No es oro todo lo que brilla y las redes sociales parecen regirse, en algunas ocasiones, por el sálvese quien pueda del Lejano Oeste o por esa implacable ley de la selva que únicamente otorga poder al más temerario. Para algunos, todo vale con tal de arañar un “like”, de fidelizar a un seguidor o de hacer viral un contenido. Este otoño está siendo especialmente trágico para los influencers por el alarmante número de víctimas que se ha cobrado. Las redes sociales están de luto y hay muchos motivos para ello.
El pasado 5 de octubre, fallecía Taylor Rousseau Grigg a los veinticinco años. Tenía más de un millón de seguidores en TikTok y más de doscientos mil en Instagram. Murió, según explicó su marido, de forma “súbita e inesperada”. En este caso concreto, el fatal desenlace no se produjo “en acto de servicio” (es decir, mientras grababa contenido), sino tras padecer una enfermedad que ocultó a sus seguidores durante meses. Quince días antes de su partida, aún mantenía la ilusión de un mundo feliz y bello y continuaba subiendo contenido de estilo de vida a sus redes. Después de unos días de respetuoso silencio, la familia Rousseau acaba de revelar los motivos de la muerte de Taylor: sufrió complicaciones derivadas del asma y de la enfermedad de Addison, una rara dolencia, conocida como insuficiencia suprarrenal, que impide al organismo producir la cantidad suficiente de determinadas hormonas. Cameron, su esposo, compartió un último y conmovedor mensaje para ella: “Esposo orgulloso”.
Frente a este triste caso en el que la pasión por las redes sociales no fue la causa de la muerte, en otros casos los influencers no dimensionan el peligro que corren con sus retos y únicamente les mueve el deseo aportar contenidos impactantes a su cuantiosa audiencia. Lamentablemente, el 13 de octubre un joven británico, de veintiséis años, murió mientras intentaba escalar el puente más alto de España (de ciento noventa y dos metros), en Talavera de la Reina (Toledo). Quería grabar su hazaña y mostrar un truco a sus seguidores, pero cuando había ascendido poco más de cuarenta metros perdió el equilibrio y cayó al vacío. No llevaba ningún tipo de protección, porque escalaba sin arnés para ofrecer a sus followers un video impactante que mostrara su valor y habilidad. Eran aproximadamente las siete de la mañana cuando perdió el equilibrio y sufrió el accidente mortal que ha conmocionado a España.
Tres semanas antes, en China, un fisioculturista de veintisiete años llamado Liu Can se ahogó en un área natural de acceso restringido, ubicada en la región de Chongqing, al suroeste de su país. Su familia emitió un breve comunicado lamentando su partida e informando de manera muy escueta que Liu Can se había ahogado. Los amigos y seguidores del tiktoker aseguraron que el joven deportista se encontraba en esa zona prohibida grabando contenidos para sus redes. En el momento de su muerte, sus vídeos tenían más de un millón de visualizaciones.
Muchos olvidan por completo el peligro real cuando su objetivo es captar la mejor selfie, aquella que emocione a sus fans. Esto, lamentablemente, ha costado demasiadas vidas. El pasado 15 de agosto, impactó la muerte de la gimnasta checa Natalie Stichova. La joven, de veintitrés años, fallecía al caer de una altura de ochenta metros en las inmediaciones del castillo de Nuschwanstein, en Alemania. Un año antes, la influencer rusa Inessa Polenko, de treinta y nueve años, saltó una valla de seguridad de un mirador de Gagra (Georgia) para tomarse la foto soñada… La fatalidad quiso que perdiera el equilibrio y cayera por un acantilado de cincuenta metros.
Los extremos
Como en cualquier otro trabajo, hay que saber medir los riesgos, controlar la ansiedad y reducir al máximo el estrés para actuar con la cabeza serena. El hecho de depender continuamente de la aprobación de los otros acaba minando la salud mental de cualquiera. El 23 de septiembre, Kubra Aykut, una joven influencer turca, con un millón de followers en TikTok, moría tras caer desde el quinto piso de un edificio de apartamentos de lujo, en el exclusivo barrio de Hasanpaşa, en Estambul. Kubra se hizo famosa por compartir vídeos en los que aparecía vestida de novia… pero sin novio. Se reía de la situación y también reflexionaba sobre el hecho de casarte contigo misma, de quererte, al fin y al cabo.
Cuando las autoridades entraron a su casa para desvelar lo ocurrido hallaron, según reportaron los medios turcos, una nota de suicidio, presuntamente escrita por Kubra antes de arrojarse al vacío. “Salté por voluntad propia. Ya no quiero vivir más”, se leía en ella. La joven influencer estaba sola. ¿Qué fue lo que la llevó a atentar contra su propia vida? Aunque las autoridades siguen investigando los hechos, todo apunta a que sentía un profundo cansancio emocional, entre otros motivos por su larga lucha por ganar algo de peso.
En esta línea, de desajustes alimenticios hace un año sonó mucho el caso de la rusa Zhanna Samsonova, conocida en redes como Zhanna D’Art. Esta mujer perdió la vida a los treinta y nueve años tras someterse a una implacable dieta consistente únicamente en la ingestión de alimentos crudos. Contaba con millones de seguidores que fueron testigos de cómo el cuerpo de Zhanna iba adelgazando hasta llegar a límites poco saludables. Algunos familiares y amigos compartieron que, detrás de una dieta crudivegana tan estricta, en realidad se escondían los trastornos alimentarios de Zhanna, porque ella, como Kubra, estaba obsesionada con su imagen.
En el otro extremo, un fenómeno preocupante: el de los mukbangs, streamers que suben vídeos en directo mientras comen sin freno kilos de comida. Al parecer, esta práctica comenzó en Corea del Sur y, el pasado julio, provocó la muerte de una joven de veinticuatro años que perdió la vida mientras devoraba cantidades ingentes de alimentos frente a la cámara. La autopsia mostró que su estómago estaba lleno de comida sin digerir. Lo más triste de todo este asunto es que los mukbangs se destrozan el cuerpo, hasta la muerte, por dinero. Gongsam Table, el mukbang más popular de Corea del Sur, tiene un canal de YouTube con la apabullante cantidad de trece millones de suscriptores. Sorprende, e inquieta, la cantidad de personas que disfrutan viendo este tipo de contenido extremo.
El mundo de la moda de luto
Hay modelos más cercanas a las redes sociales y otras que mantienen su distancia. Lo cierto es que, quieras o no, los fans solicitan a sus ídolos esas ventanas supuestamente abiertas a su intimidad. También por eso las vidas, y tristemente las muertes, de los personajes públicos se transmiten y multiplican a través de las redes. Ya no solo corren ríos de tinta por las redacciones de los mass media, sino aludes de post.
Eso ha ocurrido recientemente con el triste caso de una modelo australiana, Elise Hodder, de veinticuatro años, que lo tenía todo para triunfar. Sin embargo, la fatalidad quiso que un joven, un año menor que ella, bajo los efectos de las drogas y el alcohol, la atropellara en un estacionamiento y acabara con su vida. Elise Hodder salía de una fiesta y soñaba con un mañana próspero. El caso, divulgado en buena parte por las redes sociales, ha tenido gran repercusión tanto en su país natal como en el resto del mundo.
En Brasil también están sin palabras tras la muerte, en similares circunstancias, de dos de sus influencers más conocidas. El 21 de septiembre, Adriana Vieira, de treinta y un años, cuyo Instagram era seguido por medio millón de seguidores, se embarcó en un yate para celebrar una fiesta en las aguas de Key Biscayne. En medio del mar, algunos de los invitados se lanzaron al agua. Entre ellos, Adriana, que desapareció bajo las aguas. La Guardia Costera recuperó su cuerpo sin vida poco después. El Departamento de Medicina Forense de Miami-Dade declaró que la causa de su muerte había sido “ahogamiento”. Una semana después, otra joven brasileña, Beatriz Tavarez, perdió la vida en la Garganta del Diablo, en São Vicente (Brasil). Lo que prometía ser una fiesta inolvidable de cumpleaños a bordo de un yate de lujo acabó siendo una pesadilla para todos sus ocupantes. Al parecer, los navegantes se adentraron, en dos embarcaciones más pequeñas, en una zona famosa por sus grandes olas. Según una superviviente, una de las olas golpeó la lancha en la que viajaba Beatriz con otra amiga, Alin Tamara. Después de ser reportadas como desaparecidas, el cuerpo sin vida de Beatriz se encontró en las proximidades de las cataratas de Iguazú.
Aunque hoy en día se tiene la percepción de que ser influencer es una ocupación idílica, ya no hay quien ignore los riesgos que conlleva buscar contenidos novedosos y exponer tu vida ante ojos extraños. Los influencers se han convertido en líderes de opinión, pero trágicamente algunos, a tenor de lo ocurrido en los últimos meses, están pagando un precio demasiado alto.