Si Selena Gomez tuviera que hacer una tarjeta de presentación, esta requeriría dimensiones mayores a las habituales para poder registrar todos los campos en los que ha incursionado y, en todos, con éxito: cantante, actriz, compositora, productora de cine y televisión, empresaria, influencer, diseñadora… Este afán por diversificar o, como dirían las abuelas, por “no poner todos los huevos en la misma canasta”, ha hecho que, con treinta y dos años, ingrese en el selecto club de los músicos milmillonarios. Da vértigo saber que hay quien logra amasar fortunas con tantos ceros. En el caso de Selena Gomez, la cifra que se maneja es de mil trescientos millones de dólares, cantidad equiparable a la de su amiga Taylor Swift (mil seiscientos millones de dólares); pero también le van a la zaga artistas consagrados como Bruce Springsteen (mil cien millones de dólares); Paul McCartney (mil doscientos setenta millones de dólares); o Rihanna (mil cuatrocientos millones de dólares), cifras todas ellas manejadas por la prestigiosa lista de Forbes.
Cuando a Selena Gomez se le pregunta por su estratosférica fortuna se sonroja e intenta cambiar de tema. “Encuentro desagradable hablar de dinero”, espetó recientemente a quienes le daban la enhorabuena por haberse convertido en milmillonaria. Lo cierto es que, en los últimos años, ha tenido un gran olfato para detectar dónde había oportunidades de negocio y hacia allá ha ido asesorada por un equipo que funciona como un reloj. Como botón de muestra: de siempre supo que las redes sociales le proporcionarían, además de seguidores (solo en Instagram ya suma cuatrocientos veintitrés millones) jugosos contratos con firmas comerciales. Se dice que un solo post de Selena Gomez, que haya pactado previamente con alguna marca, puede llegar a proporcionarle ingresos que superan el millón de dólares. Además, sus redes sociales son su aliado perfecto para promocionar los productos de su línea de maquillaje, Rare Beauty, una de sus fuentes de ingresos más próspera en la actualidad.
Cuando la actriz y cantante pensó en este negocio, allá por 2019, buscó transmitir un mensaje positivo, con causa. Según expresó en aquellos días su objetivo era “hacer sentir bien promoviendo el amor propio en todas sus formas”. Este eslogan resume la clave del éxito de Selena Gomez: se ha atrevido a dejar a la vista su vulnerabilidad, su imperfección, y ha construido quién es y cómo es en torno a esa realidad.
Pongamos como ejemplo el inspirador discurso que la artista dio cuando ganó en 2016 su American Music Awards, en la categoría de Mejor Artista Pop Rock Femenina: “Yo lo tenía todo, y estaba totalmente rota por dentro. Mantuve la compostura para no decepcionarlos, pero me pasé de la raya tanto que me decepcioné a mí misma”.
La resiliencia de Selena Gomez
Después de abrazar el éxito más contundente en la pantalla y en la industria discográfica, y tras haber vivido un amor adolescente, intermitente y tormentoso junto al también herido Justin Bieber, Selena Gomez sintió que su vida se desmoronaba sin remedio. La salud le jugó, a pesar de su juventud, una serie de malas pasadas que la condujeron a situaciones límite. En 2014, se le diagnosticó Lupus, una enfermedad tan devastadora que le forzó a someterse a un trasplante de riñón, tres años después.
En este punto de su historia, comenzó otro calvario particular: el de la exposición pública de su vida más íntima. Los medios aplaudieron a Francia Raisa, su amiga, también actriz, que le donó el riñón, pero más adelante salieron a la luz un sinfín de discrepancias entre las jóvenes, que alimentaron el morbo. No hace mucho, Francia zanjó la cuestión con un contundente: “Todas las relaciones tienen sus más y sus menos […] Nosotras tuvimos nuestras cosas. ¿Qué pasó? Soy muy reservada al respecto. Eso es entre nosotras y preferiría mantenerlo así”. No solo Selena, sino su entorno, estaban sometidos al escrutinio público y el peso de tantas miradas sobre ella terminó quebrando a la artista.
Aun así, Selena Gomez se mantuvo en la cuerda floja: caminaba por su éxito mundial, pero miraba constantemente hacia el abismo que la rodeaba. La artista llegó a sentirse tan rota que, en 2018, tomó una decisión drástica para curarse por dentro: cerrar por un tiempo sus redes sociales: “De repente –confesó–, tuve que aprender a estar conmigo misma”. Sorprende sobremanera que alguien con la fama y el poder de Selena Gomez haya podido sobrevivir en la industria con su confesa inseguridad: “He pasado años de mi vida tratando de parecerme a otras personas. Veía una foto y decía: ‘¡Dios mío!’, ¿por qué no soy así?’. Nada de eso fue bueno para mí”.
Como añadido, si la salud física le jugó malas pasadas, la salud mental de Selena Gomez también hizo de las suyas. Recientemente, en el podcast Making Space de Hoda Kotb se sintió libre para hablar de otro de los grandes retos que ha tenido que superar como ser humano: el de aceptar y tratar su trastorno bipolar. “Se volvió tan claro y tan importante para mí, que ahora lo hago parte de mi vida. Tengo límites. Aprendí a decir que no cuando necesito hacerlo”. La artista tuvo la valentía de exponer toda su experiencia en el documental, estrenado en 2022, My Mind & Me, un poderoso testimonio, rodado a lo largo de seis años, de todo lo que enfrentó Selena Gomez para controlar su ansiedad y angustia y cumplir con sus compromisos profesionales.
Se empujó a sí misma hasta un límite que podía no haber tenido marcha atrás, pero logró parar a tiempo: “Di el paso para obtener ayuda […] Estaban pasando muchas cosas y no entendía mi mente. No entendía mis reacciones y mis emociones. Ese fue probablemente el momento más doloroso de mi vida”.
Los antecedentes
En su interior, Selena Gomez conserva aparentemente las mismas ganas que tenía de niña de hacer el bien a los demás. La única diferencia es que, de niña, apenas tenía para sobrevivir al lado de su madre, y ahora tiene el poder adquisitivo, y el corazón, para hacer algo por quienes menos tienen: “Hemos ayudado a más de 700.000 escuelas y hemos recaudado trece millones de dólares. Mi objetivo siempre ha sido: ‘¿Cómo puedo hacer un cambio positivo en este mundo?’”. De hecho, este afán por colaborar para la construcción de un mundo mejor hizo que, en 2009, se convirtiera en la embajadora más joven de UNICEF.
En esta historia, estamos viendo constantemente las dos caras de la moneda. Por una parte, la de éxito y superación, la de la cantante que sale al escenario y ve cómo cada uno de sus temas son coreados por cientos de miles de personas; pero también la otra perspectiva, la de la vulnerable Selena que antes de dar su concierto o después del mismo tiembla como una niña: “Mi autoestima –recordó en Vogue– estaba destruida. Estaba deprimida, con ansiedad. Empecé a tener ataques de pánico antes de salir al escenario o bien nada más abandonar el mismo. Básicamente, sentía que no era buena, que no era capaz”.
Cuando se estrenó su exitosa serie 13 Reasons Why –una dura historia sobre el suicidio de una adolescente–, Selena Gomez aportó muchas claves sobre su propia vida. “Estudié en el instituto más grande del mundo: Disney Channel. Imagínense todas las inseguridades que alguien, a esa edad, puede tener. Y, encima, estás ahí, delante de todo el mundo intentando vivir una de las etapas más difíciles de tu vida”.
Por otro lado, la trama de 13 Reasons Why le trajo a la actriz recuerdos de su infancia. Cabe recordar que no lo tuvo fácil. Sus padres, Ricardo Joel Gomez y Mandy Teefey, se separaron cuando Selena tenía cinco años. Se crio con su madre quien, por otro lado, la había tenido a ella de adolescente, a los dieciséis años. Fueron dos niñas aprendiendo a sobrevivir juntas. Mandy Teefey, que se formó y trabajó como actriz de teatro, se pasó la infancia de Selena contándole historias de cómo salir adelante a pesar de vivir amargas experiencias como el bullying: “Cuando era joven, mi madre tuvo una larga historia. Yo tuve que luchar contra el bullying y, ahora, años después, puedo contarlo […]. Me centro en encontrar proyectos que tengan algo que decir. Mi madre me enseñó eso: tienes que formar parte de algo que tenga un porqué. Eso es, quizá, lo que intento ahora con mi carrera: ser un altavoz para aquellos que lo necesitan”.
Mandy Teefey relató hace años a The New York Times cómo fue el preciso momento en el que supo que su hija tenía una clara vocación de actriz: “Fue a uno de mis ensayos y se quedó sentada todo el rato, sin moverse. De camino a casa se quedó callada y me dijo: ‘¿Sabes, mamá? Sería más gracioso si lo hicieras así’. Entonces pensé: ‘¡Oh, no! Será actriz’”.
Vivieron con estrecheces. Se quedaron más de una vez sin gasolina en mitad de un viaje y conocían cuáles eran las tiendas de un dólar en las que podían comprar unas espaguetis para comer. Durante todo aquel periplo, madre e hija se tuvieron la una a la otra y mantuvieron la fe conjunta en que era posible alcanzar sus metas.
Hoy, Selena Gomez ha llegado a la cúspide, y no solo por ser milmillonaria. Además, todo indica que va a permanecer mucho tiempo en ella. Sabe quién es y sabe cómo cuidarse.