Para protegerse de los enemigos y divisarlos antes de recibir cualquier ataque por parte del rival, los castillos medievales solían construirse en lo alto de las lomas y en lo más escarpado de los acantilados. Con los años, quienes querían vivir con esa seguridad medieval apostaron por fortalezas similares.
El impresionante castillo Nido de Golondrina, construido entre 1911 y 1921 por el arquitecto Leonid Sherwood y erigido sobre la cima de un acantilado de 40 metros de altura. Desde sus torres, se divisa todo el cabo de Ai-Todor, en el Mar Negro. También el impresionante castillo de Dunluce, en las proximidades de Bushmills, una localidad de Irlanda del Norte famosa por sus abruptos acantilados. Construido en el siglo XII, se ha hecho célebre por albergar algunas escenas míticas de Juego de Tronos. Y uno de los castillos más tenebrosos de la historia, al parecer perteneciente al terrible príncipe Vlad Drácula, del siglo XIII, y ubicado cerca de Brasov (Rumania). Finalmente, el refugio de montaña más solitario del mundo, Buffa di Perrero, en los Dolomitas a más de 2.700 metros de altura.