizo de Luna.
Sus padres estaban tan rotos por dentro, y por fuera, que se sintieron incapaces de cuidar a un bebé. Sarkisian dejó a la pequeña Cher en un orfanato católico de Scranton (Pensilvania). Holt trabajaba de camarera en una cafetería, pagaba para que cuidaran a sus hijas, iba a visitarla a diario y, finalmente, logró recuperarla para vivir con ella, cuando la pequeña ya no era un bebé, porque andaba por su propio pie. No importaron los años que habían transcurrido: cada vez que Holt se acordaba de su hija, tan pequeña y sola en la casa de acogida, no podía evitar que afloraran las lágrimas de sus ojos. Dicen popularmente que segundas partes no son buenas y así fue en el caso de Holt y Sarkisian, porque diecinueve años después de su divorcio, se casaron de nuevo, aunque rápidamente volvieron a romper su matrimonio.
En las páginas de sus memorias, Cher revela que desconocía los detalles de su turbulenta infancia hasta muchos años más tarde. Con una infancia de este tipo, no extraña que Cher aspirara, consciente o inconscientemente, a una estabilidad que nunca había experimentado. “Demasiada rabia, demasiado miedo, demasiado…”, apuntilló para The New York Times sobre su infancia y adolescencia rebelde. Vivía en los aledaños de Los Ángeles, pero se codeaba con algunos de los hijos de las estrellas más rutilantes de la época. Jugaba con las hijas de Liza Minnelli y Dean Martin, y se habla de un flirtreo con Warren Beatty, diez años mayor que ella.
Y llegó Sonny Bonno
En los sesenta, la vida de Cher se cruzó con la del actor y músico de origen italiano, Salvatore Philip Bono. Ella tenía dieciséis años cuando le conoció en una cafetería; Sonny, su nombre artístico, veintisiete. En su tónica de inestabilidad, Cher se quedó sin domicilio y Sonny le ofreció un trato que no suena muy romántico que digamos: él le permitía vivir en su casa a cambio de que limpiase el hogar y le cocinase. Como puntilla, y para que la joven no se hiciera unas ilusiones que, en teoría, él no estaba dispuesto a satisfacer, le espetó: “No te preocupes, tengo camas gemelas… Y, sinceramente, no te encuentro especialmente atractiva”.
No la vería atractiva, pero se enamoró de ella hasta la médula. Se casaron en 1964, fueron padres de Chaz Bono y alcanzaron esa bendita fama que tantas veces les había sido esquiva, gracias a su dúo musical, Sonny & Cher. Temas como I Got you Babe se convirtieron en la banda sonora de toda una generación. En los setenta, cuando su economía no era demasiado boyante –él gastó ingentes cantidades de dinero para promocionar la carrera cinematográfica de Cher– un productor pensó que podrían ganar mucha audiencia si presentaban un programa de variedades. No estaba equivocado: The Sonny & Cher Comedy Hour revolucionó las trescientas sesenta y cinco líneas de los televisores estadounidenses. No obstante, las lentejuelas, la alegría y rabiosa vitalidad del programa, ocultaba una triste realidad para la pareja: su amor estaba dando los últimos coletazos.
Según la versión de Cher, a Sonny se le atragantó la fama y le pudo la soberbia. Se creyó en la absoluta posesión de la verdad y consideró a su esposa como un apéndice suyo, un ser inferior que debía escucharle, obedecerle y respetar la forma que él tenía de hacer las cosas. Pero Cher era y es mucha Cher. Tan pronto como se divorciaron, él fue cayendo en el olvido. En el lenguaje popular surgieron expresiones del tipo “eres un Sonny sin Cher”; algo así como ser un huevo sin sal. Insípido.
Antes de la separación, Sonny era consciente de que el poder que habían adquirido se debía a la suma del talento de los dos. Por eso, comenzó a temer que Cher alzara el vuelo y se alejara de su lado. La confianza extrema que ella depositó en su esposo hizo que no fuera consciente de cómo –primero discretamente y más tarde a espuertas–, tomaba su dinero sin pedir permiso. Para hacer un cálculo aproximado de la cantidad de la que estamos hablando bastaría con recordar que, en su día, llegaron a vender cuarenta millones de discos. Como Sonny & Cher, la teoría y el sentido común dirían que un cincuenta por ciento de los beneficios serían para Sonny y el otro cincuenta por ciento para Cher; sin embargo, Sonny creó una empresa llamada Cher Enterprises, de la que él era propietario de un noventa y cinco por ciento, y su abogado de un cinco por ciento. ¿Y para Cher? Pues nada.
Pero como la venganza es un plato que se sirve frío, han tenido que pasar cincuenta años de su divorcio –y más de veinticinco de la muerte de Sonny en un accidente de esquí– para que la cantante y actriz haya revelado detalles desconocidos de su separación: “Me desperté una mañana –temprano, como a las cinco– y simplemente pensé: ‘No voy a hacer nada más. Voy a dejarlo”. Su matrimonio tuvo muchos momentos de infelicidad, también algunos muy gratificantes, todo hay que decirlo. Pero Sonny le fue infiel en numerosas ocasiones. Ella lo perdonaba una y otra vez. Hasta que ya no pudo más: “Estaba mareada de soledad”. Tan mareada y sola que pensó en el suicidio: “Vi lo fácil que sería dar un paso y simplemente desaparecer. Durante unos minutos locos, no podía imaginar otra opción”. Pero encontró otra opción: vivir intensamente. El primer volumen de sus memorias termina con una conversación entre Cher y Francis F. Coppola. Ella desea dar el salto definitivo de la música al cine. El famoso cineasta le formula la pregunta clave: “¿Y qué esperas?”. Quizá lo único que espera Cher es seguir sorprendiéndose con su larga e intensa vida.