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Bertín Osborne© GTRES

La desgarradora carta de Bertín Osborne tras la muerte de su mejor amigo, Ignacio Arizon: ‘El hermano que nunca tuve’

El cantante jerezano, roto de dolor, rememora algunas anécdotas de su larga y estrecha amistad 


6 de octubre de 2024 - 19:39 CEST

Bertín Osborne está viviendo un momento muy doloroso porque ha fallecido su mejor amigo, Ignacio Arizon, a los 73 años, con quien mantenía una estrecha relación amistad de más de medio siglo. Para despedirse de él, al que se refiere como “el hermano que nunca tuve”, el artista ha escrito una carta que ha publicado el Diario de Sevilla

© GTRES

El presentador recuerda con mucho cariño a su íntimo amigo, a quien describe como “el ejemplo más genuino de la palabra bueno”. Pero también expresa su indignación por la prematura muerte de su fiel compañero: “El tabaco me ha robado a mi mejor amigo”. A pesar de que, a los 18 años el jerezano ya le decía que dejase de fumar, “55 años después ha muerto sin poder hacerlo”. La última vez que vimos al cantante fue, precisamente, el viernes en la preboda de Constanza Villar-Mir y Daniel Cruz, pero no pudo asistir a la boda, celebrada al día siguiente en Triana. Es un momento muy duro para el cantante, que le debe muchas cosas a su mejor amigo: “Me enseñó a ser paciente cuando había problemas”.

Bertín Osborne© GTRES
Bertín Osborne© GTRES

En la carta publicada por el Diario de Sevilla, Bertín recuerda con emoción cómo le sorprendió su amigo el día de su boda. “Me puso su coche en la puerta del hotel Jerez, me llenó el depósito”, y entonces Ignacio le dijo: “ahí está el coche lleno, si no lo tienes claro, súbete y escápate”. Y también relata cómo Ignacio le salvó la vida cuando estaban haciendo submarinismo, rodeados de tiburones y orcas, "me quedé enganchado con el cinturón de plomos en una roca del fondo y él me lo cortó con el cuchillo". Un sinfín de vivencias con las que, según el cantante, "se podrían escribir dos libros". 

Bertín Osborne© GTRES

La carta íntegra de Bertín Osborne a su amigo Ignacio

Parece mentira estar escribiendo esto, pero no puedo estar más indignado de lo que estoy, con un ladrón que nos ha robado a todos, tantas veces, la vida de la gente que queremos. Hace muchos años el tabaco me robó a mi querido Carlos Vergara, a quien recuerdo con esa mezcla de nostalgia, cariño y cabreo, que sentía, cada vez que le reprochaba su adicción al tabaco.

Siempre me contestaba: “artista, de algo hay que morir”. Yo me indignaba, suspiraba y lo daba por imposible, hasta que murió de verdad, mucho antes de tiempo y dejando a Regla y a los niños, huérfanos de la sonrisa y la personalidad de aquel loco maravilloso. Hoy el tabaco me ha robado a mi mejor amigo. Al mejor compañero de más de 50 años que uno soñaría en tener. Ignacio Arizon, el hermano que nunca tuve, el ejemplo más genuino de la palabra “bueno”.

Ya con 18 años le repetía una y otra vez: ”deja de fumar”, “es una barbaridad lo que haces”, etc, etc, un día sí y otro también. Él, al contrario que Carlos, me decía: “es verdad quillo, voy a dejarlo”. 55 años después ha muerto sin poder hacerlo.

Recuerdo que le embarqué conmigo una vez y cuando estábamos en alta mar, le tiré los cartones de tabaco por la borda. Consiguió tirarse al agua (era un nadador espectacular) y, cuando llegamos a una cala, ir nadando hasta otro barco para pedir tabaco y volver nadando con un brazo en alto, porque sabía que no le dejaría desembarcar para comprarlo.

Todo fue inútil. Con él fui submarinista, nos rodearon tiburones y orcas en el estrecho, me salvó la vida cuando me quedé enganchado con el cinturón de plomos en una roca del fondo y él me lo cortó con el cuchillo. Yo le enseñé a montar a caballo y cazábamos juntos todos los años. Me enseñó a ser paciente cuando había problemas y yo no tuve forma de que le gustara el fútbol. Le obligaba a sentarse conmigo a ver la Champions y él, aparentando los nervios que no sentía, para que no le riñera, se fumaba medio paquete de tabaco.

Tenemos tantas anécdotas juntos que se podrían escribir dos libros. El día que me casaba, me puso su coche en la puerta del hotel Jerez, me llenó el depósito (cosa que le costaría un mundo porque era “ahorrativo”) y me dijo: “ahí está el coche lleno, si no lo tienes claro, súbete y escápate”. Se me han ido amigos del alma, Fermín Bohórquez y Mercedes, José María González Valverde, Marcos Domeq, etc, etc, pero con Ignacio me he ido yo. Era mi hermano. Incluso más que eso. Ojalá esto le sirva a alguien para que deje el tabaco. Si eso hubiera ocurrido, no volvería a haber una viuda, 2 hijas y nietos desconsolados por haber perdido a la mejor persona que yo haya conocido.

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