Desde que hablamos con Ana Guerra y Víctor Elías sobre los preparativos de su gran día, ya se veía la emoción que tenían porque su boda fuera un reflejo de cómo son ellos. Nos decían que querían estar rodeados por todas las personas que habían marcado sus vidas en sus diferentes etapas, que estuvieran sus familiares y sus grandes amigos, que no faltaran sus dos perros, Dumbo y Jack, y que fuera algo muy suyo.
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Después de meses de preparativos, en los que ha habido entre medias una mudanza, en lanzamiento del nuevo disco de Ana, Sin final; y el nuevo libro de Víctor, Yo sostenido: Historia de un juguete casi roto -que saldrá el 27 de noviembre-; han visto superadas sus expectativas y han vivido no solo una boda, sino dos, y ahora tienen algo que nunca antes habían tenido: un libro de familia.
Aún en una nube después de dos días de emociones, de sonrisas y lágrimas, reencuentros y abrazos que llegan al corazón, hablamos con los recién casados sobre cómo vivieron sus dos 'sí, quiero', cuáles fueron los momentos que más disfrutaron, qué recuerdos y anécdotas que guardarán para siempre y a quién echaron de menos. Estas eran las primeras palabras de Ana y Víctor tras convertirse en marido y mujer.
—Llegó la fecha que tanto esperabais. ¿Cómo habéis vivido los días previos? ¿Y los preparativos?
Víctor. —Creo que muy bien. Porque con todo lo que hemos tenido de curro, con el disco de Ana, las funciones, la mudanza, mi libro y mi disco… ¡Se nos ha juntado todo! Pero ha salido bien.
Ana. —La gente nos decía: 'Si salís de esta, ya podéis con todo'.
—Es que no os ha faltado un detalle: boda, disco, libro, casa… Todo concentrado en semanas.
V. —Y lo más bonito es que hemos visto que seguimos siendo iguales. No nos ha costado ningún trabajo tomar ninguna decisión. Todo ha ido fluido.
A. —Víctor decora y yo ejecuto. Lo tenemos todo muy claro (risas).
—Un día después, volvisteis a daros el 'sí, quiero', y no solo uniendo dos familias, sino uniendo dos mundos, dos vidas.
V. —Yo estaba mucho más tranquilo, con ganas de disfrutar, de ver a la gente, de ver a Ana otra vez… Digo que 'estaba más tranquilo', pero al final volví a llorar, volví a caer rendido. Pero sí que la pude vivir desde otro lado. El 'sí, quiero' 'oficial', por así decirlo, lo habíamos vivido el día antes y ese compromiso que firmas, de que esto es para toda la vida y que realmente nos vamos a respetar y amar para toda la vida, lo habíamos firmado el 30.
A. —Sí que en este día había más cosas que gestionar, pero una vez nos sentamos debajo del arco nupcial, fuimos meros espectadores y ya solo quedaba disfrutar. Es lo que os contamos meses atrás, que queríamos girarnos y ver nuestra vida hecha personas. Vinieron desde profesores que tenía en el colegio, hasta compañeras de cuando yo trabajaba en El Corte Inglés.
—Fue una ceremonia muy, muy especial. ¿Qué os pareció lo que os preparó Fran Perea, acompañado por Javier Márquez?
V. —Brutal. Todo el mundo nos lo dijo y nosotros tuvimos la misma sensación. Fue una suerte que Fran no nos quisiera contar nada. Fue todo sorpresa. Confiaba cien por cien en él y en la banda, y tenía muy claro que lo que iban a hacer iba a ser espectacular.
A. —Yo, que soy muy controladora, lo estaba pasando fatal. Los días antes, le estaba intentando sacar la información de alguna manera, pero no lo conseguía (ríe).
—Tomaron la palabra las personas que significan mucho para vosotros. Primero, Natalia Sánchez. ¿Qué os pareció su discurso?
V. —Lloramos, reímos… Creo que hizo un bonito repaso cronológico sobre lo que hemos vivido ella y yo juntos, y cómo ha llegado a tener tanta relevancia en mi vida para que, en un día como el de mi boda, ella sea la que hable. Eso fue lo bonito. Ella también estuvo el día anterior, porque es familia, y tenerla ahí es algo muy especial.
A. —Yo no paraba de llorar. No solo por las palabras que decía, sino por cómo las estaba diciendo, con el cariño que sé que le tiene a Víctor y a mí, porque a mí también me quiere mucho. Yo estaba sollozando. Pensaba que no iba a poder cantar luego.
—Y después, habló Sandro Nonna, que es muy importante para ti, Ana.
V. —Yo no me lo esperaba. Creo que describió perfectamente a Ana y desde una parte muy bonita.
A. —Me sorprendió. Cuando acabó la boda y me encontré con Sandro, le dije: “¿De verdad piensas eso de mí?, y me quedé diciéndole: 'Wow... Es increíble porque igual, si no hubieras hablado en mi boda, no hubiera tenido la oportunidad de saber qué pensabas de mí'.
—Después de tantas emociones, Ana, tú te atreviste a cantar tus votos a Víctor...
A. —Tengo que decir una cosa: la canción la compuse un par de días antes. Nada más. Y me costaba mucho por dos cosas: una es que siempre que compongo algo, el primero al que se lo enseño es Víctor y, claro, esta vez no podía. Y dos, la otra que me pasaba es que empezaba por casa a cantar la canción, sin darme cuenta, delante de él… Pero no se daba cuenta, menos mal.
V. —¡Me quedé pasmado! Además, no me esperaba absolutamente nada. Yo tenía claro que los quería escribir esa mañana, porque habíamos vivido ya la boda del día anterior y sabía que me iba a ayudar a expresar otras cosas. Y ella, todo el rato, me decía: 'Sí, sí, yo también los escribí por la mañana'… Y me la jugó. El día anterior me dijo que había quedado con una persona y... ¡lo que estaba haciendo era ensayar con el pianista!
—¿Fue la ceremonia con la que soñabais, o ha superado las expectativas?
A. —¡Mucho! ¡Ha superado muchísimo las expectativas! Cuando yo creía que no podía pasar algo mejor, sucedía. Cuando creía que no podía sonar algo mejor, sonaba. Cuando creía que no nos podían hacer reír más, estaba todo el mundo a carcajadas. Y cuando creía que no nos podían hacer llorar más, estaba todo el mundo con los pañuelos. Lloramos y reímos a partes iguales. Yo pensaba: 'Estoy viviendo una película y somos los protagonistas ahora mismo'. Lo bonito de esto es que esa energía se quedó durante toda la boda. Era un derroche de amor constante.
—¿Cómo son vuestras alianzas?
A. —Os vais a reír... Cuando fuimos a las alianzas, de repente, Víctor, que tiene más gusto que yo, dijo que las alianzas estarían bien en oro rosa, y a mí se me abrieron los ojos como platos, en plan 'trágame tierra'. Acaba de decir 'oro rosa' y tenía razón, han quedado maravillosas. La mía, además, está hecha para que vaya con el anillo de compromiso. Para que encaje como encajamos Víctor y yo.
—Esta pregunta es difícil, después de dos días tan increíbles: ¿qué fue lo más emotivo y los recuerdos que nunca olvidaréis?
V. —Cuando nos vimos…
A. —Cuando abrimos el baile, con el bolero Contigo aprendí, cantado con la música y la voz del padre de Víctor, Liberto Villagrasa. A mí, eso me encantó.
V. —Me quedo con todo el mundo que estaba ahí. Que estaba de verdad. Porque quería... Nos sentimos muy queridos. ¡Y también con lo bien que se portaron nuestros perros! (risas).
—¿Habéis echado a alguien de menos?
V. —A mis papás. Muchísimo. Pero los tuvimos en el recuerdo y pusimos un pequeño altar, justo detrás de nuestra mesa: unos árboles con la familia de Ana que falta, y también con la mía.
A. —Ya lo decía Natalia en su discurso, que Amelia habría estado cogiendo el micrófono varias veces, y Liberto con los músicos, tocando el arpa, y seguro hubiera sido quien me hubiera ayudado con mis votos. Por otro lado, también hay mucha gente que, por cuestiones de trabajo, no pudo asistir a la boda... Así es la vida. A veces no todo el mundo puede estar en todos los momentos importantes.
—¡Quién os iba a decir que, al final, la canción Complicidad de Vanesa Martín os iba a dar dos bodas, iba a unir dos familias y dos mundos! Vuestra complicidad era muy real...
V. —Sí. Además, nos ha llevado a esto. Para nosotros, casarnos es muy importante. Es un paso fehaciente de nuestro amor, pero no marca un antes y un después. Nuestra relación era y sigue siendo igual de bonita.
A. —De repente, tenemos un libro de familia. Eso para nosotros es super impactante. Eso sí que no lo hemos tenido nunca antes. Podemos haber vivido otras cosas parecidas.