El sábado 12 de octubre, la infanta Cristina tenía una cita ineludible en Sevilla, donde las previsiones de mal tiempo se cumplieron sin empañar, eso sí, la cita que tenía marcada en su calendario desde hacía meses. Se casaba su ahijado Fernando Möller Andrada-Vanderwilde y ella era uno de los tres testigos por parte del novio. Todo salió perfecto.
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Hijo de Fernando Möller y Puig-Sureda y María Andrada-Vanderwilde Borrajo, Fer (como le conocen sus allegados) se casaba tras cinco años de noviazgo –comenzaron a salir en octubre de 2019 tras conocerse en México- con Sara de Eusebio, la hija mayor de Emilio de Eusebio y Susana Martínez Vidal, exdirectora de la revista ELLE. La convocatoria fue inmejorable.
Pitingo, que sorprendió a la novia cantando el Ave María durante la ceremonia y luego con bulerías durante la fiesta; las periodistas Teresa de la Cierva y Marta Barroso; así como varios miembros de las familias Astolfi y Benjumea, íntimas de los novios fueron algunos de los 250 invitados que se acercaron hasta la localidad sevillana de Marchena para celebrar el amor de estos dos jóvenes dispuestos a pasar toda su vida juntos.
Emotiva ceremonia
Celebrada en la iglesia San Juan Bautista y posteriormente en la finca familiar del novio, Cortijo El Trasquilado, la organización corrió a cargo de Bodas Colorín, que luchó contra los elementos para hacer de este día uno inolvidable para todos.
La novia llegó puntual del brazo de su padre, que orgulloso ejerció de padrino (con un chaqué confeccionado a mano por la misma sastrería que el vestido de la madre y hermana de la novia), vestida con un imponente y original vestido de novia firmado por la diseñadora Paula Matthei, que fue transformándose durante la jornada. La misma que vistió a la elegante madrina, de verde esmeralda, con peineta y mantilla.
Sara quería estar cómoda y no perder tiempo entre cambio y cambio de look, por lo que optó por una solución intermedia: el diseño iba cambiando en función de momento: primero, en la ceremonia, con mangas; durante el cóctel, cubierta con un chal y para la fiesta, con cuello halter para no parar de bailar toda la noche.
Uno de los momentos estelares de la ceremonia llegó durante el Ave María, cuando, para gran sorpresa de la novia y deleite de los invitados, Pitingo, amigo de la familia, cogió el micrófono y acompañado de su compadre a la guitarra, entonó esta plegaria emocionando a los presentes, entre ellos, la infanta Cristina, ubicada en el altar junto a otros 5 testigos, como madrina del novio.
Entre las invitadas más elegantes al enlace estaban la madre y la hermana de la novia, vestidas por la sastrería Basset&VanBommel y creados por la diseñadora patronista y modista Carmelina De Noia, italiana de adopción española. Un look que Susana completó con un tocado de Conchitta. También Teresa de la Cierva, que se decantó por un conjunto rojo de Vogana con tocado de Mimoki.
Lluvia torrencial
Aunque la previsión meteorológica no era buena, nadie podía esperar el gran aguacero que durante las horas previas empapó todos los escenarios en los que la boda tuvo lugar.
Las celebraciones comenzaron el jueves con una cena familiar en la misma finca que ese sábado acogería la gran fiesta del enlace. El viernes, las celebraciones continuaron con una preboda a la orilla del Guadalquivir que debido a la lluvia tuvieron que reubicar en el interior del local contratado para la cena. Aunque las vistas de la Torre del Oro continuaron siendo inmejorables desde el restaurante Río Grande, lo cierto es que los cambios de planes no habían hecho más que empezar.
El menú, la papelería y la decoración de la celebración, organizada en el cortijo familiar del novio, tuvieron como inspiración Sevilla, sus naranjos, el albero, la tierra y los colores de los campos
Mientras los novios entonaban el ‘sí, quiero’, el equipo de wedding planners, los del catering y la decoración luchaban contra los elementos para que nadie notase los desperfectos causados por el agua. Sustituyeron manteles y alfombras, construyeron plataformas improvisadas para poder posar esquivando los charcos que el agua había formado en el albero del cortijo y, junto al gran espíritu de los invitados –aún más volcados en la boda para contrarrestar el mal día– hicieron de ese día inolvidable para todos.
Con una temática inspirada en Sevilla, sus campos, los naranjos y el albero, todos los proveedores hicieron realidad los sueños de los novios y de la papelería, creada por El Tintero Caligrafía, al cátering, servido por Ermita de La Candelaria, todo fue acorde.
Este último hizo las delicias de los allí presentes con un menú de tres pases compuesto por ajoblanco con tartar de gamba y helado de manzana, ravioli de pato a la naranja sanguina y de postre, tarta árabe y helado de naranja, gelatina de Pedro Ximénez y aceite de oliva virgen extra.
Cuando terminaron de comer, continuaron con las tradiciones y todos los invitados se reunieron alrededor de la pista de baile para ser testigos del primer baile de los novios al son de L-O-V-E de Nat King Cole. Aunque empezaron ellos solos, terminaron la canción junto con sus padrinos antes de empezar a sonar el tema central de la banda sonora de Pulp Fiction, en la que toda la familia incluyendo primos interpretaron una coreografía súper divertida.
Después comenzó el concierto del grupo Califa Jerezano al que se unió Pitingo interpretando alguno de sus grandes éxitos como su versión de Killing me softly y que cerraron con guiño a los mexicanos de la boda cantando México en la piel. Un trabajo perfectamente coordinado en el que Sonido Al Sur jugó un papel fundamental.
Los novios se conocieron en México, ya que en diferentes momentos de sus vidas, ambos han residido allí. De hecho, la novia pasó varios años de su vida en este país en el que aún residen sus padres. Ellos, ahora, viven y trabajan en Madrid, donde se instalarán ya como marido y mujer a su regreso de su viaje de novios a Nueva Zelanda.
Inolvidable pedida de mano
Una boda para el recuerdo que comenzó con una pedida en República Dominicana con una idea que marcaría sus vidas para siempre. Para estrechar lazos entre ambas familias, los padres de la novia, que desde hace años poseen una propiedad en Punta Cana, pensaron que sería un gran plan organizar una semana en su casa con su familia política.
Unos días en los que todos se conocieron en profundidad creando unas sinergias entre ambas familias y un ambiente inigualable en la boda.
Durante este viaje, aprovecharon para celebrar la pedida de mano en este entorno idílico, cuyas imágenes ha compartido la familia con ¡HOLA! con gran generosidad.
Un enlace que ha unido para siempre a estas dos familias tan bien avenidas.