Raquel, embarazada de siete meses, jamás olvidará el día en que la tromba de agua arrasó las calles de Catarroja. Sorprendida por la riada y sin poco margen de reacción, la futura madre vivió momentos de verdadero pánico al verse atrapada en medio de la inundación causada por la DANA. Con el agua subiéndole desde la cadera hasta casi el pecho,la futura madre intentaba sobrevivir mientras el instinto maternal la impulsaba a proteger a su bebé a toda costa. "Que me golpeen a mí, pero que no me toquen la barriga", recuerda, con el miedo latente de perder a su criatura.
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Todo comenzó cuando la tromba de agua la atrapó mientras estaba en un supermercado. La fuerza de la corriente la arrastró hasta que, desesperada, consiguió aferrarse a la reja de una ventana. Allí, en una situación crítica, fue rescatada por vecinos y servicios de emergencia. Pero no fue fácil: la cuerda con la que intentaban subirla se desenrollaba y Raquel se golpeó contra una pared en repetidas ocasiones, dejándole varios traumatismos en la cabeza y moretones en los brazos. "Fue una locura, me quedé cogida en la reja de una ventana y me golpeé contra la pared", relata al diario ABC.
Raquel describe aquellos minutos como momentos de terror absoluto. "Pensaba en cómo me iba a llegar la muerte, si me arrollaría un coche o si me atravesaría una señal". Su instinto de supervivencia, sin embargo, se sobrepuso al miedo, y gracias a la colaboración de vecinos desde una azotea cercana, logró aferrarse a la fachada del ambulatorio hasta que pudieron rescatarla.
Afortunadamente, tras recibir atención médica en el hospital, los médicos confirmaron que su bebé no sufrió daños. Por precaución, no le realizaron radiografías, pero el chequeo general confirmó que ambos están bien.
A pesar del susto y las lesiones, Raquel no ha dudado en ponerse al servicio de su comunidad. Al ver el drama a su alrededor, especialmente el de sus vecinos que lo han perdido todo, la joven, desde su primera planta no dañada, ha salido a ayudar en la limpieza. "No puedo con cosas grandes y pesadas, pero sí puedo barrer y limpiar para que los bomberos puedan entrar", comenta, mientras no esconde las lágrimas por el sufrimiento ajeno. "Mis vecinos de abajo se han quedado sin casa; por lo menos están vivos, y lo mínimo que puedo hacer es ayudar a sacar enseres".
La comunidad de Catarroja se ha volcado en una oleada de solidaridad, con vecinos y voluntarios de otras localidades que han acudido a rescatar pertenencias, limpiar barro de patios y garajes y vaciar las casas inundadas. Raquel, agradecida de estar viva y con su bebé a salvo, sigue ayudando mientras observa el desolador panorama: "Es devastador, algo que no debería repetirse nunca. Pero, al menos, estamos vivos", concluye con esperanza.