Muy pocas parejas tienen la foto del mismo instante en que se conocieron. En casa de Garbiñe Muguruza y Arthur Borges, ese momento está enmarcado, un encuentro fortuito que dio un giro radical a sus vidas. La campeona de tenis nunca hubiera podido imaginar que, entre la multitud que recorre cada día las calles de Nueva York, encontraría el amor durante un paseo por Central Park. Salió de su hotel simplemente para tomar el aire y desconectar de la exigencia y la presión de aquellos días del Open de Estados Unidos (2021), pero el destino le tenía otro plan reservado. Arthur, ejecutivo del mundo de la moda y empresario, la reconoció, le deseó suerte en la competición y posaron para esa imagen de recuerdo. Pero, en medio del caos de la Gran Manzana, aquel saludo fue el inicio de su historia juntos.
Hoy, tres años después, la pareja ha sellado su amor en España, en una íntima ceremonia rodeados de sus familias y amigos más cercanos. Noventa invitados llegados de todas partes del mundo, de Los Ángeles a Miami, Suecia, Finlandia o Dubái, lugares que "delatan" el espíritu cosmopolita de los novios, así como parte de sus orígenes internacionales. Marbella, donde se comprometieron en la primavera de 2023, fue el escenario elegido para su boda, el 5 de octubre. La localidad malagueña es su refugio, y deseaban que todos pudieran conocer la tierra y disfrutar de su estancia, convirtiendo su enlace en un destino.
"Es de película total. Sabía que me casaría con él incluso antes de pedírmelo. Cuando nos conocimos, fue amor a primera vista y nos dimos cuenta muy rápido de que éramos una pareja ideal"
Fiesta flamenca
La víspera del "sí, quiero" organizaron una fiesta flamenca en una villa privada, porque "yo amo el flamenco y, para la gente internacional, era una bienvenida a España, al sur, a esta emoción y a este folclore. Nadie lo sabía. ¡Fue una sorpresa para todos!", nos cuenta Garbiñe, actual directora del torneo de la WTA Finals, que se jugará en Riad a medidos de noviembre, tras el anuncio de su retirada de las pistas, el pasado 20 de abril. También el domingo, ya convertidos en marido y mujer, volvieron a reunirse con sus invitados para un almuerzo a la orilla del mar.
"Aunque no me había dicho nada, me imaginaba a Arthur así vestido, porque sabía que iba a ir tradicional. Estaba guapísimo. Al verlo en el altar pensé “¡Ay, qué guapo mi hombre!”"
Si, a lo largo de su carrera, la tenista hispano-venezolana tocó la cumbre (Roland Garros 2016; Wimbledon 2017; La Copa de Maestras 2021) y llegó a ser número 1 del mundo, el día de su boda fue una novia triunfal. Llegaba a este momento tras meses de preparativos, en los que se ha mantenido de lo más tranquila, a pesar de haberse puesto el reto de organizar desde Suiza, donde reside. Como ella misma nos decía riendo en abril, "comparado con la competición, esto es superfácil". Han sido varios los viajes a España para avanzar y revisar detalles, siempre junto a Arthur en todas las decisiones, y ayudados por las expertas de Sophie Kors Weddings, que hicieron real su sueño de una boda sencilla, sin artificios, elegante y sofisticada, y sobre todo, muy romántica. Se trataba de poner el broche de oro a una historia de película, no podía ser menos.
Una novia triunfal
El lugar elegido para la gran celebración —tanto la ceremonia, como la cena y la fiesta— era la finca La Concepción, antigua fundición de hierro en el siglo XIX, y hoy en día una joya natural con más de 10.000 m² de jardines con palmeras, plantas tropicales y un centenario nogal americano, bajo cuyas grandes ramas tuvo lugar el banquete.
La ceremonia se celebró bajo una pérgola envuelta en buganvillas, en los espectaculares jardines, y fue oficiada en español, inglés, sueco y finlandés
La cita era a las cinco de la tarde y, rompiendo cualquier tradición, la novia llegó puntual en un Rolls-Royce Cornice con su madre, Scarlet Blanco, junto a quien se preparó, mientras Arthur hacía lo propio acompañado por sus amigos. "Tenía muchas ganas de llegar, estaba lista supertemprano y solo tenía que esperar a coger el coche para presentarme allí", nos cuenta la deportista. Su padre, José Muguruza, la recibió para llevarla al altar. Garbiñe quiso reservar un momento especial a cada uno. Estaba feliz y radiante, maquillada por Jorge Fortes Gutiérrez y peinada por Elena Polo de Dior Beauty, firma con la que colabora en muchas ocasiones; impresionó con su look inspirado en grandes divas del Hollywood dorado, como Elizabeth Taylor o Marilyn Monroe. Un vestido de Atelier Pronovias nada convencional, atemporal y muy femenino, que respondía perfectamente a sus deseos y estilo. De escote asimétrico y con cuello perfilado en rocaille de cristal, estaba confeccionado en Mikado, y la voluminosa falda, con drapeado en la cintura, evolucionaba en una cola de dos metros. Se complementaba con una glamurosa gran lazada en el hombro, que descendía por la espalda cubriendo la cola, y una rejilla como tocado, para dar un toque de misterio a la mirada. Como joyas, unos pendientes y una pulsera de Suarez, la firma de sus alianzas también, en oro amarillo la de él, y engastada de diamantes la de ella, "porque quería una joya que me recuerde a mi matrimonio, pero que pueda usar para salir y para vestir, que no fuera exclusivamente una banda matrimonial". Su elegante buqué nupcial era de rosas Constance, en sintonía con la decoración floral, a cargo de Pedro Navarro, y el color como protagonista: de los tonos rosas al burdeos, para destacar en un entorno tan verde que "parece ya de por sí un jardín botánico. Pero las flores no podían faltar, y no quería todo blanco".
Gastronomía y música
La ceremonia civil se celebró bajo una pérgola envuelta por buganvillas, en una escena idílica, y fue oficiada en español, inglés, sueco y finlandés. El novio había llegado del brazo de su madre y madrina, elegantemente vestido con un esmoquin cruzado de mohair negro hecho a medida, al son de la música de A thousand years, interpretada por un trío de dos violines y un violonchelo. Unos minutos después, hacía su estelar aparición la novia, del brazo de su padre y padrino, mientras sonaba La chica de Ipanema, y las miradas volvían a posarse en ella, como todas aquellas ocasiones en que reinó en las pistas, pero ahora en el gran partido de su vida. La pareja quería algo sencillo, sin discursos —ya que vendrían después— ni intercambio de votos —la tenista es extremadamente tímida—, aunque sí se escucharon algunos poemas de amor, entre ellos uno muy especial de Khalil Gibran sobre el matrimonio, con más de 100 años. Durante el intercambio de alianzas, sonó Diamonds y los recién casados salieron con la balada Dancing on my own, originariamente de la cantautora sueca Robyn, entre los abrazos y felicitaciones de sus familias más cercanas —los padres y los hermanos de Garbiñe, y los padres y el hermano de Arthur— y sus amigos, entre los que estaban Conchita Martínez, quien fuera entrenadora de la deportista durante varios años, y su antecesora en Wimbledon (1994), y Carla Suárez, junto a la que compartió dobles en la cancha y muchas experiencias de vida.
Un escenario de cuento
Garbiñe y Arthur, pendientes de todos los detalles, dieron especial importancia a dos aspectos: la gastronomía y la música. Y en las dos triunfaron. El menú corrió a cargo del chef marbellí Dani García, considerado uno de los cocineros españoles con más talento, poseedor en la actualidad de dos estrellas Michelin y de más de 20 locales por el mundo; y toda la música de la boda fue en directo, con temas pensados y seleccionados para que cada momento fuera único.
El cóctel se sirvió en otro escenario, alrededor de la piscina, iluminada con farolillos y con la música de la guitarra española de fondo. Los invitados pudieron degustar de nuevo —ya lo habían hecho en la fiesta pre-wedding— los dos cócteles elaborados, expresamente para la ocasión, por el chef con "Casa del Sol", la marca de tequila que Garbiñe tiene junto a Eva Longoria y otros inversores, y que previsiblemente llegará a nuestro país el próximo año. Uno para chicos, con el nombre de "5.800 millas", y uno para las chicas, "Querida Paloma". Igualmente, los asistentes degustaron Jamón Cinco Jotas, «ya que un buen jamón no puede faltar en cualquier boda», ríe la novia.
El tercer tiempo de la boda se desarrolló bajo el centenario nogal, un mágico escenario de cuento con grandes lámparas de cristal colgando de sus ramas, decenas de velas (también en la gran fuente de entrada) y las mesas redondas dispuestas para diez comensales, vestidas con manteles de hilo color arena, cristalería de Bohemia tallada, cubertería de nácar y las servilletas bordadas con el logo de la boda, las iniciales de los protagonistas. Los novios volvieron a marcar su personalidad en la manera de sentarse, solos, lo que se conoce ahora como sweetheart table, una mesa para dos que preside el banquete y permite a los recién casados compartir y disfrutar ese momento tan especial. "Nos lo propusieron y nos gustó la idea, así nos podíamos levantar e ir saludando a las mesas, ir interactuando". El menú consistió en Salpicón de Bogavante con salsa especiada, Mimosa y Aguacate, Solomillo de ternera con trompetitas de la muerte y lámina de setas, todo regado con vinos de Ribera de Duero, y de postre la tarta nupcial de fresas, en forma de gran corazón, y elaborada especialmente por Dani García para los novios. "Nada de cosas modernas de sabores o fusiones, una tarta tradicional. No quería una tarta de varios pisos que cortas un trozo y luego se tira, quería una enorme de un solo piso y se cortó ahí mismo. Era preciosa. Y luego, por si alguien se quedaba con ganas de dulce, teníamos un carrito de helado de sabores increíbles".
El segundo vestido
Y llegó el momento del baile, el más ansiado por Garbiñe, porque "soy muy bailonga", asegura entre risas. Por eso, para ella era muy importante contar con una banda latina en directo, una tarea que no resultó fácil, una orquesta que pusiera mucho ritmo a la noche. Ellos tocaron también More than a woman, de los Bee Gees, la banda sonora del primer baile de los recién casados. Para ese momento, Garbiñe se había cambiado de vestido: del Old Hollywood, al Gran Gatsby, con un diseño también de Atelier Pronovias, de silueta columna, con escote palabra de honor y abertura frontal, y coronado con flecos de cristal de rocaille a lo largo de la falda, confeccionado en encaje bordado y con una gran flor bordada en el hombro y pequeñas flores de cristal. Y lista y espectacular para la fiesta, no paró de bailar en toda la noche, de "con música de Marc Anthony, música bailonga, los suecos y los finlandeses no han tenido más remedio que aprender salsa, no les ha quedado otra" —ríe—. Y después hubo un DJ, "pero no con música house, una mezcla de hip-hop, reggaeton, música de los años 2000, de todo un poquito". Aunque la pareja reguló su situación hace un mes en Ginebra, aquello fue un puro trámite, "esta es nuestra gran boda soñada", comentan.