29 de noviembre de 1980, una tormenta de nieve sorprendió a dos mujeres conduciendo por los Montes Sibilinos, en Italia, a las cinco de la tarde. Se trataba de Jeanette Bishop May, una rica exmodelo británica, y primera esposa de Evelyn de Rothschild, el banquero de Isabel II; y su gran amiga y secretaria personal, Gabriella Guerin. La tormenta de nieve pareció haberse tragado literalmente de la faz de la tierra a ambas mujeres. La policía italiana halló el coche vacío, pero sus cuerpos sin vida no fueron localizados hasta catorce meses después. ¿Qué ocurrió exactamente? Este caso, seguido con pasión por la prensa de la época, ha sido reabierto porque, según los investigadores, pistas nuevas podrían desembocar en la respuesta que lleva esperándose desde hace cuarenta y cuatro años. Según explicó el fiscal del caso, Frabrizio Narbone, “esta puede ser la última ocasión de encontrar la verdad”. El misterioso asunto, que lleva años fascinando a los habitantes de la pequeña localidad de Sarnano, podría ser finalmente resuelto. Ya nadie parece dudar de que aquello fue un doble asesinato, pero ¿quién lo hizo y cuál era su móvil?
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Por lo pronto, Rafaelle Ruocco, jefe de los Carabinieri de la región, ha confirmado al Corriere della Sera que se realizarán nuevos interrogatorios a las personas involucradas en los hechos o a todos aquellos que, de alguna manera directa o indirecta, pudieran tener información al respecto: “Hemos examinado los expedientes, como hacemos con todos los casos sin resolver, y hemos encontrado aspectos que merece la pena investigar”.
¿Quién era Jeanette Bishop?
Cuando en enero de 1982, unos cazadores hallaron dos cuerpos femeninos, en claro estado de descomposición, y muy dañados por el ataque de, al parecer, jabalíes, en la región de Las Marcas, no se imaginaban que esos cuerpos pertenecían a las dos mujeres más buscadas de la época y que, hasta ese momento, se habían declarado como desaparecidas. Jeanette Bishop, exmodelo y exactriz de la televisión británica, había estado casada, de 1966 a 1971, con Evelyn de Rothschild, un famoso financiero británico, perteneciente a la poderosísima familia de los Rothschild. Él destacó por ser el banquero de Isabel II, jugador de polo, atractivo y amante de la buena vida.
Durante su matrimonio de apenas cinco años con uno de los hombres más deseados de la época, Jeanette Bishop recibió el tratamiento de baronesa de Rothschild, sorprendente si se tiene en cuenta que su infancia no había sido nada fácil. Provenía de una familia humilde, pero cuando su padre murió, su tío, sir Stanley Hooker, se aseguró de que Jeanette recibiera una esmerada educación y que se posicionara en la estricta sociedad británica. Stanley Hooker era un conocido ingeniero de motores a reacción, muy respetado. Comenzó su carrera en Rolls & Royce, destacó en la industria aeronáutica y nunca dejó desatendida a su sobrina.
Esta, a pesar de su divorcio de Evelyn de Rothschild, siguió frecuentando su círculo social y se volcó en su gran pasión: el diseño de interiores y el coleccionismo de objetos de arte, por lo que solía ser una asidua visitante de Christie’s. Por otro lado, amaba Italia y su amiga Gabriella Urdin, que terminó enviudando y criando sola a sus dos hijos, vivía allí.
Jeanette Bishop se volvió a casar con un prominente hombre de negocios, Stephen May. Precisamente, la exbaronesa estaba en Italia con Gabriella Guerin, porque quería supervisar la reforma de una casa de campo que su esposo y ella habían comprado en la aldea de Schito. Ahí comenzó todo: en esas angostas carreteras de montaña, con la nieve invisibilizando los caminos y con las dos mujeres esperando que escampara para salir de aquel infierno.
El 30 de noviembre de 1980, se encendieron las alarmas. La policía buscó infructuosamente a Jeanette y a Gabriella. Diecisiete días después, apareció el coche vacío, sin ninguna pista que pudiera aclarar el paradero de las desaparecidas. Cuando los cazadores antes citados hallaron los cadáveres en los bosques de Podalla di Fiastra, cerca de un cementerio, las especulaciones alcanzaron su máxima expresión. De inmediato, salieron a la palestra diferentes teorías sobre los hechos: que si se trataba de una vendetta de la mafia por algún negocio turbio del que nada se sabía; que si este extraño hecho tenía relación con un robo de obras de arte sucedido en Roma, o con el asesinato de un anticuario italiano, o que alguna vinculación tendría con la muerte inaudita de Roberto Calvi, conocido como el Banquero de Dios. Calvi, que trabajaba para El Vaticano, fue hallado, el 18 de junio de 1982, colgado de un andamio debajo del puente Blackfriars, en Londres, con los bolsillos llenos de ladrillos.
Antiguas y nuevas pistas
The Times también sigue este fascinante caso y ha revelado que los investigadores encontraron en posesión de Jeanette Bishop, quien tenía cuarenta años en el momento de su muerte, unos telegramas que la relacionaban directamente con el robo perpetrado en la sede romana de la casa de subastas Christie’s, en Piazza Navona. Muchos de estos telegramas estaban codificados, por lo que resulta difícil su comprensión, pero parece que sí podrían describir algunos detalles de aquel robo. Estos mensajes los intercambió con un anticuario, que respondía al nombre de Sergio Vaccari. Pues bien, para rizar aún más el rizo de este gran misterio del siglo XX, Vaccari murió tras recibir quince puñaladas en su casa de Holland Park, en Londres, en ese fatídico año de 1982.
El fiscal de Macerata, Alessandro Lacoboni, desde diciembre de 1982 investigó lo que ya se consideraba que podía haber sido un doble asesinato, y estuvo en comunicación con Scotland Yard, responsables de descubrir quién había asesinado a Vaccari y qué había detrás de tan salvaje crimen. Lacobani buscó por todos los caminos posibles una respuesta a la extraña muerte de Jeanette y Gabriella. El 25 de septiembre de 1989, siete años más tarde, concluyó que, efectivamente, el caso era atribuible a un doble homicidio. Siempre se quedó con la espina clavada de no haber podido esclarecer quiénes habían sido los asesinos.
En la actualidad, no será fácil reconstruir la historia y el intríngulis de este doble crimen, cuarenta y cuatro años después. Alguno de los testigos directos, como Daniele Talocco –una de las últimas personas en ver a Jeanette y Gabriella antes de su desaparición– falleció hace cuatro años. De los dos cazadores que encontraron los restos de las mujeres, uno de ellos ya no reside en esa área. Quien sí sigue vivo y dispuesto a revelar todo lo que sabe es el arquitecto Nazzareno Venanzi, el responsable de la remodelación de la casa de los May en Schito. Venanzi ha rememorado todo cuanto recuerda de aquel fúnebre día: “Tomamos un aperitivo antes de comer, luego me preguntó si quería acompañarlas a las dos por las montañas esa tarde, pero decliné porque estaba ocupado. Cuando supe que no habían regresado al hotel, me preocupé y avisé a la policía”.
Uno de los grandes interrogantes a los que se enfrentan los investigadores es el siguiente: ¿qué urgía tanto para que Bishop y Guerin emprendieran un arriesgado viaje en su coche por las montañas, cuando la tormenta de nieve ya arreciaba por la zona? ¿Y cómo fue la secuencia de los hechos que tuvo tan trágico final? Cabe destacar que cuando el automóvil de ambas mujeres, un Peugeot 104 negro, fue hallado por un helicóptero de la policía diecisiete días después de la desaparición, este se encontraba en una granja abandonada, cerrado y con el freno de mano puesto. En el interior de la cabaña, los investigadores descubrieron que alguien, probablemente ellas, habían utilizado varios muebles de madera para hacer leña, encender un fuego y calentarse frente al temporal. Entonces, si lograron refugiarse entre cuatro paredes ¿qué ocurrió para que catorce meses después se hallaran sus cadáveres en otro punto, en las inmediaciones del lago Fiastra? Desde el principio, la policía local aventuró que las dos habían perdido la vida debido a una hipotermia, pero el esposo de Jeanette no estaba de acuerdo con esa hipótesis y, el 14 de enero de 1982, ofreció una recompensa de más de doscientos mil euros a quien las encontrara. A las dos semanas, los cazadores antes citados localizaron tanto los cuerpos como los efectos personales de las dos.
Según dictaminaron los forenses, en los cuerpos no había señales de violencia ni lucha, y todo apunta a que fallecieron en el punto en el que se las halló, pero ¿cómo o por qué? En su día, los investigadores también advirtieron que ninguna de las conclusiones emitidas en sus informes podía darse por totalmente válidas, porque los esqueletos no estaban completos. Los jabalíes habían hecho de las suyas.