En abril de 2019, cuando Kim Kardashian anunció que iba a estudiar Derecho, siguiendo la estela de su padre, el abogado Robert Kardashian (defensor, entre otros de O.J Simpson); Erik y Lyle Menéndez ya llevaban en prisión casi treinta años por el asesinato, la noche del 20 de agosto de 1989, de sus padres. Este caso, para muchos el parricidio más mediático de las últimas décadas, ha vuelto a la actualidad tras el éxito de la serie Monstruos, de Ryan Murphy, donde Javier Bardem se pone en la piel de José Menéndez, el todopoderoso productor musical, de origen cubano, que amasó una fortuna de catorce millones de dólares, pero al que sus hijos temían y aborrecían hasta tal extremo que no temblaron a la hora de dispararle a quemarropa en su propia casa.
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Este caso está ahora mismo de actualidad no solo por la serie y el documental, que se estrena este 7 de octubre, sino por la aparición de nuevas pruebas que han provocado que la fiscalía de Los Ángeles acceda a una revisión del caso, tal y como anunciaron el pasado día 3. Al parecer, Erik habría mandado una carta a un familiar –un primo llamado Andy Cano– a finales de los ochenta en la que detallaba los abusos y el maltrato que recibía de su progenitor. No se sabe bien cómo, esta carta ha aparecido tres décadas después de los hechos y ha provocado que la Justicia se plantee una revisión de la pena. "He estado tratando de evitar a papá –se lee en la misiva–. Todavía está pasando, Andy, pero es peor para mí ahora. No puedo explicarlo. Tiene tanto sobrepeso que no soporto verlo. Nunca sé cuándo va a pasar y me está enloqueciendo […] Cada noche me quedo despierto pensando que va a entrar. Necesito sacar eso de mi mente".
En este contexto es en el que Kim Kardashian –que finalizó sus estudios en 2023, después de suspender tres veces un difícil examen para titularse– ha escrito un texto para NBC News argumentando el porqué debería liberarse a los hermanos Menéndez, quienes permanecen en prisión desde que fueron declarados culpables, en 1996. Para Kim, Erik y Lyle no son “monstruos” y señala que cuando fueron condenados no existía la conciencia, que hay hoy en día, sobre el trauma que sobrellevan las víctimas masculinas de abusos sexuales.
Por otro lado, el duro testimonio de Roy Rosselló, exintegrante del famoso grupo 'Menudo', parece reforzar la imagen de que el verdadero “monstruo” de esta historia bien podía ser el propio José Menéndez. En 1983, cuando era vicepresidente ejecutivo de la compañía discográfica RCA, impulsó el éxito de 'Menudo'. Pues bien, en un documental estrenado el año pasado, Menendez + Menudo: Boys Betrayed, Roy Rosselló aparecía en escena señalando a Menéndez en una fotografía y asegurando: “Este es el hombre que me violó”.
La noche de los dieciséis balazos en Beverly Hills
Remontémonos unos años. José Menéndez pertenecía a ese tipo de hombres hechos a sí mismos. Nacido en La Habana, en 1944, sus padres le enviaron a estudiar a Estados Unidos tras la Revolución cubana. Gracias a sus dotes como nadador, obtuvo una beca atlética para la Universidad del Sur de Illinois. Allí conoció a Mary Louise 'Kitty' Andersen, y se casaron cuando él tenía diecinueve años y ella, veintiuno.
Se mudaron a Nueva York, estudió Contabilidad en el Queens College, y la carrera profesional de José Menéndez comenzó a despegar de tal manera que, años después, en 1987, llegaron por la vía del dinero y la fortuna a Beverly Hills con sus dos hijos: Lyle, nacido en enero de 1968; y Erik, en noviembre de 1970. Ambos habían pasado su infancia en Princeton (Nueva Jersey), pero pronto se acostumbraron a la fastuosa vida que les ofrecía California.
En el documental, se oye la voz en off de uno de los hermanos pronunciando estas terribles palabras: “Parecíamos la familia perfecta, pero detrás de todo eso había algo realmente turbio”. El horror se instaló el 20 de agosto de 1989 en una fastuosa residencia ubicada en el 722 North Drive Elm, de la exclusiva área de Beverly Hills, donde anteriormente habían vivido estrellas de la talla de Prince y Elton John.
Los vecinos aseguraron, días después, que a eso de las 22:00 habían escuchado unos ruidos que les hicieron pensar en fuegos artificiales y a los que no dieron mayor importancia. No eran, sin embargo, ese tipo de fuegos, sino dieciséis balazos que acabaron con las vidas de José y Kitty Menéndez: seis dirigidos al patriarca de la familia y diez a su esposa.
En aquella fecha, Lyle tenia veintiún años y su hermano, dieciocho. Ellos fueron quienes avisaron a la policía y quienes les contaron que, al regresar a su casa, tras haber ido juntos al cine a ver Licencia para matar (sic) se habían encontrado a sus padres asesinados con extrema violencia. El padre recibió un tiro en la parte posterior de la cabeza con una escopeta Mossberg, de calibre 12. La madre se despertó por el ruido y la dispararon en el pasillo primero en una pierna, y después en el brazo, el pecho y la cara. Además, las dos víctimas recibieron tiros en las rodillas, lo que en un principio desvió la atención de los investigadores hacia un posible crimen perpetrado por la mafia.
Un largo proceso y una condena de por vida
Sin embargo, ese juego del despiste no duró mucho tiempo y los detectives, sorprendidos por el tren de vida de los hermanos, volvieron la vista hacia ellos. La Fiscalía llegó a notificar que, en los seis meses posteriores a la muerte de sus padres, se habían gastado la friolera de un millón de dólares.
El golpe definitivo para capturar a Lyle y Erik no vino por las finanzas, sino porque Erik le había revelado a su psiquiatra lo que habían hecho. Como dato aún más escabroso, semanas antes de ser asesinada por sus hijos, Kitty le había manifestado a su terapeuta que temía que sus hijos fueran sociópatas. Tristemente, ellos se ensañaron especialmente con ella. El porqué lo hicieron así, aún sigue siendo una incógnita, aunque ellos han dejado vislumbrar que ella conocía todas las aberraciones que cometía José Menéndez contra ellos y que Kitty se mostraba absolutamente indiferente al respecto.
Judalon Smyth, amante del psiquiatra de Erik, acudió a la policía y confesó que el menor de los hijos de José y Kitty Menéndez había confirmado su crimen y que lo tenían grabado. Al parecer, antes de este hecho, Lyle había amenazado al psiquiatra. La ley permite romper la cláusula de confidencialidad entre médico y paciente si el paciente o su entorno pone en peligro al terapeuta o a terceros. El asunto es que Judalon Smyth se convirtió en un testigo clave para proceder a la detención y condena de los hermanos Menéndez.
El 8 de diciembre de 1992, el gran jurado de Los Ángeles acusó formalmente a Lyle y Erik de asesinato en primer grado. A partir de ahí se desató la locura de quienes se posicionaban a favor de los hermanos Menéndez –de inmediato, la defensa buscó mitigar la pena revelando los malos tratos y abusos sexuales que ambos muchachos habían sufrido por parte de su progenitor– y los que alegaban que el objetivo de los hermanos había sido heredar la fortuna familiar.
En 1993, se anuló el proceso porque el jurado fue incapaz de decantarse por la teoría de la defensa propia ante la violencia paterna o por la de la fiscalía. Sin embargo, en 1996 volvió a celebrarse el juicio, esta vez con el juez Stanley Weisberg y sin cámaras en la sala del tribunal. En este segundo juicio, fueron declarados culpables de asesinato en primer grado y condenados a cadena perpetua.
Los hermanos Menéndez hoy
Después de 28 años en prisión, Lyle y Erik esperan con ansia el próximo 29 de noviembre, fecha en la que se celebrará una audiencia judicial para analizar las nuevas pruebas que mencionamos previamente.
Lyle tiene en la actualidad 56 años y su hermano, 53. Desde 2018, cumplen condena juntos en el Centro Correccional Richard J. Donovan, en San Diego, aunque estuvieron veinte años sin verse, en prisiones distintas. Estando encarcelados, ambos se han casado. Lyle con Rebecca Sneed, en 2003, y Erik, en 1997, con Tammi Saccoma. Esta última junto a la hija que tuvo con Erik, Talia, se han convertido en las defensoras más firmes de los hermanos Menéndez y quienes están usando las redes sociales para crear una ola de empatía hacia ellos. “Estoy rezando –compartió Talia recientemente– para que el fiscal y el juez tengan compasión, no solo por lo que mi padre y mi tío sufrieron, sino también por el hecho de que todos nosotros, la familia, los queremos en casa”.
Por su parte, los dos hermanos han empleado su tiempo en prisión para especializarse en el apoyo a reclusos víctimas de abusos en la infancia y en la reforma penitenciaria. Ninguno ha quedado satisfecho ni conforme en cómo ha reflejado Monstruos su historia, pero quizá ahora tengan cosas más importantes en las que pensar. Desde que el fiscal del distrito, George Gascón, indicara en una rueda de prensa que “existe una obligación moral y ética” de revisar las nuevas pruebas presentadas por los abogados, tienen ciertas esperanzas de que se reduzca su pena. Kim Kardashian, involucrada en la reforma penitenciaria, apoya su liberalización. Como dijo cuando aprobó uno de los exámenes más difíciles de la carrera: “Sé que mi padre estaría muy orgulloso de mí y que le sorprendería saber que esta es mi nueva vocación”.