¿Cómo es posible que uno de los actores más atractivos de Hollywood sintiera al principio de su carrera el rechazo de la Meca del Cine debido a su complexión física? Es posible. Nadie está libre de la exigencia extrema que impone la industria del entretenimiento. Hablamos en estas líneas de Timothée Chalamet, el galán posmoderno entre los galanes. Tiene tal poder de atracción, en la pantalla y en las alfombras rojas, que no puede evitar que todas las miradas se vuelvan hacia él. ¿Será su savoir faire? Francoestadounidense, nacido en Nueva York, ya ha dado por perdida la batalla de que su apellido sea correctamente pronunciado. Su rostro y su estilo no dejan indiferente a nadie. A los veintiocho años, ha escalado todos los escalones que le dirigen directamente al Olimpo de las Estrellas: recibió una nominación al Oscar por la laureada Call me By your Name, una película que supuso un antes y un después en su carrera; pero también tiene en su haber dos nominaciones a los Globo de Oro, cuatro a los Premios del Sindicato de Actores y cinco a los Premios de la Crítica Cinematográfica. Sin embargo, al principio de su carrera le ponían muchos 'peros'.
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Lo ha contado en el programa de Apple Music 1, The Zane Lowe Show, en este periodo en el que está dedicado en cuerpo y alma a la promoción A Complete Unknow, la película que llegará a España en febrero de 2025, y que está dedicada a la carismática figura de Bob Dylan. Chalamet es Dylan gracias a la magia del cine. En este contexto, ha hablado distendidamente de todas las presiones que vivió al principio de su andadura por Hollywood por su constitución extremadamente delgada. Él no cumplía con los cánones de la Meca del Cine y esto le hizo perder papeles. No fue este el mejor de los comienzos lejos de su querido Nueva York. La inseguridad comenzó a adueñarse de él y sufría en cada una de las audiciones a las que acudía.
'Tienes que engordar'
“Si hacía un casting para 'El corredor del laberinto' o 'Divergente', películas de ese tipo que estaban de moda al principio de mi carrera, la respuesta siempre era: ‘Oh, no tienes el cuerpo adecuado’. Tuve un representante que me llamó y me dijo, no de forma agresiva: ‘Tienes que engordar’”.
Timothée Chalamet mide algo más de 1.80, pero no suele pasar de los setenta kilos, por lo que su constitución nada tiene que ver con la de los actores musculosos de las películas de acción. Frente a los rechazos, no dio la batalla por perdida ni tiró la toalla: su pasión por interpretar era más fuerte que sus miedos. Buscó su filón, la rendija por la que colarse en las grandes ligas de Hollywood sin tener que someter a su cuerpo a grandes transformaciones. Su genética era su genética y no quería llevarle la contraria. Descubrió que había un tipo de películas, un tipo de papeles, que le iban como anillo al dedo, las películas más personales o intimistas: “'Call Me by Your Name' o 'Beatiful Boy' o 'Lady Bird', 'Mujercitas', 'Miss Stevens', 'Hot Summer Nights'… Eran películas de menor presupuesto, pero muy… No sé cómo decirlo… películas agradables que comenzaron en este espacio teatral. Aquí es donde encontré mi ritmo, mi confianza, mi flujo, como quieras llamarlo”.
Defendió su identidad y salió ganando. En la actualidad, productores y directores se lo rifan para que protagonice sus proyectos. Durante su trabajo actoral para ponerse en la piel de Bob Dylan, descubrió que tenía muchas cosas en común con el cantautor y poeta de Minnesota. A estos aspectos se agarró para construir su personaje. Por ejemplo, Chalamet, que dio sus primeros pasos en 2012 en una serie de televisión, Homeland, desde sus inicios se había sentido 'un extraño': “He tenido una experiencia de vida rara, pero puedo identificarme con algunas de las cosas por las que [Bob Dylan] pasó. Bob quería ser una estrella del R&R, con referentes como Buddy Holly, Little Richard, Elvis Presley, el tipo de músicos que llegaban a los niños de finales de los años cincuenta. Igualmente, yo quería ser un gran actor de cine”.
Gracias a estos puntos de coincidencia con la trayectoria del Premio Nobel de Literatura de 2016, Timothée Chalamet adquirió seguridad para enfrentar este nuevo reto interpretativo: “Ha sido el reto más singular que he asumido, pero lo que más confianza me ha dado ha sido hacer toda la música en directo –puntualizó el actor–. Para la película, tuve que aprenderme trece canciones o algo así; aunque, en total, podría tocar treinta. También trabajé con un entrenador de armónica durante cinco años”. Las musas, como decía Picasso, nos tienen que encontrar trabajando.
Lo atrayente de Chalamet
Visto todo lo anterior, y analizando el cuidado con el que elige sus proyectos para 'fluir' como a él le gusta, Timothée Chalamet ha superado con creces esos primeros escollos de Hollywood, la tierra en la que, si lo permites, te pueden hacer repudiar tu propio cuerpo. Frente a quienes le decían que dejara de ser físicamente quien era para lograr su sueño, el joven actor terminó dando una lección: podía cumplir su sueño, y seguir siendo quien era, siempre y cuando seleccionara los papeles y proyectos que se adaptaran mejor a lo que él había decidido hacer con su carrera.
Para entender bien la dimensión de Chalamet en Hollywood hay que tener en cuenta varias características de su vida: educado en un hogar bilingüe (inglés/francés), en el que abrazaban tanto la cultura estadounidense como la europea, el actor de moda nació y creció en Nueva York. “No sería el actor que soy sin Nueva York”, ha declarado. Además, se conoce perfectamente a sí mismo. Sabe de qué pie cojea y cuáles son sus fortalezas y debilidades. Esto le hace fuerte en una jungla de vanidades: “Tengo una mentalidad natural de 'yo contra el mundo', y llevo luchando contra ella desde que tenía trece años. Tengo la sensación de que solo me ha llevado a lugares solitarios y llenos de ira”.
Timothée también tiene claro lo que desea transmitir con su vida y su trabajo. Para ello, utiliza todas las herramientas que están a su mano, especialmente el lenguaje no verbal y el lenguaje de la moda. Este último se ha convertido en una de sus señas de identidad, porque ya no hay alfombra roja que se precie que no cuente con la osadía, la vanguardia, el puro divertimento y la coquetería del inigualable Laurie de Mujercitas (2019). Como dato curioso, la directora de vestuario de este filme, Jacqueline Durran, no tuvo reparos en confesar que Chalamet había jugado un papel fundamental a la hora de elegir la ropa que luciría su personaje: “¡Timothée contribuyó tanto a la manera en la que construimos los ‘looks’. […] Cuando estábamos probándolos le preguntaba siempre cómo los llevaría él [...] Es un tipo de chico muy icónico y una de las personas más estilosas con las que he podido trabajar”. Basta con hacer un repaso de su paso por el MET GALA para darse cuenta de que él no está a la moda: es moda, guste o no, y la crea.
El mundo de la moda, doblemente a sus pies
Uno de sus mayores atrevimientos estilísticos lo protagonizó en 2022, durante el Festival de Cine de Venecia, cuando apareció con un jumpsuit rojo con la espalda al descubierto. Quizá era una manera de decir, en la cumbre de su carrera, que aquello que un día le habían afeado y le quisieron cambiar, ese cuerpo extremadamente delgado, ahora era aplaudido y admirado en el mundo entero.
Por el momento, es el nominado (aún no expone en su casa alguna de las estatuillas más codiciadas de Hollywood), pero le sobra talento y ambición para ir cosechando premios. En cuanto a su vida sentimental, su hermetismo no ha bastado para que trascienda el nombre de las celebridades con el que se le ha vinculado: de Lourdes León –la hija de Madonna con la que compartió Instituto– a la más mediática de sus relaciones, Lily-Rose Depp (de 2018 a 2020), aunque en la actualidad mantiene un discreto noviazgo con Kylie Jenner, confirmado con el besazo de película que se dieron en pleno concierto de Beyoncé.
El mundo de la moda se ha rendido a sus pies y él se ha rendido al encanto de dos de las modelos más cotizadas del momento, Depp y Jenner. Supo defender quién era cuando nadie creía en él. Después de apostar por el cine íntimo e independiente, de bajo presupuesto, quienes le habían cerrado las puertas se las abrieron e interpretó papeles inolvidables en películas como Dune y, sobre todo, Wonka. Hoy, Timothée Chalamet puede poner el dedo en la llaga: hay que ser muy seguro en uno mismo, o trabajar más que ningún otro ese aspecto, para sobrevivir y mantenerse en la Meca del Cine.