Tras varios meses de ilusionante espera, este sábado, Beatriz Lizarriturri Lacalle y Juan Ruiz de Velasco Treviño entonaban bien alto el "sí, quiero", ante varios cientos de invitados, en la romántica iglesia de San Miguel Arcángel, en una localidad cercana a Guadalajara. Este enlace, cuyos detalles adelantó ¡HOLA! en primicia, ha unido, tal y como estaba previsto, a dos grandes sagas de nuestro país: la aristocrática familia de los condes de Vastameroli –padres de la novia– con los Zunzunegui, una de las familias más importantes en la industria de la moda en España. Amalia, abuela materna del novio, fue la encargada, junto a sus hermanas, de traer Armani a nuestro país hace varias décadas. No faltó nadie a la boda, ni siquiera la infanta, gran amiga de la familia, y otros rostros de la aristocracia como el duque de Albuquerque o los condes de Montalbán.
También asistieron a la cita los condes de Osorno, que, como el resto de invitados, disfrutaron tras la ceremonia religiosa de una preciosa celebración en 'Dehesa de Valbueno', la finca propiedad de los padres de Belén Corsini, prima de la novia y además una de sus personas de máxima confianza.
Organizada con mimo por la familia, hasta el último momento los novios no supieron si la previsión meteorológica les daría tregua. Finalmente, salió el sol. "Nadie daba un duro y al final menos mal que aposté por hacerlo fuera, debajo de un pinar. Quedó precioso y nadie pasó frío", ha asegurado la novia en conversación con esta revista.
El menú fue servido por Samantha Vallejo-Nágera, que desde hace años gestiona a través de su catering esta finca que la familia también utiliza en eventos privados, como las bodas de las dos hermanas de la nuera del duque de Alba, Mónica y María Corsini.
En esta ocasión, y tratándose de un evento familiar de esta envergadura, confiaron en las manos de una de la chef más conocida de la televisión para deleitar a los invitados. Primero, con un suculento cóctel compuesto por varios entrantes, tanto fríos como calientes, que fue amenizado por un cuadro flamenco sorpresa para los novios. De lo más animado, incluso la infanta Elena se animó a bailar junto a ellos.
Más tarde, todos se sentaron en las mesas ubicadas en el pinar. De primero tomaron salmorejo con bogavante; de principal, solomillo de ternera con salsa de colmenillas, patatas panaderas y cebollitas glaseadas, y de postre, dos opciones, tarta fina de manzana con crema inglesa y torrija con helado de queso.
Finalizada la comida, los novios dieron paso a la fiesta, que comenzó con el tradicional baile de los novios con sus padrinos. "Con mi padre bailé el vals de Edelweiss, de Sonrisas y lágrimas”, ha confesado Beatriz Lizarriturri. "Y después, tras bailar con mi marido You’re the First, the Last, My Everything, de Barry White, entregamos los ramos. No queríamos darlos como se hace en todas las bodas, en mitad del convite, y lo hicimos al inicio de la fiesta". Entregaron nueve ramos: a las hermanas de los novios, a las madres y a una íntima amiga de la novia.
Beatriz está muy unida a su padre, León Lizarriturri, y no dudó en confiar en él para que la sostuviera del brazo hasta el último momento de soltera. Feliz y orgullosa, caminó junto a él hacia el altar, donde la esperaba su prometido, escoltado por su madre, Regina Treviño, con quien mantiene una relación magnífica.
De hecho, prueba de ello es que tanto la novia como su suegra compartieron atelier para su gran día. Fueron las expertas manos de Cristina Martínez-Pardo las que dieron forma a los dos diseños con las que ya se han convertido en dos de las mujeres más elegantes de la temporada nupcial.
Una boda tan romántica como emotiva en la que todos disfrutaron como nunca y que los novios tendrán ocasión de repasar pormenorizadamente de camino a su luna de miel en África.