Emily in Paris en Roma© GIULIA PARMIGIANI/ NETFLIX

Lilly Collins es lo único que separa a los dos países o ¿hay algo más?

'Emily in Paris', la última batalla en la gran 'guerra' franco-italiana

Darren Star opta por una decisión salomónica: vivirá en París y trabajará en Roma


22 de octubre de 2024 - 11:56 CEST

Una riña entre hermanos (y rivales). Una más. Que, a veces —muchas—, han llegado a las manos. La reconciliación luego llega pronto. Porque se conocen demasiado. Y se admiran y se quieren. Son muy parecidos. Aunque, como todo hermano que se precie, ambos nieguen la mayor. “¿Yo? Nada que ver. Ni en el blanco de los ojos”. Pero sí. Se parecen. Mucho. Hasta sintácticamente, la lengua es la misma. Les separa una de las montañas más altas de Europa, el Mont Blanc/il Monte Bianco pero, en cuanto pudieron, la horadaron para que no hubiera ni tan siquiera un grado de separación. Para eso, ya tienen los colores de sus banderas. Solo uno es distinto. Cómo será la cosa, que el himno nacional de uno fue escrito por un ciudadano del otro. A ¡¿que no lo sabían? La Marsellesa, escrita en 1792 por Rouget de Lisle, se inspira (por decirlo de alguna manera) en el Tema e variazioni in do maggiore, de 1781 de Giovanni Battista Viotti… Por contra, La Mona Lisa siempre estuvo expuesta en París. De hecho, cuando Leonardo da Vinci se la llevó a la corte de Francisco I, Lisa Gherardini no había visto más paredes que las de su estudio florentino… Todo esto para explicarles que italianos y franceses están condenados a entenderse. Siempre lo han estado. Desde Carlomagno, que ya se casó con una princesa lombarda, pasando por las dos reinas Medici (Catalina y María), a Napoléon (francés porque nació un año después de que Córcega dejara de ser italiana), su hermana Paulina Borghese y Carla Bruni, primera dama con Sarkozy. Y eso, sin hablar de Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni, de Laetitia Casta con Stefano Accorsi… En resumidas cuentas, que siempre ha habido más cosas que les unen que aquellas que les han distanciado. Hasta que llegó Emily in Paris. La sucesora natural de Sex & The City y Carrie Bradshaw ha vuelto a provocar una crisis diplomática entre los dos países que, si bien antes se resolvía con una dote de matrimonio o una cesión de territorio, hoy, en cambio, con las redes sociales como campo de batalla, ha desatado una batalla pírrica. Pero se debe solo a la producción de Netflix o… ¿hay algo más? Sí. Lo hay. 

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© GIULIA PARMIGIANI/ NETFLIX
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Sobre estas líneas, Lily Collins (que da vida a la protagonista, Emily) y Eugenio Franceschini (Marcello en la serie) en la Fontana di Trevi. Arriba, con la basílica de San Pedro, de fondo

Emmanuel Macron, les resumimos, hizo unas declaraciones en Variety que provocaron el estupor en todo el mundo aunque, en Italia, ya llovía sobre mojado. Resulta que Darren Star, productor de la serie a la proa del trasatlántico rojo, declaró que habían estado tan agustito en su flirteo romano de la cuarta temporada de la serie, entre spriyz, carbonaras y suplìs al teléfono, que estaban valorando la opción de quedarse. O sea que, en la quinta, Lily Collins, su armario al completo y hasta Marylin Fitoussi, la celebrada estilista de la serie, se mudaría a la ciudad del Tíber. Macron, desde el Sena, se vio obligado a abordar el tema y, como saben, no, no es broma. Porque para Macron, más allá de que hablamos de una ficción y que en una ficción todo es posible, la hipótesis de guion “no tiene sentido”. Aha. Porque si el título es Emily in Paris —explica el Presidente con una lógica aplastante—, tendrá que suceder en París y no en Roma (y repetimos: no, no es broma). 

Y es que, más allá de que la Primera Dama, Brigitte, ha aparecido en un episodio de la última temporada de la serie -en una demostración de que la serie se ve en la tele el saloncito de estar del Elíseo- para este Asterix moderno, Emily es una cuestión por la que el país tendrá que “luchar hasta la extenuación”. Porque está en juego la imagen y la influencia del país de Coco Chanel y porque, hablando de mercadotecnia turística, a nadie se le escapa que eso en su PIB tiene su pizquita de importancia. Como que es la primera potencia del mundo en el sector del lujo y el turismo, ¿no? Ahora bien, a la segunda, Italia, también se le da muy bien eso de poner su banderita y el Made in Italy allí donde tiene oportunidad.

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Emmanuel Macron, presidente de Francia

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Roberto Gualtieri, alcalde de Roma

Roberto Gualtieri, el alcalde de Roma, no dudó en contestar. En Hollywood Reporter, que ya nos encontramos aquí también con otra guerra de cabeceras editoriales en el mundo del espectáculo… Y, al tipo, sorna no le falta. Primero hace como que se molesta por ese gesto intervencionista de Macron manifestando que “ni Netflix ni sus grandes series reciben órdenes de un Jefe de Estado, ni tampoco toman decisiones basadas en presiones políticas de ningún tipo”. Después, hace un alarde de ironía ética: “Quizás haya algunas cuestiones más urgentes para el presidente francés. Por ejemplo, hay un par de guerras en Ucrania y en Medio Oriente, hay un horrible huracán en Estados Unidos y que está relacionado con el cambio climático, y algunas otras cuestiones de Estado en Europa para Macron que son, supongo, más importantes que Emily” (zasca) Y, por último, la típica batuta italiana, ese chistecillo romántico, con el que rematar la soberbia francesa, y esto llegó por X: “Querido Emmanuel Macron, tranquilo: Emily estará fenomenal en Roma. Además, el corazón no atiende a razones: dejémosla elegir a ella”. 

En cualquier caso, Star ha tenido que intervenir porque Macron se puso más nervioso aún con una frase de Andrew Flaming, el director de la serie, recogida en todos los periódicos del país de la bota: “Estuvimos continuamente emocionados durante el rodaje en Roma. La ciudad es extremadamente fotogénica, acogedora, no sólo lo digo yo… Es mágica”. Darren atajó la locura adelantando que la quinta temporada partirá de “las maravillosas ruinas” de la Città Eterna para volver, después, a París. Emily “trabajará en Roma de tanto en tanto, pero eso no significará que se mude definitivamente”. Gualtieri descolgó el teléfono para llamar a su homóloga parisina, Anne Hidalgo, española y amiga del romano. “Está de acuerdo conmigo, pensamos que el señor Macron debería relajarse un poquito”. ¿Otra soldada más en la guerra? No, la gaditana aludió a algo que ambos países estaban olvidando para salir de la ecuación. “Gualtieri y yo nos reímos juntos del asunto. Yo amo Roma y él, París. Al fin y al cabo, son dos ciudades únicas y exclusivas”.

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Lily Collins con Brigitte Macron y Thalia Besson en la serie

Porque, ¿sabían ustedes que Roma y París no están hermanadas con ninguna otra ciudad más salvo la una con la otra? Desde 1956. Cuando ambas ciudades firmaron un contrato exclusivo y excluyente: “sólo Roma es digna de París. Y sólo París es digna de Roma”. Porque culturalmente, ambas -que por algo también son los países más chovinistas del mundo- se consideraron dos gigantes mundiales y ambas juegan en otra división. Ea. Por eso, cada 30 de enero, cuando se celebra este acuerdo de hermandad, Roma y París iluminan sus monumentos con los colores de la bandera del país contrario. Y en este alarde eléctrico no se acaba la cosa. Qué va. De forma habitual y constante se organizan exposiciones, actividades culturales, conciertos, intercambios científicos y universitarios de Roma en París y viceversa… al tiempo que, en los últimos 60 años, los parisinos visitan gratis los museos de Roma y los romanos, los de París. Ego, Emily podría ser el nuevo affaire Gioconda. Recuerden, ese momento en el que un fregasuelos italiano roba del Louvre 'La Gioconda' a principios de siglo y lo que en un principio era un hurto para conseguir dos mendrugos de pan, casi casi enzarza a los dos países hermanos en una contienda, antesala de la primera Guerra Mundial.

Efectivamente, Emily ha sido el último asalto de la última gran guerra franco-italiana con la que terminó el verano. A mediados de septiembre, Francia, además de criticar a la administración Italiana por la gestión demasiado “descuidada” de algunas de las iglesias francesas en la ciudad de Rómulo y Remo, reclamó la titularidad de la Escalinata de Piazza di Spagna en Roma. ¿Cómo? Pues eso. Que Audrey Hepburn, cuando se estaba comiendo un helado a los pies de Trinitá dei Monti en Vacaciones en Roma, no solo estaba jugando con fuego con el bueno de Gregory Peck, sino también con una frontera que, según el Tribunal de Cuentas de París, nunca ha estado bien definida. O sí. Para el citado organismo, es francesa y punto. “La escalera fue construida con fondos franceses a principios del siglo XVIII y luego mantenida durante décadas por los Pieux établissements de la France en Rome”, apuntaba el informe sobre ese espacio. Por cierto, donde el Reino de Francia quiso erigir una estatua ecuestre de Luis XVI antes de que, como saben, le cortaran la cabeza y se convirtieran en República.

© STEPHANIE BRANCHU/ NETFLIX

La serie comenzó en París, y la posibilidad de trasladarla a un nuevo escenario, Roma, ha desatado una 'guerra' entre ambos países

“Pero qué sería de Francia sin Italia. No pueden prescindir de nuestro lujo, de nuestras obras, de nuestra belleza”, escribió Daniela Santanchè, Ministra de Turismo, en X, cuando el informe se hizo público, a la que siguieron otros políticos italianos como Rabio Rampelli, vicepresidente de la Cámara de Diputados. “El Tribunal de Cuentas francés ha hecho un reconocimiento de los bienes inmuebles propiedad del Estado francés en Roma. Una lista en la que también entraría Trinità dei Monti, reclamando su propiedad. Da risa. Pues bien, enviaremos expertos al Louvre para que hagan un reconocimiento actualizado de los bienes robados a Italia a lo largo de la Historia, especialmente los del siglo XIX o regalados por genios que quizá se vieron obligados a privarse de obras de arte de renombre que han hecho del Louvre el museo más visitado del mundo. Comedia”.

Ya se pueden imaginar el ruido en redes. Que si Francia devuelva Arlés, Nimes, el Pont du Gard, las termas de Lutetia de París, la región de Saboya y la costa Niza… and so on. “Es una polémica infundada”, explicó Claudio Parisi Presicce, Superintendente Capitolino de Bienes Culturales, quien intervino para aclarar la polémica alegando que los medios habían malinterpretado a los franceses. Peeeero que, sí, que en la construcción de la escalera Francesco de Sanctis, se “contó con una aportación económica francesa que, sin embargo, no cubrió todos los gastos". Y eso es todo, señoría. 

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En las escaleras de la Plaza de España de Roma

Obviamente, el presidente del Tribunal de Cuentas francés, Pierre Moscovici (de ascendencia italienne), se vio obligado a calmar las aguas: “Quiero tranquilizar a nuestros hermanos italianos: el informe sólo pide una aclaración sobre la situación del patrimonio. Se dirige e interpela a los franceses en particular a los Pieux Etablissements por su gestión del patrimonio religioso que se hace en Italia”. Como ven, que el problema está en las preposiciones y en los posesivos, como confundir complementos circunstanciales: decir “detrás mío” en vez de “detrás de mí”… Y que italianos y franceses deben de entenderlo todo mal porque siempre están pensando en lo que no deben, como que un estudio acaba de revelar que estos dos países son los más infieles del mundo… Si ya lo dijo aquel: no hay nada más sexy que una italiana hablando en francés.

A lo mejor, la solución a esta rivalidad histórica y enquistada estaba en lo que ha pasado, en que una inglesa, con su acento de Guildford, va a poner fin a tanta tontería.