Se pueden emplear muchas palabras para presentarlos: cantantes, músicos, actores, Operación Triunfo, Los Serrano… Y como pareja, de Ana Guerra y Víctor Elías podríamos decir que son un equipo, almas gemelas, dos notas que encajan en un pentagrama… Pero vamos a empezar por las palabras 'complicidad' y 'casualidad', ya que, por un lado, fue esa canción de Vanesa Martín la que los unió, y por otro, fuimos testigos de un capricho del destino: en 2021, poco antes de que estos novios se convirtieran en pareja, Ana posaba para ¡HOLA! vestida de blanco en el mismo escenario en el que se dieron el segundo de sus 'sí, quiero'.
Nos adelantaron que la fecha para unirse en matrimonio sería el 31 de octubre y que querían algo que reflejara cómo son, que hablara de ellos… A bote pronto, son una caja de sorpresas, porque no solo han tenido una boda, ¡sino dos! Así que, al final, uno más uno no han sido siete, como dice Fran Perea en el famoso tema de Los Serrano. Uno más uno han sido: dos bodas, tres vestidos de novia y más de 300 invitados que se han unido para celebrar su amor entre risas, lágrimas, reencuentros y —como no podía ser de otra forma— mucha música. Porque ellos como mejor se definen es con canciones… Pero eso lo veremos en el número de la semana que viene.
El miércoles 30 de octubre, un día antes de la boda que habían anunciado, contrajeron matrimonio en la ermita de la Virgen del Puerto, de Madrid, un lugar que conocieron gracias a Carolina Caparrós, tía de Víctor. Fue una ceremonia muy íntima a la que solo asistieron sus dos familias —un total de casi 60 invitados—, inspirada en la serie Los Bridgerton —de la que son muy 'fans'—, con una decoración floral de La habitación de las flores y un cuarteto de cuerda dirigido por Milena Brody.
El poder de una mirada
Los dos reconocen que pasaron muchos nervios, pero que se calmaron en cuanto se vieron. Víctor la esperaba nervioso en el altar, con un traje gris de cuello 'mao', de Sastrerías Fernández Prat. Una primera mirada que dice más que mil palabras y que recordarán para siempre.
Ana entró del brazo de su padre, Antonio Guerra, con la banda sonora de la película Leyendas de pasión, y el misterio de su vestido quedaba al desvelado. Menos festivo como el que veríamos al día siguiente, sí, pero igualmente espectacular y con aire regio, casi solemne. Rosa Clará confeccionó para ella un diseño en encaje joya francés, semientallado en la cintura y con escote palabra de honor y manga caída para realzar su cuello y sus clavículas, rematado con una sobrefalda extraíble de organza de seda con cinturilla de encaje y pedrería.
—Una de las grandes sorpresas de vuestra boda es precisamente que han sido dos, una civil y otra religiosa un día antes.
ANA.—Nos casamos por disparidad de culto porque solo una de las partes es religiosa. Todo parte de que mucha familia mía y mucha familia de Víctor no se conocían y queríamos juntarlas el día anterior y pensamos… ¿Y si, ya que juntamos a las dos familias, nos casamos por la Iglesia? Y así fue, salió supernatural. Yo quería una boda más pequeña, Víctor una más grande, y así tenemos las dos.
—¿Con qué momentos os quedáis de la boda religiosa?
A.—Con nuestro encuentro, cuando nos vimos por primera vez.
VÍCTOR.—Yo lloré muchísimo. Nada más verla, pensé: 'Qué belleza de mujer'.
A.—Me sentí conectada con mi religión, en una ermita tan bonita y rodeada de nuestras familias. Fue increíble. Estaba supernerviosa y, cuando lo vi, no me lo podía creer y dije: 'Qué afortunada soy', y también lloré muchísimo.