Es el vestido con el que soñaba cuando era niña. Ése con el que se imaginaba, a lo largo de los años, dándose el 'sí, quiero', igual que una princesa de cuento. Así es el vestido de novia de Ana Guerra, tal y cómo podemos verla en las imágenes que acompañan estas líneas. Un espectacular diseño con silueta en línea 'A' y aires románticos confeccionado en fino encaje en rebrodé satinado, que la convierten en la fiel protagonista de un relato de Hans Christian Andersen, entre rosas rosa empolvado y montañas cubiertas de nieve.
Escote corazón, un cuerpo adornado con una onda de encaje para realzar el cuello y las clavículas; mangas extraíbles, confeccionadas también en encaje y pedrería bordada; y falda cortada al biés en 'A' serían las líneas argumentales del discurso de este diseño que representa la quintaesencia de la elegancia romántica. Un vestido que muestra esa faceta más íntima y desconocida de Ana, más romántica y tierna, ideal para unirse al amor de su vida en un momento “tranquilo y feliz”.
La cantante, nos contó en su momento, no tenía dudas sobre cómo era el vestido de sus sueños, pero pensaba que sería complicado acercarse a ese boceto mental en la realidad de un taller de confección. Sin embargo, Rosa Clará fue la encargada de obrar la magia, con su aguja e hilo como varita y un magnífico velo en doble tul ilusión de más de tres metros y medio de largo. Con él, la catalana consigue darle un impacto regio al outfit nupcial, perfecto para que la novia haga su entrada y camino al altar.
“También habrá momento para ser más extravagante, pero éste es el ideal para ser una princesa. Rosa Clará me lo puso muy fácil. Pensaba que me iba a costar mucho más, que le iba a dar muchas vueltas. Sin embargo, no fue así. Este vestido habla de mí”, nos explica la cantante quien ha preferido iluminar el outfit con ligeros toques de luz en vez de decantarse por la grandilocuencia de grandes piezas de joyerías.
“Es que las joyas de la corona en esta boda -nos relataba- son los vestidos, quería apostar por algo menos importante. No llevo collares, no llevo pulseras… Solo, unos pendientes que me he comprado para la ocasión, pero para utilizarlos siempre”. Y por supuesto, entre sus manos, ya con su alianza y el anillo de compromiso, el ramo. Un bouquet floral compuesto por las mismas rosas que enmarcan la decoración de Finca Prados Moros y sus jardines en las faldas de la madrileña sierra de Guadarrama.
En definitiva, un look nupcial elegante, “súper sencillo”, pero cuya complejidad de la confección radica en eso: en su aparente simplicidad. Esa era la única directriz de la cantante que acaba publicar un disco con un título que no puede ser más premonitorio (sobre todo cuando uno se declara amor eterno) “Sin final”.
“Es la versión más pura de mí misma. Yo, al cien por cien”. Lo dice Ana. Damos fe.
Y es y estaba bellísima.