Fabiola Martínez con su hijo Kike© Javier Alonso

De la rabia a la reconstrucción como mujer y madre

Hablamos con Fabiola Martínez, la madre coraje o, sencillamente, una madre que cuida

Ante el 18 cumpleaños de su hijo Kike, hablamos de las herramientas terapéuticas y su proceso de aceptación y superación


22 de noviembre de 2024 - 7:00 CET

Se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero no. O al menos, no siempre. Porque antes había cosas que se sobreentendían como axiomas inmutables. Fuera del tiempo y el espacio. También, incuestionables. Eran lo que tenían que ser. Porque así lo habían sido siempre. Por tradición. Por costumbre. Por precepto casi divino. Pero, en realidad, no era el caso. Se puede hablar con normalidad de parálisis cerebral. Se puede hablar con normalidad de dependencia. Y, por fin, también se puede hablar y 'hay que' hablar del cuidador y de quién cuida a ese cuidador. De salud mental en definitiva. Pero no como una pose. Sino como algo real. No hace falta tampoco que se hable todo el rato, tanto como para que ocupe el 100% de tu vida, como si no hubiera nada más. Que esa es otra. Que pasamos de un extremo al otro… Pues bien, de todo ese proceso hemos hablado en el reportaje central de la revista de esta semana. Con Fabiola Martínez. Ella tiene un master. Máster de vida. Fabiola dio a luz a Kike ahora hace ya 18 años y Kike nació con esa afección que, aparte de ser un chaval adorable y divino, con carácter y gracia, también lo convierte en dependiente. Y la dependencia no es solo una palabra que queda bien en un discurso político, implica abnegación, implica sacrificio, implica compromiso, implica darse en cuerpo y alma, pero no por ello diluirse por el camino o desgastarse o destruirse. Algo que, les ocurre a muchas mujeres porque, casi siempre, son ellas las que asumen ese papel, como si fuera algo intrínseco al hecho de ser mujer. 

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© Javier Alonso

Fabiola y Bertín con su hijo Kike, que está a punto de cumplir 18 años

Porque ¡HOLA! es corazón. Sí, claro. Es un batir agitado por enamoramiento. O por ruptura. Por una alfombra roja o un vestido de cine. Pero también es entraña. Es sentimiento. Es emoción. Es tristeza. O valentia. De ahí que tengamos la obligación, el deber, de contar historias pero historias con alma. Y la de nuestra portada es de esas con las que hay compromiso y satisfacción. Fabiola Martínez no ejercía en nuestras páginas de celebrity. Fabiola es aquí la mamá de Kike Osborne. Una mujer que se ha abierto en canal para explicar su experiencia. Una experiencia que puede ser como la de tantas y tantas lectoras y que ha compartido, en vísperas de la mayoría de edad de su hijo, con nosotros. Con ustedes. Porque a veces basta con contar tu historia personal para que alguien, al otro lado, se sienta concernido, implicado y casi retratado. Que lo suyo no por único y personal no es dolorosamente extraordinario. Con ella, hablamos de su toma de conciencia cuando vio que su hijo no era como los demás niños. También de su rabia, de su aceptación, de su lucha y de su trabajo de reconstrucción como mujer. Un esfuerzo que encontró trabas, el “qué dirán” y la incomprensión. Todas esas cosas que hoy conforman el decálogo y la columna vertebral de su fundación. Se aprende mucho de lo que cuenta. Ya verán.

© Javier Alonso

"Sé que lo que te voy a decir es muy personal pero… a mí Kike me ha enseñado tantas cosas que yo no cambiaría eso por nada del mundo"

- La fundación Bertín Osborne, que ahora será Fundación Kike Osborne, nació de un ejercicio de empatía muy gordo, Fabiola…

- Ahí te tengo que decir que yo creo que también tiene que ver con la forma de ser de las personas. Porque yo conozco gente del medio que tienen hijos con discapacidad y no se sabe. Con eso quiero decir que no porque tengas un hijo con discapacidad, de repente te vuelvas empático. Que es igualmente ilícito, solventar lo que te ha tocado y punto, ¿sabes? Pero creo que, en nuestro caso, ha coincidido además que tanto Bertin como yo siempre hemos sido muy dados a darnos a los demás, eso ha facilitado que, en un momento dado, le diésemos sentido a  todo esto por esta vía: ayudar. Supongo que es una decisión que tomas, una responsabilidad que asumes, pero por decisión personal y propia

- Por fin también se habla de quién cuida al cuidador ¿De qué manera tú y Bertín os habéis cuidado o os han cuidado?

- Mira, la teoría está muy bien, pero luego la realidad... Cuando lo quieres llevar a la práctica, cuesta muchísimo porque la realidad es otra. Yo hasta que aprendí que tenía que también priorizarme y no forzar la máquina, me costó algún que otro disgusto. Encontrarme mal, pensar que estaba enferma, hacerme un montón de pruebas médicas… Era estrés. Era agotamiento. Es entonces cuando tomas conciencia de lo importante que es cuidarte. Puede sonar banal, pero la realidad es que cuando asumimos el cuidado de una persona que nos necesita, pensamos que si dedicamos un minuto a nosotros, somos culpables de algo. Sentimos que estamos abandonando nuestra responsabilidad. Y no es verdad. Porque no lo sabes gestionar, no te pones término medio. Pones el piloto automático y dices: “Soy cuidador, esto es lo que me ha tocado, pues a joderse”. Y vas a por todas y te desgastas y te quemas y te rompes. Entender esto me costó. Pero poco a poco vas dándote cuenta de que si tú no estás bien, no puedes ayudar a nadie a que esté bien. Y si tú te rompes, ¿qué pasa? Que ya no estás para nadie. Ni para la otra persona. Ni para ti. Así que… ¿qué herramientas hemos usado? Cosas como buscar espacios para nosotros cuando estábamos casados y ahora que estamos separados, pues individualmente, buscar igualmente ese espacio para ti. Yo he buscado ayuda psicológica, por ejemplo. Y he buscado tiempo. Que no hace falta que sea para hacer algo grandioso. Basta, simplemente, con poder desconectar. Poder quedar con una amiga. Hablar de otra cosa que no tenga que ver la discapacidad, ¿sabes? Viene también bien airear un poco tu mente…

- Te entiendo, que es guay que la discapacidad no sea un tabú, que podamos hablar de ella como algo normal, pero tampoco puede ocupar el 99% de tu vida…

- Eso es. Lograr eso tan difícil como es el equilibrio. Y cuando ya empiezas a ver que hay un término medio, que no pasa nada si no estás pensando en la discapacidad o no estás hablando de la discapacidad…. Que no eres peor madre por no hacerlo. No eres mejor madre por dedicarte hasta la muerte. De hecho, no es verdad. Eres mejor madre cuando tomas buenas decisiones. Eres mejor madre cuando te cuidas para que tus hijos estén bien. Eres mejor madre cuando creas un ambiente estable emocionalmente hablando en tu hogar. Porque una madre muy cansada es una madre irritable. Porque estás hasta el moño. Cuando tomas conciencia de eso, se hace un poquito más fácil.

© Javier Alonso

- Pero eso hay que aprenderlo, Fabiola, ¿no? Porque de natural lo que a uno le sale es desvivirse hasta perder el conocimiento sin darte cuenta de que no te lleva a ningún sitio bueno… 

- No solo no sale, sino que no te ayudan a que salga. Lo típico, ¿no? “Hija, pero ¿cómo te vas a ir? Que tienes al niño malo. O “Mírala, tiene un hijo malito y está por ahí con las amigas echándose unas risas”. ¿Perdona? ¿No me lo puedo permitir? ¿Tengo que estar llorando por las esquinas para encajar en el prototipo de lo que la gente piensa que es ser una buena madre? No estoy dispuesta.  

- Es un trabajo emocional añadido… 

- Totalmente. E imprescindible para sobrevivir. Porque ahora ya no tanto, pero antes, cuando tú llevabas a tu hijo a un centro de rehabilitación, los profesionales te decían: “Espere afuera. Es que si el niño la ve, se pone a llorar y se pone nervioso”. Y tú, como madre, sentías que te tenías que apartar, que para eso estaban los profesionales. Pues ése es un mensaje que a las madres nos pesa, porque empezamos a sentirnos como que somos parte del problema. Algo así como: “Mi hijo no hace lo que tiene que hacer porque estoy yo. Por mi culpa”. Y, no, perdona. Tú lo has visto tres veces en tu vida y ¿quieres saber más de mi hijo que yo que sé lo que le está pasando con que solo me levante la ceja? Durante mucho tiempo y en muchos sitios, a las familias se nos ha sentir como que no sabemos. O que no tenemos que involucrarnos tanto. O que no podemos opinar… Así que, en nuestro caso fue: ok, fenomenal, es verdad, hay familias no sabemos nada. Pues vamos a aprender. Porque cuando ya sabemos, ya hay otro tipo de comunicación. Si empoderamos a las familias, esa madre o ese padre será capaz de replicar: No, yo me quedo. Prefiero veros, porque así aprendo”.  

Hablando de empoderamiento, Fabiola, el cuidador suele ser cuidadora.

- Sí. Eso es una realidad. Instintivamente, como tenemos la bendición de poder ser madres, cuidamos, protegemos… Somos maternales aunque no hayamos sido madres. Porque incluso cuando somos hijas, también se nos enseña eso. Eres mujer, puedes ser madre, aunque no lo seas, tienes esa sensibilidad. Cuidas de tus hijos, cuidas de tu madre… Pero es cierto que eso también debería ser una decisión personal. No tenemos que dar por hecho que porque somos mujeres y sensibles, tenemos que ser cuidadoras porque sí. 

- Fabiola, ha habido algún momento en que tú has dicho. He hecho esta inversión vital y personal y me resarce porque es mi hijo y me resarce porque ayudo a otras madres o familias como yo, pero yo… a lo mejor, no habría querido hacer esto en mi vida. ¿Has tenido esa sensación de rabia, de revirarte con el destino?

- Tuve rabia cuando nació Kike. Pero porque me enfrentaba a la aceptación. Primero a la pérdida de las expectativas del hijo que yo pensaba que iba a tener… Sé que lo que te voy a decir es muy personal pero… a mí Kike me ha enseñado tantas cosas que yo no cambiaría eso por nada del mundo. En serio que no. Para mí, Kike no es solo mi hijo, es un maestro de vida. Y cada vez que me enfrento a cosas y veo cómo es él, cómo es su fortaleza, sé que Kike me enseña, pero que  me enseña muchísimo. Solo al principio decía eso de: '¿Pero por qué?' Después, siempre, doy las gracias a Dios de que me lo haya dejado todo estos años… Sin él, yo no sería la Fabiola que soy. 

"No eres mejor madre por dedicarte hasta la muerte. De hecho, no es verdad. Eres mejor madre cuando tomas buenas decisiones"

© Javier Alonso

-¿Te ha reconstruido de alguna manera?

- Si no hubiese tenido la oportunidad de ser la madre de Kike, no sería quién soy. Eso lo tengo clarísimo. Mis padres son mayores y sé que al final, hablando de cuidar, por ley de vida estaré con ellos ,pero no hay ninguna ley de vida que diga que tu hijo va a hacer con discapacidad. Creo que, en su momento, cuando nació Kike, ocurrió la oportunidad de ser de una manera o de otra. Como en una intersección en la que puedes tomar una mala decisión y coger un camino totalmente diferente o una buena decisión y alegrarte de cómo te vienen dadas. Y así fue. 

.- Aceptaste la transformación 

- Sí. Dejar la rabia a un lado y decir 

- Soy mejor ahora

- Bueno… Llegar a esa conclusión cuesta años (risas). Mira, a mí realmente lo que me cambió fue salir del por qué a mí por qué a mí. Y entender que no se trataba de mí. 

- Que el foco no está en ti

- Claro. Porque en ese fustigamiento no estás pensando en el niño, están pensando en si lo hiciste bien, en si tuviste la culpa, en por qué mereces eso… Es un “yo yo yo” constante. Tienes que dejarte a un lado, y cambiar de foco, porque no está en ti. No está en tu frustración o en tu dolor. Está en la esperanza de poder ayudar a ese niño que es otra persona. Que es una persona.