La exjugadora balonmano, olímpica en Atenas 2004 y actual entrenadora del BM.Mislata, Susana Pareja, de 51 años, no solo salvó la vida de milagro tras el paso de la devastadora DANA por la Comunidad Valenciana sino que logró salvar también ‘in extremis’ la de una de sus mejores amigas en una terrible experiencia que jamás olvidará y de la que le cuesta muchísimo hablar. Aun así, la deportista ha hecho de tripas corazón y ha contado al diario El País cómo vivió aquel fatídico 29 de octubre cuando su pueblo natal, Sedaví quedó convertido en un auténtico lodazal tras el paso de la riada.
"¡Susana! ¡Susana!", gritaba cada quince minutos Jorge desde su balcón mientras una avalancha de agua fangosa cubría su pueblo tras las torrenciales lluvias. Entre la oscuridad y el ruido ensordecedor de la corriente, las vecinas de un edificio cercano repetían su llamado, hasta que las voces llegaban hasta la leyenda del balonmano español, aferrada a la verja de una ventana junto a su amiga Vanesa, con el agua llegándoles hasta la cintura. La respuesta de Susana, aunque apenas un eco, llevaba alivio: "¡Estoy bien! ¡Estamos bien!". Y en cadena, la voz pasaba de balcón en balcón hasta dar algo de calma en una noche aterradora.
Pareja, una de las jugadoras más laureadas del balonmano nacional con un total de 27 títulos de clubes, se había lanzado al rescate como otros vecinos, antes de que el "hilillo de agua" que corría por la transitada avenida de Valencia de su localidad que parecía inofensivo, se transformara en un río furioso. En ese momento vio a su amiga Vanesa atrapada en su coche y no dudó en luchar para sacarla: la puerta ya no se abría, así que ella tiró de su amiga a través de la ventanilla. En minutos, el nivel del agua subió hasta sus cinturas, impidiéndoles regresar. Sin otra opción, se aferraron a los bolardos de un soportal y, después, lograron escalar hasta la reja de una ventana, donde se anclaron para sobrevivir durante casi seis horas, de nueve de la noche a tres de la madrugada.
La noche fue interminable, llena de escenas que Susana recuerda con dolor. Mientras aguantaban el frío y el peso del lodo, los coches se estrellaban y amontonaban al otro lado de la calle. Pero una imagen se quedó grabada en su memoria: entre la débil luz de los móviles de los vecinos, vieron coronas de flores que flotaban desde el tanatorio. Tras ellas, un ataúd pasó delante de sus ojos, una visión tétrica en medio de la tragedia.
Días después, Susana y Vanesa se reencontraron para limpiar el barro que cubría todo. Ninguna de las dos mencionó lo ocurrido, guardando silencio sobre una noche de la que, por fin, pudieron salir con vida.