El pasado 8 de octubre, Brooke Shields acudió a una gran fiesta en Nueva York junto a su hija mayor, Rowan. Tan pronto como pisaron la alfombra roja, todas las cámaras se dirigieron hacia ellas: son elegantes, divertidas y se nota a la legua la complicidad que existe entre ambas. Más allá del momento puntual, esta imagen bien puede ser vista como el final feliz de una historia llena de turbulencias. A principios del siglo XXI, cuando nadie lo había hecho, Brooke Shields se atrevió a hablar abiertamente en Hollywood de depresión postparto. Tras el nacimiento de Rowan, el 15 de mayo de 2003, y de su segunda hija, Grier, tres años después, la actriz que enamoró a una generación entera tras protagonizar la icónica película El lago azul, en 1980, se sinceró como nadie lo había hecho hasta entonces de su fragilidad y dolor ante la maternidad.
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Cuando la actriz escribió y presentó su libro Down Came the Rain: My Journey Through Postpartum Depressión, en 2005, ocurrió lo que no había previsto: el todopoderoso Tom Cruise alzó la voz y lanzó furibundas críticas al respecto. Hollywood se fragmentó entre quienes apoyaban la valentía de Brooke Shields para relatar su dura historia y quienes disculpaban y entendían al actor de Top Gun por criticar abiertamente las confesiones de la actriz. Los años, sin embargo, han dado la razón a Brooke Shields, algo de lo que pronto se dio cuenta Tom Cruise, porque terminó retractarse públicamente de sus palabras.
La situación fue la siguiente: cuando la actriz decidió que deseaba ser madre, no lo tuvo nada fácil. Sufrió un aborto espontáneo y se sometió a siete procedimientos de fertilidad. Finalmente, llegó Rowan a su vida, pero de inmediato sintió que algo estaba fallando y que aquella experiencia le estaba doliendo más que proporcionarle una profunda felicidad. Sus palabras para explicar cómo se sentía contienen la angustia de una madre herida: “Por fin tenía a una niña sana y no podía ni mirarla, ni cogerla, ni cantarle y no podía sonreírla. Todo lo que yo quería hacer era desaparecer y morir […] Yo no debería existir. El bebé estaría mejor sin mí”. Abrumada por estos sentimientos oscuros, que la llevaron hasta a coquetear con la idea del suicidio, tomó cartas en el asunto y comenzó a tratarse con antidepresivos.
Así se disculpó Tom Cruise
En este contexto fue en el que Tom Cruise, quien se hallaba en la promoción de su filme La guerra de los mundos, lanzó una serie de duras diatribas que se multiplicaron como la espuma a través de las redacciones. Entre otras lindezas, el actor venía a decirle a Brooke Shields que la depresión podía curarse con ejercicio físico y vitaminas y tildó a la actriz de “peligrosa” por haber confesado que tomaba antidepresivos. Todo apunta a que Tom Cruise hablaba guiado por las directrices de la Cienciología, que no ve con buenos ojos las terapias psicológicas.
Ante el ataque, Brooke Shields respondió con un texto publicado en The New York Times: “Lo que Tom Cruise no sabe sobre el estrógeno”, en el que, con una ironía que escondía su dolor, le pedía que se centrara “en la lucha contra los extraterrestres” y le catalogaba de “ridículo”.
Tiempo después, la actriz confesó, en El Show de Jay Leno, que Tom Cruise tuvo un gesto muy noble: “Vino hasta mi casa y se disculpó de corazón. Me impresionó mucho lo sincero que fue. En ningún momento sentí que tuviera que defenderme, ni sentí que él estuviera intentando convencerme de nada más fuera del hecho de que lo sentía profundamente. Y acepté sus disculpas”. El portavoz del protagonista de Misión imposible también se pronunció al respecto: “La amistad de Cruise con la señora Shields ha sido subsanada”.
Más allá de este rifirrafe entre las estrellas, el resultado final de esta disputa fue que, en 2005, Brooke Shields visibilizó un problema que sufrían muchas mujeres y la disputa con Tom Cruise provocó que se convirtiera en un tema abierto al debate público.
Después de Brooke Shields
Dos años después de todo este revuelo, Hollywood amaneció con otro caso muy duro. Britney Spears, que al igual que Brooke Shields había estado sometida al escrutinio público desde niña, se rompió en mil pedazos y lo hizo ostensible, en febrero de 2007, cuando se rapó la cabeza y protagonizó una serie de conductas erráticas que alarmaron a sus fans. La Princesa del Pop tenía veintiséis años, dos hijos –Sean Preston, de dieciocho meses en aquel entonces, y Jayden James, de medio año– y una posible depresión postparto sin tratar. En ese momento, Brooke Shields ofreció su apoyo incondicional a la cantante: “Aquí estoy yo”. Britney Spears ingresó en un centro de rehabilitación, pero la sombra de la depresión posparto oscurecía su vida.
En 2023, salió al mercado editorial las memorias de la cantante, The Woman in Me. En sus páginas, se puede leer: “Espero que cualquier madre primeriza que lea esto y que esté pasando por un momento difícil reciba ayuda lo antes posible”. Y ahonda sobre su gran crisis del 2007: “Ahora sé que estaba mostrando casi todos los síntomas de la depresión posparto: tristeza, ansiedad, fatiga”.
Últimamente, y en buena parte por la labor como pionera de Brooke Shields, las mujeres del mundo del espectáculo han comenzado a visibilizar este serio problema de salud mental que, tratado adecuadamente en el momento preciso, puede evitar mucho sufrimiento tanto a la madre como a los hijos.
Adele tampoco se quedó callada. La cantante británica, que cuelga el cartel de sold out en todos sus conciertos, habló abiertamente del tema durante una entrevista que concedió a Vanity Fair, en 2016, y relató lo difícil que fue para ella hallar la paz mental tras el nacimiento, en 2012, de su hijo Angelo. “Estaba obsesionada con mi hijo. No me sentía apta para ser madre”, contó en aquella ocasión, puntualizando que fue una larga y profunda conversación con una amiga, que también era madre, la que le dio cierta luz sobre qué hacer: “Hacer algo por sentirte mejor te hace mejor madre”.
En 2018, en su podcast, Gwyneth Paltrow reveló que ella también había sufrido depresión postparto tras dar a luz a su segundo hijo, Moses: “Mi casa era un desastre. Creía que era pésima dueña de mascotas. Estaba segura de que era una pésima actriz; le tenía pavor a una película que debía grabar pocas semanas después del nacimiento, porque apenas me podía concentrar lo suficiente para leer el guion”.
Rihanna hasta se adelantó a los acontecimientos. En 2022, embarazada de su primer hijo, que nació el 12 de mayo de ese año, confesó cuál era su mayor miedo a la hora de ser madre… y este era sufrir depresión postparto: “¿Me sentiré fuera de control emocionalmente? Esas son las historias que escucho de otras mujeres y que me asustan”.
Kylie Jenner también se abrió con toda franqueza y relató su experiencia. En su caso, cabe recordar que ella fue mamá muy joven, a los veinte años, y que el nacimiento de su hija Stormi la llenó de felicidad… y de miedo. “Stormi no fue planeada –manifestó la modelo–. Sucedió y obviamente sabía que quería tenerla. Tenía muchas ganas de tener hijos. Tenía diecinueve años cuando quedé embarazada, veinte cuando la tuve... Fue salvaje... Mirándolo en retrospectiva, siento mucha empatía por mí misma […] Fue un cambio de vida enorme. La depresión posparto por Stormi duró un año".
Como dato para tener en cuenta, la mayoría de las artistas que han reconocido haber pasado por un periodo de tristeza e inseguridad profunda tras la maternidad comenzaron sus carreras muy jóvenes y asumieron, durante sus adolescencias, un sinnúmero de responsabilidades. El caso de Brooke Shields, como el de Britney Spears, son especialmente delicados.
En 2023, se estrenó el documental de Disney+ Brooke Shields, la mujer más bella. En él, la actriz –quien, por cierto, escribió su primer libro de memorias cuando apenas tenía… dieciséis años– cuenta capítulos de su vida que dejan en evidencia que la fama tiene un precio; sobre todo, cuando aparece en la infancia. Entre otros datos escalofriantes, Brooke Shields, dominada por su implacable madre, Teri Shields, posó con diez años desnuda en Playboy; se puso en la piel de una niña prostituta, a los once años, en la película de Louis Malle, La pequeña; y sufrió una violación cuando apenas tenía veinte años.
La actriz, la tierna amiga de Michael Jackson, fiel hasta el día del funeral de este; la mujer relacionada con Matt Dillon, John Travolta, Alberto de Mónaco, John John Kennedy y Dodi Al Fayed; la esposa, de 1997 a 1999, del semidiós del tenis, André Agassi, pudo haberse quebrado en el camino y no ponerse en pie, pero el posado en Nueva York junto a su hija demuestran que, a los cincuenta y nueve años, está más viva y estable que nunca al lado de Chris Henchy, el productor que le trajo calma a su alborotada vida.