De los numerosos actores todoterreno que pululan por Hollywood, Josh Brolin es uno de esos camaleones dispuestos a ponerse en la piel de quien dictamine el guion. Los nacidos en los setenta crecieron con él, tras su paso por una película icónica como Los goonies; pero aquel adolescente que cuestionaba nada más y nada menos que al mismísimo Steven Spielberg, hoy es un actor experimentado, de cincuenta y seis años, que ha pasado de lo más amable a lo más canalla de Hollywood a lo largo de las décadas… y ha sobrevivido. Josh Brolin ha escrito sus memorias, From Under the Trucks. El ‘asesino’ de Harvey Milk, el Thanos de Los vengadores o Gurney Halleck en la saga de Dune, se ha enfrentado a sus recuerdos, tanto los más nobles como los más tristes. De la muerte de su madre, Jane Cameron Agee, en un accidente automovilístico, cuando él acababa de cumplir veintisiete años; a la honestidad y crudeza con las que su madrastra, Barbra Straisand le hizo enfrentarse a su galopante alcoholismo y poner fin a esa espiral autodestructiva.
Las memorias de Josh Brolin no son autocomplacientes ni aspiran a evidenciar el “lado salvaje” del mundo del espectáculo. Igual que dan una de cal ofrecen otra de arena, dibujando un panorama bastante exacto de cómo se vivía en esa hoguera de las vanidades que era la Meca del Cine. Las anécdotas que desvela sobre Marlon Brando, John Travolta y, sobre todo, Barbra Straisand nos hablan de un mundo en el que todavía unos y otros deseaban echar una mano para salir invictos de la lucha diaria. A Josh, su adicción a las drogas y al alcohol estuvieron a punto de ponerle un fin oscuro a su carrera, pero logró remontar el camino perdido.
Los Brolin: una familia hollywoodesca, como los Barrymore
Josh Brolin nació del matrimonio formado por James Brolin –casado en terceras nupcias con Barbra Straisand, en 1998– y Jane Cameron Agee. Según confesó el propio Josh Brolin, en The Late Show with David Letterman, sus padres se conocieron durante el rodaje de la popular serie de televisión dedicada a Batman, que se emitió de 1966 a 1968. James hacía las veces del chofer, Ralph Straphylococcus, y Jane Cameron no era otra sino una aspirante a actriz de la Twentieth Century Fox y la ejecutiva responsable de las audiciones en la serie dedicada al bueno de Batman.
Al igual que los Barrymore, la familia de Drew, también muy vinculada con Steven Spielberg por su papel en la mítica película de E.T, Josh Brolin nació en el seno de una familia que vivía de y para el “show business”. De hecho, sus padres le bautizaron como Josh por Josh Randall, el protagonista de una serie extremadamente popular en los sesenta, Randall, el justiciero, protagonizada por Steve McQueen. Al igual que le ocurrió a Drew Barrymore, los ochenta no fueron una época fácil para ser un adolescente en Hollywood, donde todas las tentaciones estaban tan a mano. Vivió unos años muy turbulentos en los que desarrolló una importante adicción a la heroína y, sobre todo, al alcohol, su punto débil.
Con dieciséis años su vida era ya tan caótica, que su madre se vio obligada a echarle de casa, y terminó refugiado en el sofá de un departamento que su padre compartía con alguien. En este contexto, Steven Spielberg, un verdadero “salvador” para más “muñecos rotos” de Hollywood, le tendió la mano y, después de un cásting complicado, le dio un papel en los Goonies, aunque quizá en más de una ocasión se arrepintió por ello. Josh Brolin contó en alguna ocasión que no compartía la visión que el cineasta tenía sobre su personaje y que solía discutir vehementemente sobre el asunto. Al final, Spielberg le dijo: “Simplemente actúa. Simplemente di lo que hay en la página”. Con los años, descubrió que este consejo tan simple encerraba mucho conocimiento cinematográfico: “Tenía razón”.
También ha dado la razón sin discrepancias ni rencores a Barbra Streisand, una de las pocas personas que le confrontó y le hizo ver que debía salir del camino que había emprendido. La popular cantante entró en su vida en los años noventa, cuando conoció a James Brolin en una cita a ciegas, en 1996, y decidieron seguir caminando juntos por la vida de la mano. Según contó durante la promoción de sus memorias, Barbra Streisand fue la única que, en una ocasión que pidió una copa de vino, le espetó: “¿Pero no eres alcohólico?”. “Barbra es una persona muy directa. Discutimos durante años. Probablemente me recordaba, de alguna manera, a una versión mucho más sana de mi madre. Era una madre judía típica que me decía: ‘No puedes hacer eso porque te haría daño. Tienes que comer. Te ves demasiado delgado’”, reveló y añadió cómo terminó aquel rifirrafe entre la actriz y cantante y él: “Le dije: ‘Mira, no me vas a impedir hacer lo que quiero hacer. Soy un adulto’. Y ella me respondió: ‘No. Eres un alcohólico. No te voy a dar vino. Los alcohólicos no pueden beber vino, porque es malo para ellos’. Me encanta ese nivel de honestidad”.
A este respecto, se puede leer una frase en sus memorias, reproducidas parcialmente en The Sunday Times, que revelan el origen de la complicada relación entre el actor y el alcohol: “Nací para beber. Mi madre bebía exactamente como yo y me criaron para ser un hombre y beber como el equivalente masculino de mi madre”. También coqueteó con las drogas. Resulta increíble pensar que, tal y como confiesa en su libro, su primer contacto con las drogas, con la marihuana, se dio cuando apenas tenía nueve años.
Más de una década sobrio
En 2013, tomó la decisión de rehabilitarse para no regresar jamás al alcohol. Un día, se despertó sin recordar lo que había hecho horas antes. Solo tenía su imagen en nebulosa de él discutiendo en un autoservicio, pero no sabía ni el motivo ni cómo había terminado aquella pelea. Ese mismo día, fue a ver a su abuela, que ya tenía noventa y nueve años, y estaba muy enferma. Frente a ella, se hizo consciente de que aún le quedaba por vivir al menos la mitad de su vida y que quería estar sobrio para disfrutar realmente: “Supe que esta sería la última vez que bebería”. Cuando le preguntan la razón de su determinación, responde: “Me gusta envejecer. Es como una gran excusa para finalmente decir; ‘Bueno, relájate, no necesitas estar girando todo el tiempo’”.
También es cierto que Josh Brolin siempre quiso cumplir con su trabajo y, sobre todo, deseaba ocultar a los ojos de sus hijos mayores, Trevor y Eden –fruto de su matrimonio de seis años con Alice Adair– su adicción al alcohol, algo que no siempre logró. Al igual que su padre, él también ha dado tres veces el “sí quiero”. Además de con Alice, se casó con la actriz Diane Lane en 2004 y, desde 2016, permanece al lado de Kathryn Boyd, con quien ha tenido a sus dos hijas pequeñas, Westlyn Reign y Chapel Grace.
Un "curandero" llamado John Travolta
Merece la pena destacar que las memorias de Josh Brolin no son solo un recorrido por su vida personal y profesional, sino que también menciona anécdotas que salpimientan la ya de por sí marinada historia de Hollywood. Curiosísima resulta su narración de una cena pintoresca, que contaba entre sus comensales con dos leyendas como Marlon Brando y John Travolta. Según la descripción de los hechos trazada por Josh Brolin, Marlon Brando acudió a la cita con una herida en la pierna. Ni corto ni perezoso, John Travolta se atrevió a decirle al ídolo, un casi dios, que él acaba de terminar un curso sobre curación y que estaba seguro de que podía ayudarle usando sus “poderes de la Cienciología”. Según escribe Brolin en su libro, todo ocurrió en la sala de estar de Barbra Streisand. A esa extraña cena estaban invitados John Travolta y su esposa de entonces, Kelly (“guapísima y superagradable”); Marlon Brando con “una pelirroja a la que había conocido en Internet”, y James Brolin con Barbra.
Para Josh Brolin aquella velada se prometía muy especial, porque él era un superfan de Marlon Brando: “La razón por la que me metí en el mundo de la interpretación fueron las primeras películas protagonizadas por Marlon”. El padrino más admirado y querido del planeta llegó a su cita con un esmoquin azul, pantalones anchos y un pañuelo rodeando su cuello, pero cuando salió del coche, se levantó la pernera del pantalón y todos vieron cómo su pierna sangraba: “Explicó que se había detenido para ayudar a unas personas a sacar sus coches de un corrimiento de tierras en la autopista de la costa del Pacífico, y cuando intentaba sacar un coche del barro, éste se movió y le golpeó con el parachoques en la pierna”.
Fue entonces cuando John Travolta entró en juego: “John le contó entusiasmado a Marlon que acababa de terminar un curso sobre curación y que podía ayudarle. John tomó a Marlon suavemente de la mano y se lo llevó hacia el salón de Barbra”. En ese momento, dio paso la curación: “John puso su mano en la pierna de Marlon, luego su otra mano en el pecho. El tiempo pasó, en silencio. Nadie hablaba. Yo era la persona más alejada de ellos. Yo miraba. Marlon Brando y Danny Zuko: esto es una locura”. Cuando John Travolta dio por terminada su curación, Marlon Brando se levantó del sofá de Barbra Streisand… y tenía mejor color.