La semana pasada estaba previsto que una gran parte de nuestras páginas estuvieran ocupadas por las dos celebraciones de la boda de Ana Guerra y Víctor Elías: la sorpresa de su enlace religioso, que habían mantenido en secreto y solo conocían sus familiares, y después, la gran ceremonia que ya nos anunciaron que tendría lugar en la sierra de Madrid, el 31 de octubre. La desgarradora tragedia ocurrida a causa de la DANA hizo que decidiéramos, junto a la pareja, que el reportaje de su feliz día esperara una semana más, en señal de respeto a todas las víctimas y afectados.
Y así, tras la publicación de las imágenes de su boda religiosa del 30 de octubre, llega ahora su emotiva, divertida y original celebración con la que volvieron a darse el 'sí, quiero' 24 horas después, acompañados de nuevo por sus familiares y también por muchos de sus amigos, entre ellos muchas estrellas de la canción y la pantalla.
Un día después de su íntimo enlace religioso, reunieron a sus familiares y amigos en una ceremonia que estuvo oficiada por Fran Perea
Un día lleno de sorpresas —de las que ni los novios eran conscientes—, del que ¡HOLA! fue testigo. Y es que, con Fran Perea como maestro de ceremonias, acompañado por Javier Márquez, todo era posible. Y si le sumamos a la ecuación a los músicos Goiko Martínez, Alfonso Pérez y Yadira y las voces de Aurora García, Rubén Tajuelo, Verónica Ferreiro, Carol y Tonex, el resultado solo podía ser espectacular.
Últimos retoques
A primera hora de la mañana, Ana y sus cuatro 'damas' de honor —Daniela Fité, María Martel, Helena Gutiérrez y Álvaro Sánchez— se preparaban en el Hotel Wellington de Madrid, antes de poner rumbo a la Finca Prados Moros, en la sierra de Guadarrama. Allí estaba todo listo, bajo la batuta de las wedding planners La Petite Mafalda y, mientras los músicos hacían los últimos ensayos, la novia recibía los últimos retoques de manos de su gran amigo y maquillador de confianza, Sandro Nonna, rodeada de sus padres, Antonio y Fátima, su hermano Joaquín y sus damas de honor.
El novio es primo de la Reina Letizia, que, aunque no pudo acudir, sí recibió la invitación de Víctor y Ana. La que sí asistió fue su tía Henar Ortiz
En el jardín, comenzaban a tomar asiento sus invitados, más de 320, todos aquellos que formaban parte de su vida, independientemente de que pertenecieran a mundos distintos: anónimos, unos, o rostros conocidos, otros. Incluso, 'reales'. Y, en cuestión de outfits, en la variedad también estuvo el gusto. Porque la boda de Ana y Víctor fue de esa tipología de bodas en la que encontrar un leitmotiv para definir el estilo es tan difícil, como imposible y divertido. Olvídense de rankings de las más elegantes (que las hubo), o de selecciones de tocados, pamelas, pieles, kilts o capas versallescas (que, también)... Lo fantástico de la boda de estos dos artistas es que sus invitados, como ellos, son inclasificables, auténticos, intrépidos y con carácter y eso se nota.
Estilismos 'Cum Laude'
Belén Rueda, impecable con un vestido azul cielo de gasa y unas inmensas gafas de sol ahumadas; Begoña Vargas, impresionante de rojo, con un 'look' inspiración femme fatale y un aire muy Penélope Cruz, o Natalia Sánchez, con un vestido de punto verde 'lago' —y un apuesto Marc Clotet, con sus niños a hombros— podrían englobarse dentro de esa categoría de 'invitada perfecta'. Pero, a partir de ahí, mejor hablar de 'familias', por guion o por reality. Desde Los Serrano a Baila como puedas, pasando por OT... Antonio Resines hizo 'pellas' (por motivos de rodaje), pero estuvo más que presente en todas las conversaciones y discursos. Por lo demás, no faltaron 'los hermanos' de Víctor, desde Adrián Rodríguez, con un abrigo de piel negro, a Andrés de la Cruz. 'De OT', la lista fue más que numerosa: Ricky Merino, con un traje en seda verde —al igual que Mireya—, hacía su aparición con Nerea, en lentejuelas cobre, y Marina, en gasas y arneses; Cepeda llegaba en bus y de negro, al igual que Raúl, con cambio de look (ahora es moreno), y Manu Guix y Roberto Leal con su mujer, Sara Rubio, con Arturo Valls, casi corriendo porque la ceremonia empezaba sin ellos. Alfred llamaba la atención con una pajarita roja, mientras que Alex de Luca lo hacía con su traje de raya diplomática y campana —acompañado de Lola Rodríguez— y Roi, a pecho descubierto y flequillazo. De Baila como puedas, el maestro Joao, al que no le faltaba ni un detalle, mientras que Lydia Lozano apostaba por un total look violeta. Con ellas, Sofía Cristo y, por momentos, Colate, con levita y camisa roja. Y los hermanos Ceballos —excomponentes de Dvicio—, Andrés (novio de Begoña) y Martín, con lazada al cuello.
Rossy de Palma también usó foulard para completar su air du Chanel, pero no para atar en corto a sus acompañantes. Sus dos hijos, Luna y Gabriel, con una impresionante melena afro y unas Nike Air bota vintage, no la dejaron sola ni un momento. O quizás, sí. Solo en uno y porque la dejaban en buenas manos, en las de tía Henar. Tía de la Reina Letizia. Y de Víctor.
Víctor esperó a la novia sentado al piano, con un traje de estilo 'Bridgerton', una de las series favoritas de la pareja
Sonrisas y lágrimas
Los perritos Jack y Dumbo abrían el cortejo nupcial de Ana, que llegó como marcan los cánones, del brazo de su padre y con Víctor ya en el altar, que llegó acompañado por su tía y madrina, Carolina Caparrós; y sus 'damos' —Sergio Rojas, Jaime Vaquero, Héctor Navío y Tronky— al ritmo de Watcha Want. Pero, a partir de aquí, nada respondió a las reglas de una boda al uso. Porque Víctor estaba sentado al piano, con traje estilo Bridgerton en seda brocada verde hoja, firmado por Sastrerías Prat y, como diapasón de los pasos de la novia, que ya era su esposa, tocó Acto II: Una familia, papá y mamá, la canción favorita de Ana del último álbum de su chico. A la venta, el 27 de noviembre, junto a su próximo libro.
El vestido de Ana era exactamente el mismo con el que soñaba cuando era niña, ese que daba rienda suelta a su parte más íntima y romántica: como si fuera una princesa de cuento. Un diseño de Rosa Clará con silueta en línea 'A' en encaje 'rebrodé', con escote corazón, mangas extraíbles y velo doble tul ilusión, de más de tres metros de largo. Nada más. Y nada menos, porque la cantante prefirió iluminar el outfit con ligeros toques de luz —unos discretos pendientes— en vez de decantarse por la grandilocuencia de grandes piezas de joyería. Y lo mismo, con su beauty look. Ana optó por un maquillaje muy natural y elegante. Porque, si bien para sus conciertos o videoclips, la canaria es de experimentar y probar, el día de su boda prefirió mostrarse tal y como es, sin imposturas. Para ello, Sandro utilizó tonos terrosos y rosas de Shiseido, para acentuar su belleza morena sin endurecer sus facciones, y un recogido sin tirantez ni parafernalias, con productos de L’Oréal Professionnel. Lo justo para sujetar el velo y marcar el óvalo de su cara. Romántico y desenfadado.
Y así podríamos describir la ceremonia que 'ofició' Fran Perea, de esmoquin marrón chocolate y rosa, en la que conmovió con la misma maestría y el tempo con los que despertó las risas e, incluso, las carcajadas. "Nos encontramos en la ceremonia más esperada del año. La única boda que podríamos confundir con una gala de los premios Cadena Dial", dijo, recordando que, si bien uno había nacido el mismo día que tenía lugar la primera edición de los Grammy Latinos, la otra compartía fecha de nacimiento con Yoko Ono.
Natalia Sánchez cogería el micrófono después y su relato sería emocionante. Recordó el momento en que se conocieron Víctor y ella. Cuando tenían 12 años y se cayeron fatal, cuando la serie cambió sus vidas y cuando se dieron cuenta de que no estaban "tan lejos el uno del otro". "Por desgracia, porque a pesar de tener la misma edad y vivir las mismas cosas en el rodaje, en nuestras casas, la situación era muy diferente. En la mía todo era fácil y en la de Víctor todo era difícil. Pero ya entonces era un niño tremendamente inteligente, sensible, con un sentido del humor maravilloso, que utilizaba como protección y vía de escape. Cuanto peor estaba en casa, más bromas hacía en plató".
Natalia también recordó, con humor, su relación, "un noviazgo de amor adolescente que duró seis años y que dejamos por fin", así como la llegada de Ana Guerra a la vida de su amigo: "No me sorprendieron los halagos y las palabras que tenías hacia ella. Lo que más me sorprendió fue ver cómo te hacía sentir. Te hacía sentir en casa".
Sandro Nonna hizo lo propio con Ana Guerra: hablar de su amiga, de su descubrimiento mutuo y la amistad que les une, "después de tanto cepillo y tanto rulo". Y subrayó: "Su belleza exterior es obvia, solo basta mirarla. Pero cuando la conoces a fondo, te das cuenta de que su mayor riqueza reside en su mundo interior".
Natalia Sánchez emocionó a todos con el discurso que preparó para los novios: 'Lo que más me gustó de Ana fue ver cómo te hacía sentir. Te hacía sentir en casa'
Llegaba el turno de los votos de los novios y, si bien Víctor recordó el final de Casablanca, Ana le declararía su amor con música. "Siempre nos quedará Benidorm. Si nos vamos a cualquier lugar del mundo a tocar boleros, solos tú y yo, seguiré siendo el hombre más feliz porque te he encontrado. He encontrado a esa media naranja de la que habla la gente, pero siendo una naranja completa". A lo que Ana respondió con su torrente de voz: "Haces que sea mi mejor versión, soy mucho más de lo que fui sin ti. Han de saber ya la verdad. Mírate, qué fácil es amarte".
Abrazos y boleros
En medio de una gran ovación y con el tema Ain’t No Mountain, los novios abandonaron el altar. Llegaba el momento del cóctel, que combinaba sabores tradicionales con cocina fusión. Gildas, tortillas, pulpo, «papas arrugás» con mojo, quesos canarios... y sopa fría de fresas con anguila ahumada, langostino Nikkei con aguacate y mango, canelón de pera y gorgonzola, nigiri socarrat de atún con muselina de miso... Mientras, todo el mundo se acercaba a felicitar a los novios al ritmo de boleros, en la voz de Arahi Martínez y con Linos Lores y Yadira a la guitarra y el contrabajo. Entre abrazos y reencuentros, las chicas de Manila Eventos retrataban en acuarela a los invitados, que también fueron dejando sus huellas en un cuadro para los novios y grababan mensajes para ellos en un teléfono vintage.
A las cuatro de la tarde, pasaban al salón, donde los recién casados hicieron su entrada al ritmo de 'Indigo', de Camilo y Eva Luna, para disfrutar después de un almuerzo compuesto por carrillera de ternera glaseada en su jugo, con patata trufada y verduras de temporada, y un postre de mousse de mascarpone con 'panna cotta' de café, torrija brioche con helado de leche merengada y salsa de chocolate con leche.
Con los postres, dos de los grandes amigos de los novios, Helena Gutiérrez y el músico Tronky Mexalo, les dedicaron unas palabras que desataron lágrimas y también muchas risas. Después, los invitados, que recibieron un obsequio (unas pulseras y colgantes de inspiración canaria diseñados por Darwin Collection), se desplazaron a la zona de baile. El bolero Contigo aprendí, con la voz y la música del padre de Víctor, Liberto Villagrasa, fue el pistoletazo de salida. Le siguieron dos de los primeros grandes éxitos de la pareja: A toda mecha, que cantaba Víctor con los 'Santa Justa Klan', y Lo Malo, de Ana y Aitana, su primer hit tras OT. Seguidamente, la novia lanzó su ramo y el grupo La Repera comenzó su actuación en directo con Uno más uno, son siete, que Fran Perea se animó también a cantar, mientras todo el mundo coreaba el tema con el que saltó a la fama.
Para Ana, a partir de ese momento, también sería fácil saltar, obviamente. Se cambiaba de outfit y, con él, volvía a ser la chavala joven, intrépida, a la que le gusta divertirse, pero que también es chic. Hubo cambios en el maquillaje y el peinado. Ojo más ahumado y melenón suelto. Porque era el momento de la fiesta, del baile, de los perritos con mucho kétchup, los margaritas y el DJ Álvaro Vaquero. Para ello, Ana, tocada por la varita mágica de Rosa Clará, se enfundó en un mono corto de encaje y pedrería con cuello 'halter', sin mangas y zapatillas deportivas diseñadas por ella misma. Y no para echarse a correr, sino para echarse en los brazos de Víctor. Porque, como el actor dijo, no es que el uno sea la media naranja del otro, sino que juntos están encaminados a llenar todo un saco de naranjas. "Somos dos, así que a ver quién se mete ahora".
Los novios nos cuentan
—Llegó la fecha que tanto esperabais. ¿Cómo habéis vivido los días previos? ¿Y los preparativos?
Víctor. —Creo que muy bien. Porque con todo lo que hemos tenido de curro, con el disco de Ana, las funciones, la mudanza, mi libro y mi disco… ¡Se nos ha juntado todo! Pero ha salido bien.
Ana. —La gente nos decía: 'Si salís de esta, ya podéis con todo'.
No faltaron muchos de los compañeros y profesores de Ana de su edición de 'Operación Triunfo', como Roberto Leal, Manu Guix, Cepeda, Alfred, Ricky Merino o Nerea Rodríguez
—Es que no os ha faltado un detalle: boda, disco, libro, casa… Todo concentrado en semanas.
V. —Y lo más bonito es que hemos visto que seguimos siendo iguales. No nos ha costado ningún trabajo tomar ninguna decisión. Todo ha ido fluido.
A. —Víctor decora y yo ejecuto. Lo tenemos todo muy claro (risas).
—Un día después, volvisteis a daros el 'sí, quiero', y no solo uniendo dos familias, sino uniendo dos mundos, dos vidas.
V. —Yo estaba mucho más tranquilo, con ganas de disfrutar, de ver a la gente, de ver a Ana otra vez… Digo que 'estaba más tranquilo', pero al final volví a llorar, volví a caer rendido. Pero sí que la pude vivir desde otro lado. El 'sí, quiero' 'oficial', por así decirlo, lo habíamos vivido el día antes y ese compromiso que firmas, de que esto es para toda la vida y que realmente nos vamos a respetar y amar para toda la vida, lo habíamos firmado el 30.
A. —Sí que en este día había más cosas que gestionar, pero una vez nos sentamos debajo del arco nupcial, fuimos meros espectadores y ya solo quedaba disfrutar. Es lo que os contamos meses atrás, que queríamos girarnos y ver nuestra vida hecha personas. Vinieron desde profesores que tenía en el colegio, hasta compañeras de cuando yo trabajaba en El Corte Inglés.
—Fue una ceremonia muy, muy especial. ¿Qué os pareció lo que os preparó Fran Perea, acompañado por Javier Márquez?
V. —Brutal. Todo el mundo nos lo dijo y nosotros tuvimos la misma sensación. Fue una suerte que Fran no nos quisiera contar nada. Fue todo sorpresa. Confiaba cien por cien en él y en la banda, y tenía muy claro que lo que iban a hacer iba a ser espectacular.
A. —Yo, que soy muy controladora, lo estaba pasando fatal. Los días antes, le estaba intentando sacar la información de alguna manera, pero no lo conseguía (ríe).
—Tomaron la palabra las personas que significan mucho para vosotros. Primero, Natalia Sánchez. ¿Qué os pareció su discurso?
V. —Lloramos, reímos… Creo que hizo un bonito repaso cronológico sobre lo que hemos vivido ella y yo juntos, y cómo ha llegado a tener tanta relevancia en mi vida para que, en un día como el de mi boda, ella sea la que hable. Eso fue lo bonito. Ella también estuvo el día anterior, porque es familia, y tenerla ahí es algo muy especial.
A. —Yo no paraba de llorar. No solo por las palabras que decía, sino por cómo las estaba diciendo, con el cariño que sé que le tiene a Víctor y a mí, porque a mí también me quiere mucho. Yo estaba sollozando. Pensaba que no iba a poder cantar luego.
Rossy de Palma con sus dos hijos, Álvaro de Luna, Begoña Vargas, Colate y Sofía Cristo fueron algunas de las estrellas de la música y la pantalla que acompañaron a los novios
—Y después, habló Sandro Nonna, que es muy importante para ti, Ana.
V. —Yo no me lo esperaba. Creo que describió perfectamente a Ana y desde una parte muy bonita.
A. —Me sorprendió. Cuando acabó la boda y me encontré con Sandro, le dije: '¿De verdad piensas eso de mí?', y me quedé diciéndole: 'Wow... Es increíble porque igual, si no hubieras hablado en mi boda, no hubiera tenido la oportunidad de saber qué pensabas de mí'.
—Después de tantas emociones, Ana, tú te atreviste a cantar tus votos a Víctor...
A. —Tengo que decir una cosa: la canción la compuse un par de días antes. Nada más. Y me costaba mucho por dos cosas: una es que siempre que compongo algo, el primero al que se lo enseño es Víctor y, claro, esta vez no podía. Y dos, la otra que me pasaba es que empezaba por casa a cantar la canción, sin darme cuenta, delante de él… Pero no se daba cuenta, menos mal.
V. —¡Me quedé pasmado! Además, no me esperaba absolutamente nada. Yo tenía claro que los quería escribir esa mañana, porque habíamos vivido ya la boda del día anterior y sabía que me iba a ayudar a expresar otras cosas. Y ella, todo el rato, me decía: 'Sí, sí, yo también los escribí por la mañana'… Y me la jugó. El día anterior me dijo que había quedado con una persona y... ¡lo que estaba haciendo era ensayar con el pianista!
—¿Fue la ceremonia con la que soñabais, o ha superado las expectativas?
A. —¡Mucho! ¡Ha superado muchísimo las expectativas! Cuando yo creía que no podía pasar algo mejor, sucedía. Cuando creía que no podía sonar algo mejor, sonaba. Cuando creía que no nos podían hacer reír más, estaba todo el mundo a carcajadas. Y cuando creía que no nos podían hacer llorar más, estaba todo el mundo con los pañuelos. Lloramos y reímos a partes iguales. Yo pensaba: 'Estoy viviendo una película y somos los protagonistas ahora mismo'. Lo bonito de esto es que esa energía se quedó durante toda la boda. Era un derroche de amor constante.
—¿Cómo son vuestras alianzas?
A. —Os vais a reír... Cuando fuimos a las alianzas, de repente, Víctor, que tiene más gusto que yo, dijo que las alianzas estarían bien en oro rosa, y a mí se me abrieron los ojos como platos, en plan 'trágame tierra'. Acaba de decir 'oro rosa' y tenía razón, han quedado maravillosas. La mía, además, está hecha para que vaya con el anillo de compromiso. Para que encaje como encajamos Víctor y yo.
—Esta pregunta es difícil, después de dos días tan increíbles: ¿qué fue lo más emotivo y los recuerdos que nunca olvidaréis?
V. —Cuando nos vimos…
A. —Cuando abrimos el baile, con el bolero Contigo aprendí, cantado con la música y la voz del padre de Víctor, Liberto Villagrasa. A mí, eso me encantó.
V. —Me quedo con todo el mundo que estaba ahí. Que estaba de verdad. Porque quería... Nos sentimos muy queridos. ¡Y también con lo bien que se portaron nuestros perros! (risas).
—¿Habéis echado a alguien de menos?
V. —A mis papás. Muchísimo. Pero los tuvimos en el recuerdo y pusimos un pequeño altar, justo detrás de nuestra mesa: unos árboles con la familia de Ana que falta, y también con la mía.
A. —Ya lo decía Natalia en su discurso, que Amelia habría estado cogiendo el micrófono varias veces, y Liberto con los músicos, tocando el arpa, y seguro hubiera sido quien me hubiera ayudado con mis votos. Por otro lado, también hay mucha gente que, por cuestiones de trabajo, no pudo asistir a la boda... Así es la vida. A veces no todo el mundo puede estar en todos los momentos importantes.
"Podemos haber vivido otras cosas parecidas, otros amores, pero ¿un libro de familia? Esta es nuestra primera vez", cuenta Ana
—¡Quién os iba a decir que, al final, la canción Complicidad de Vanesa Martín os iba a dar dos bodas, iba a unir dos familias y dos mundos! Vuestra complicidad era muy real...
V. —Sí. Además, nos ha llevado a esto. Para nosotros, casarnos es muy importante. Es un paso fehaciente de nuestro amor, pero no marca un antes y un después. Nuestra relación era y sigue siendo igual de bonita.
A. —De repente, tenemos un libro de familia. Eso para nosotros es super impactante. Eso sí que no lo hemos tenido nunca antes. Podemos haber vivido otras cosas parecidas.