Hay personas, aparentemente frágiles, que tienen una fortaleza impresionante. Este es el caso de Demi Moore quien, con su personaje de la teniente O’Neill nos mostró una energía y poder que pasaron desapercibidos en Ghost. En la actualidad, a los sesenta y dos años, la actriz está mejor que nunca, gracias a La sustancia, la película que protagoniza junto a Margaret Qualley, la hija de Andy MacDowell que impactó en Érase una vez en Hollywood. En estas semanas de promoción y estreno de La sustancia, Demi Moore ha revelado detalles personales, muchos de ellos hasta ahora poco conocidos, sobre su lucha denodada, y que casi le costó la vida, contra un trastorno alimentario que desarrolló tan pronto como sintió la presión de los productores y agentes para que perdiera peso.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
En esos primeros momentos hollywoodienses, dejó de quererse y de respetar su cuerpo. Hizo todo lo posible por convertirse en quien no era dañándose a sí misma. Esta batalla por cumplir con las expectativas de los otros, y amoldarse a los cánones de belleza establecidos, ha sido librada por muchas otras estrellas del mundo del espectáculo, de las pasarelas y hasta de la realeza: de Victoria de Suecia a Demi Lovato, pasando por Mary-Kate Olsen, Lady Gaga, Kate Moss, Jessica Alba, Christina Ricci o Christina Aguilera, por citar solo a algunas; todas ellas son el mejor indicativo de la incidencia de esos trastornos que provocan un rechazo a tu propio cuerpo. Demi Moore, en un acto de valentía, ha vuelto la vista atrás, ha reconocido su padecimiento y ha entonado un discurso inspirador para que, quienes están atravesando por esos oscuros momentos, sepan que hay salida y que esta pasa necesariamente por aceptarse tal cual una es, más allá de los comentarios, muchas veces viperinos o insensibles, de los otros.
Demi Moore o cómo superar la humillación
En una entrevista reciente con Elle Magazine, Demi Moore ha recordado la humillación que sintió cuando un productor la llamó en repetidas ocasiones para sugerirle enfáticamente que debía perder peso. “Lo interioricé”, ha revelado. Aquellos comentarios provocaron que ella entrara en continuo conflicto con su figura y pensara inconscientemente que su valor como persona residía en moldear la silueta perfecta, que se amoldara al gusto hollywoodiense de aquellos años: “Me llevó a un punto de tortura y dureza contra mí misma, de comportamientos realmente extremos, en el que casi todo el valor de lo que era dependía de que mi cuerpo fuera de una determinada manera".
Cuando Demi Moore escribió sus memorias, Inside Out, publicadas en 2019, no dudó en afirmar que “durante años estuve en espiral en un camino de autodestrucción”. Para ser justos, Hollywood no fue el único responsable de esta vereda escabrosa. No ayudó para nada la difícil infancia de la actriz: a un padre ausente, una madre alcohólica, una inestabilidad endémica y una salud delicada –se sometió a dos operaciones para corregir el estrabismo y sufrió una disfunción renal–, se juntó un traumático episodio de abuso sexual cuando era una adolescente.
Nada hacía augurar que Demi Moore remontaría y que, como el Ave Fénix, sería capaz de renacer de sus cenizas una y otra vez. Bruce Willis le dio la seguridad que necesitaba y también le aportó lo más importante de su vida: sus tres hijas. Después, vendría la separación, el divorcio y la amistad eterna con uno de los actores más duros de Hollwood. Obsesionada por seguir vigente en una industria implacable, se enamoró de Ashton Kutcher. Sintió que su relación con un actor dieciséis años más joven que ella le daba una segunda oportunidad no solo en su corazón herido, sino también en la Meca del Cine. Con Ashton se hizo la ‘reina’ de las redes, muy al principio de instaurarse el imperio de las mismas, pero todo se fue al garete. Demi Moore, con el peso de la edad que no perdona, siguió luchando en solitario por reinventarse y permanecer vigente.
A lo largo de su carrera, ha superado episodios graves de un galopante TCA (trastorno de Conducta Alimenticia). En los ochenta algún productor, tal como contamos al principio de estas líneas, le insistió en su gordura, tras su papel en Te acuerdas de anoche (1986), y eso la humilló profundamente. Una década después, después de férreos entrenamientos, y torturantes dietas, su cuerpo parecía moldeado con un cincel para protagonizar la más que discutida Striptease. Esta película, de dudosa calidad, supuso, sin embargo, un hito para las actrices de la industria cinematográfica: por primera vez, el astronómico salario de Demi Moore (doce millones y medio de dólares) se equiparaba al de sus iguales varones. Pero aún tenía más barreras que superar y tabúes que romper: su desnudo, en 1991, embarazada se ganó tantas y tan feroces críticas que la actriz a duras penas logró superar el trauma.
Sin embargo, en la vida de Demi Moore existe un leit-motiv: lo que no te mata, te hace más fuerte. Y ella se crece con las dificultades. Si Hollywood la rechazó por su físico, y después por su edad, ella triunfa a los sesenta y dos años con una película que habla precisamente de eso: de la presión estética. Si sufrió en carne propia encarnizadas críticas por su desnudo en los noventa, en 2019 lo volvió a hacer e hizo callar a más de uno. Si su vida conyugal con Bruce Willis estuvo siempre en entredicho, su bonita historia de amistad e incondicionalidad con su “ex” conmueve a todos.
Demi Moore, desde la atalaya de los sesenta y dos años, desafía el paso del tiempo en su cuerpo, aunque sus declaraciones y puestas en escena son cada vez más sabias. Si después de sus embarazos era capaz de hacer casi cien kilómetros diarios en bicicleta para adelgazar: “La sola idea de lo que le hice a mi cuerpo es una locura. ¡Es ridícula!”.
Asumir las inseguridades
Todo lo anterior, no quiere decir que de la noche a la mañana Demi Moore haya logrado superar sus inseguridades y reírse continuamente de sí misma. Ha avanzado mucho, pero es un recorrido largo y, como en todo, algunas recaídas forman parte del proceso: “Algunos días me miro y pienso: ‘Vaya, esto está bastante bien’. Otros días me sorprendo analizando, concentrándome demasiado en lo que veo y no me gusta […] La diferencia es que ahora puedo darme cuenta. Puedo decir: ‘Sí, no me gusta esta piel flácida’, pero ya sabes: es lo que es. Hoy voy a aprovechar lo mejor que tengo en lugar de perseguir lo que no me gusta”.
No es ni mucho menos la primera ni la última que enfrenta estos problemas. Según estudios recientes, entre un uno y un dos por ciento de los adolescentes –no se puede olvidar que no es un problema de salud únicamente femenino– sufren TCA. Por tanto, aunque hay millones de personas que saben de primera mano lo que implica esa relación autodestructiva con tu cuerpo, los rostros más famosos son los que han visibilizado mejor el problema y ponen una nota de esperanza a quienes están inmersos en ellos: por muy difícil que parezca, estos trastornos se superan.
¿Cómo olvidar a Audrey Hepburn y su extrema delgadez? Como ella era, discreta y elegante, lidió con la anorexia nerviosa. Pronto supo que parte de su éxito radicaba en esa silueta delicada, casi de tallo de una flor, que tanto gustaba al público: “Si en el pasado logré subsistir sin apenas alimento, también lo podía hacer ahora. Me vi obligada a dominar mi ingesta de comida”. Décadas después, otra de las actrices más elegantes que ha dado el Séptimo Arte, Jessica Alba, quien en un encuentro organizado por Gwyneth Paltrow, confesó que al principio de su carrera “dejó de comer”, pero no por conseguir un papel sino por el pavor que sentía frente a las miradas masculinas.
En 2017, Lily Collins, antes de hacerse famosa por Emily en París, protagonizó la película Hasta los huesos. A la actriz no le costó interpretar el papel de una joven anoréxica porque, desde adolescente, empezó “a pasar hambre, a hacer ejercicio de forma obsesiva. Me volví adicta a las pastillas para adelgazar y los laxantes. No podía manejar el dolor y la confusión tras el divorcio de mi padre”. Lady Gaga, adalid de la industria discográfica, también contó su amarga experiencia con la anorexia y la bulimia desde los quince años. “En el instituto quería ser una estilizada y pequeña bailarina, pero en realidad era una pequeña y voluptuosa chica italiana a la que su padre alimentaba cada noche con albóndigas”.
Hace años, Demi Moore aseguró: “Cuando estamos enfadadas, dolidas o amargadas, envejecemos”. O lo que es lo mismo cuando no nos queremos, nos dañamos. Las grandes damas del cine y de la música se sinceran para que nadie pase por todo lo que ellas pasaron.