El 28 de septiembre, Ana Cristina Portillo cumplió gran parte de sus sueños. Se casó con el ingeniero industrial Santiago Camacho, tras siete años de relación, en una emotiva boda rodeada de toda la gente que la quiere y a la que ella quiere, del brazo de su padre, el empresario gaditano Fernando Portillo, arropada por sus inseparables hermanas, con las que forma una verdadera piña, Alejandra, Eugenia y Claudia Osborne, y en el lugar más especial en su corazón, la casa donde creció y donde se siente cerca, muy cerca de su madre, la inolvidable Sandra Domecq. Ella estuvo muy presente en todos los pasos de su hija, en el día más importante de su vida.
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Un momento muy mágico
"Es donde viví mi infancia, donde viví con mi madre y mis hermanas; ellas se han casado aquí, y al final es el campo y en el jardín, que me parece muy alegre, muy familiar y muy sencillo". Porque eso es lo que Ana Cristina deseaba realmente, una celebración familiar, con todo cuidado al detalle y auténtico, pero sin artificios ni adornos superfluos. Conseguir algo íntimo, con una larga lista de 435 invitados, podría parecer misión imposible, pero logró crear la atmósfera que había imaginado, relajada y muy confortable, y los asistentes disfrutaron de un enclave único, sintiéndose como en su propia casa. La novia se ocupó además de crear una por una, de manera personalizada, todas las telas de los trajes de sus 29 testigos, entre amigas, primas y hermanas, todo un reto añadido al que ya de por sí suponía organizar un enlace en pocos meses, y con el verano de por medio, una labor casi titánica que acometió con la mayor ilusión y convirtió su enlace en un impresionante desfile de estampados, colores y estilo. "Cuando llegué y las vi a todas de pie en los primeros bancos, fue un momento muy mágico, ya que no había visto cómo habían quedado muchos de los vestidos", nos dice la artista y diseñadora, cuyas invitaciones llevaban su característico estampado de rombos. Pintó además el mapa indicativo del camino de la catedral a la finca, el álbum de los testigos y los meseros, con bucólicos botes de mermelada de todos los sabores, algunos inventados y de lo más creativos: "La Vieja Fábrica era la mermelada favorita de mi abuela Ana Cristina y de mi abuelo Fernando Portillo, al igual que de Santi y mía. Por eso la elegimos".
La pareja se casó, tras siete años de relación, en la catedral, donde la novia fue bautizada y recibió también la Primera Comunión
Sin estrés y disfrutando el momento
La mañana del sábado amaneció un sol espléndido en Jerez de la Frontera. Ana Cristina había viajado a Sevilla el miércoles, y el jueves llegó a su hogar en la ciudad gaditana, la finca Santiago, que perteneció a sus abuelos maternos, el bodeguero Beltrán Domecq González y Ana Cristina Williams, en cuyo honor lleva su nombre. Mientras sus wedding planners de A-Típica ultimaban los detalles en el jardín, epicentro de la celebración, y sus sobrinos más pequeños correteaban entre los árboles, Ana Cristina se preparaba con Alejandra, Eugenia y Claudia entre risas, complicidad y mucha emoción. Las hermanas pasaron allí algunos de los mejores momentos de sus vidas, junto a su madre y al resto de la familia, y allí también, como decíamos, las tres hijas de Bertín Osborne celebraron sus enlaces. Ellas arroparon en todo momento a Ana Cristina porque, aunque hace mucho que dejó la niñez, sigue siendo la pequeña, y ejercieron un papel destacado siempre muy cerca de ella; la recibieron a pie de escalinata en la catedral y sujetaron las largas capas de su vestido; Claudia leyó algunas de las peticiones en las que se recordó a Sandra Domecq, y Alejandra y Eugenia se encargaron de cubrir con el manto a los novios, para el rito de la velación nupcial, un momento repleto de simbolismo.
"El momento de vestirnos las cuatro juntas en nuestra casa ha sido increíble y muy bonito. Alejandra tiene un tocadiscos antiguo que le regaló Claudia una Navidad, y puso música de mi madre, sus vinilos"
La música más especial
Rompiendo con los tradicionales nervios de una novia a punto de dar el 'sí, quiero', Ana Cristina estuvo todo el día de lo más tranquila, "tanto, que no me reconozco", y ya fue así desde los preparativos. Sin estrés y disfrutando del momento. Su padre, un padrino emocionado, también compartió con su hija los instantes de maquillarse, peinarse y vestirse. Con su inseparable cámara en mano, inmortalizó escenas para el recuerdo de toda una vida, leyó emocionado la carta que Ana Cristina le había escrito, y se fotografió con ella muy feliz y orgulloso, antes de poner rumbo al templo donde también fue bautizada y recibió la Primera Comunión. La novia nos cuenta cómo, mientras se preparaban, su hermana Alejandra puso los discos de su madre, antiguos vinilos que conservan como oro en paño, en un tocadiscos que Claudia le regaló una Navidad de no hace mucho tiempo. De Sade a Rod Stewart, la banda sonora más especial para la novia.
Claudia acudió con su marido, José Entrecanales; Eugenia, con su pareja, Miguel Barreiro, y también estuvo su exmarido, Juan Melgarejo, y el de Alejandra, Joaquín Buendía
Ser ella misma
Ana Cristina encargó su peinado y maquillaje al reconocido estilista Víctor del Valle, cuyo salón está en Sevilla, uno de los peluqueros más seguidos en TikTok e Instagram, donde sorprende con sus impactantes transformaciones. El barcelonés, que también peinó y maquilló a Alejandra, Eugenia y Claudia, conoce a la novia desde hace más de tres años y, por los tanto, sus rasgos, colores y gustos. Si algo remarcó la diseñadora y artista, es que quería ser ella misma, no sentirse disfrazada y huir de artificios, un efecto que logró con un sencillo recogido a media altura, realizado ligeramente a base de algunos retorcidos, en sintonía con la inspiración del vestido, pero con textura, y muy pulido a nivel frontal, para dejar el rostro despejado. "Tiene la cara pequeña y como más guapa está es con el pelo retirado y tirante", nos explica el experto. El maquillaje también resaltaba la belleza natural de la novia y potenciaba el aspecto luminoso de su piel. Se enmarcaron sus grandes ojos oscuros con una paleta cálida en tonos tierra y bronce, las largas pestañas muy negras y "una línea de agua marrón nacarada, muy característica suya porque es la que usa siempre"; los labios en tono nude de Dior y un toque de colorete para dar rubor a las mejillas, "porque a ella le gusta mucho". Encargó su bata nupcial de seda, pintada a mano, a su amiga Lydia F. Díaz, su 'maestra' en esto de pintar tejidos, que se ha convertido en su pasión y en su profesión, y que también hizo la de Claudia, como regalo de Ana Cristina a su hermana. La pintó casi entera, "pero dejó un hueco en blanco para que la termináramos juntas". Y como persona que cree en las señales y tiene muy en cuenta la simbología de las cosas, la novia pintó violetas, la flor preferida de su madre, jazmín, que también le encantaba, un número 13, el día que Sandra nació y murió, y bellotas por su padre, por los encinares de su casa en el campo de Córdoba.
Ana Cristina llevó un vestido de Jorge Acuña en muselina de seda, con cuerpo asimétrico drapeado, bordados en plata a mano y cuatro largas capas traseras, inspirado en la Grecia clásica
La llegada de invitados
Alrededor de las 11 de la mañana, media hora antes de la hora prevista para la ceremonia, comenzaron a llegar a la catedral de Jerez de la Frontera los primeros invitados. El majestuoso templo comenzó siendo una colegiata, que Alfonso X mandó construir sobre la antigua mezquita mayor; fue elevada a dignidad catedralicia en 1980, por Juan Pablo II, su fachada combina elementos neoclásicos, góticos y barrocos, y su mayor tesoro es el lienzo 'La Virgen Niña dormida', de Francisco de Zurbarán. La entrada de los asistentes fue un auténtico desfile de tendencias, donde primaron los vestidos estampados y los looks de alegres colores, para recibir el otoño en un día de lo más veraniego. Entre los invitados, las influencers Paula Ordovás, con diseño de Navascués, y su marido, Eduardo Nieto, que esperan su primer hijo, y Carla Hinojosa, una de las pocas que eligió el traje pantalón, el suyo en vivo rojo, de Redondo Brand; la modelo Alejandra Domínguez Gila, muy elegante; la diseñadora Sol Prado López de Carrizosa, de T.ba, junto a su marido, Gonzalo Mora-Figueroa; Carmen de la Puerta, con uno de los diseños de su firma, Vogana; la experta en medicina estética Carmen Peñas; el marqués de Diezma; los marqueses de Monterrico, o el matrimonio formado por Enrique Moreno de la Cova y su esposa, la pintora Cristina Ybarra, suegros de Victoria López-Quesada tras su boda, el pasado 31 de agosto, con su hijo Enrique. También estuvieron Joaquín Buendía, exmarido de Alejandra y padre de sus tres hijos, y Miguel Barreiro, pareja de Eugenia.
Hubo momentos de emoción y también de mucha risa de los novios, que ya convertidos en marido y mujer abandonaron el templo mientras saludaban e intercambiaban miradas y gestos con los invitados
Las tres familias
Ana Cristina estaba feliz de poder reunir a "mis tres familias": la de su padre, la de su madre y la de Bertín Osborne. El cantante siente un inmenso cariño por la hermana pequeña de sus hijas y había confirmado su asistencia, "¡cómo no voy a ir, claro que voy, si es como una hija más para mí", decía hace unos días. Quiso acompañar a la pareja y felicitarles y así hizo, desde el plano de la discreción, acudiendo a la celebración acompañado por su hijo Carlos, a punto de cumplir 16 años. Son familia y la muestra es que también estaban, por ejemplo, su hermana Chata y su sobrina Teresa Roca de Togores.
El desfile de invitados continuó con Flavia de Hohenlohe, Blanca Domecq, familiares, tíos y primos de los contrayentes, como Lucila Domecq Williams, hermana de Sandra y una segunda madre para sus hijas, desde su triste fallecimiento hace 20 años, y el resto de sus hermanos, Beltrán, Rodrigo y Cristian. Las testigos de Ana Cristina, con sus alegres estampados diseñados a partir de sus acuarelas, entre ellas su prima Lulu Figueroa, con su marido Adrián Saavedra, y sus dos hijos, Ciro, de cinco años, y Lucio, de tres, que fueron pajes de la novia junto a su sobrina, hija de su hermano Álvaro Figueroa, conde de la Dehesa de Velayos, y la hija mayor de Claudia y José Entrecanales, Micaela, de dos años.
También su buena amiga del colegio, la escritora Charo Lagares; Julia Díaz Beca, bisnieta de Juan Belmonte; Paz Torres, bisnieta de Ricardo Torres, 'Bombita'; Patricia Abad, cofundadora con su hermana de la firma Sveti Stefan, que está esperando su primer hijo con su marido, Alfonso Osborne, y así un largo etcétera al que se sumaban también los 30 testigos de Santiago Camacho.
El secreto mejor guardado
El novio recibía a todos con una gran sonrisa, junto a su padre, su hermano y su elegante madrina, su tía, que llevaba mantilla española. Caminó al altar mientras sonaba V’amo di core, de Mozart, interpretado por el Coro de la Escolanía de Los Palacios. Y esperó impaciente a la novia, que, como marca la tradición, llegó con unos minutos de retraso. Ana Cristina estaba radiante, con un vestido de Jorge Acuña en muselina de seda, con cuerpo asimétrico drapeado, bordados en plata, realizados a mano sobre este, y cuatro grandes capas traseras sustituyendo al velo. Una novia diferente y con mucha personalidad, como también, cada una en su estilo, lo fueron Alejandra, Eugenia y Claudia.
"Mi madre estaría orgullosa de ver lo unidas que estamos, hizo muy buen trabajo. Mi padre y Bertín también porque, al final, si no hubiese sido porque ellos pusieron de su parte cada uno, esta unión no sería posible"
Tenía muy clara la inspiración: la Grecia clásica. Le apasiona y se siente muy identificada con el estilo, "por lo que optamos por la asimetría en el escote, un drapeado realizado a mano que recordase a la técnica de Fidias, un bordado realizado a mano por Victoria, de Luneville, que diese textura, relieve y luz, un tejido muy ligero y vaporoso, grandes capas que dotasen de movimiento a la silueta, además de hacer de cola y sustituir al velo", nos explica el diseñador. "Quiero mucho a Ana Cristina, así que, cuando me llamó, me alegré muchísimo por ella y me sentí muy honrado porque quisiera confiarme la creación de su vestido, añade. Completaba su espectacular look con unos pendientes chandelier de Rabat Diamonds, de oro blanco con diamantes talla pera y brillante, y sus dos anillos de pedida. Aquel con el que Santi le pidió matrimonio, durante un viaje a Roma, de oro y platino, con un rubí central rodeado de diamantes, una joya antigua que adquirió en una subasta; y la sortija que diseñó junto a la prima de la diseñadora, Jimena Cañedo, y le regaló el día de la petición formal con las familias, un diamante central rodeado de zafiros y esmeraldas.
Bertín, para quien Ana Cristina es como una hija más, no faltó a la boda. "Me dijo que se sentía muy feliz y yo estaba muy contenta de que viniese", dice la novia
Su madre en el corazón
Con los invitados en pie, entró del brazo de su padre sorprendentemente tranquila, sonriendo, disfrutando cada segundo y grabando todo en su memoria, mientras sonaba Barcarola, de Offenbach. Junto a ella, en su corazón y en su pensamiento, su madre, cuyo nombre estaba grabado, junto a la fecha de la boda, en un medallón de cerámica, regalo de su amiga Diana Rodríguez Torres, prendido en el sencillo y elegante ramo de dalias, una flor que le encanta, y algunos jazmines —de nuevo la flor de Sandra, que llevó en su enlace tanto en el ramo como en el pelo—. De la decoración floral se encargó Javier Varela, de Florenea —también en la boda de Claudia hace tres años—, clásica en el templo, con flores blancas, como nardos, hortensias, etc., y mucho verde y muy colorida y alegre en la celebración.
La ceremonia fue oficiada por el padre don Miguel Ángel Montero, a quien conocieron a través de una prima, hablaron con él para que los casara y resultó ser, además, el deán de la catedral. Hubo risas durante su homilía cercana, amena y alegre en varios momentos, y también lágrimas de emoción cuando, durante la oración de los fieles, se recordó a Sandra en las peticiones que realizó Claudia. "También después de la comunión, le recé y me emocioné mucho".
Intercambiaron sus alianzas 'Always U' de Rabat, en oro amarillo con un diamante interno, y las arras, que eran de Sandra Domecq. En la consagración, se escuchó el Himno de España y, en el rito de velación, Gabriel’s Oboe; durante la comunión, Ave Verum Corpus, de Mozart, Caresse sur l’ocean, y La nuit, de la película Los chicos del coro, una banda sonora que volvió a sonar minutos después, tras la bendición final (con la Salve Marinera de fondo), durante las firmas con el tema Les avions, de Bruno Coulais. Los recién casados pidieron a la gente que no abandonara sus bancos, para poder salir mientras cruzaban miradas, gestos y sonrisas con sus invitados, al son de Canticorum lubilo.
Una celebración familiar
Junto a sus invitados, Ana Cristina y Santi se trasladaron a la finca Santiago para disfrutar del cóctel y del posterior almuerzo, servidos por el catering Alda&Terry, que también se ocupó del enlace de Claudia Osborne y José Entrecanales. En los jardines, con mesas y sillas, altas y bajas, cómodos sillones bajo la sombra de grandes árboles, en un ambiente relajado y muy distendido, los asistentes degustaron el aperitivo que incluía, entre otras especialidades, delicias de la tierra, y donde no faltó el oloroso de Jerez. Tampoco el champán Moët & Chandon en la celebración. A Ana Cristina le encanta, y champán era el sabor de la mermelada y, por tanto, el nombre de su mesa; por cierto, la 13, de nuevo el número, de las 39 que había entre redondas y rectangulares, adornadas con flores otoñales, pero muy coloridas y vibrantes, dalias, tulipanes, etc., naranjas, rojizas… acompañadas de frutas de temporada, granadas, higos, uvas… y colocadas con tal gusto y naturalidad que parecía que la propia Ana Cristina las había recogido del campo esa misma mañana.
Los novios deseaban que no hubiera prisas, que todo el mundo comiera tranquilo y pudiera tener una larga sobremesa, y escogieron un menú en tres tiempos con algunos de sus platos favoritos: gazpacho de guinda con fondo de mozzarella, piñones y aceite de albahaca; solomillo de ternera asado con patatas provenzal, verduras salteadas y cebollitas francesas, y de postre, tarta árabe y mil hojas de dulce de leche. Como detalle, los bombones Lindt de chocolate, de los que Ana Cristina es una fan incondicional y, por lo tanto, no podían faltar.
La diseñadora abrió el baile junto a su marido al son del vals de la película My Fair Lady, y después protagonizó un momento entrañable con su padre, también en la pista
Un nuevo look
En otra zona de los jardines, se habilitó la pista donde los novios abrieron el baile al son del vals de la película My fair lady, de Audrey Hepburn, The Embassy Waltz. Antes, Ana Cristina, acompañada por Claudia, había rasgado las capas del vestido con el fin de poder dar mejor los pasos, sin tener que sujetarlas y dar mayor movimiento al traje. Y si la diseñadora causó sensación dando esos primeros pasos con su ya marido, y luego con su padre, su reaparición con el segundo vestido fue otra de las sorpresas.
Un nuevo vestido
Cambió su look de diosa griega por un estilo que recordaba a las divas del old Hollywood y que también era fiel reflejo de su personalidad. Confió asimismo en Jorge Acuña para ello, y volvió a deslumbrar con su vestido en raso de seda, con escote asimétrico, espalda abierta con tres tirantes, falda con vuelo y abertura lateral, y bordados de oro realizados a mano. En el diseño, Ana Cristina quiso bordar varios motivos: hojas, porque representan el campo y es algo que a ella le encanta pintar; una 'S', inicial del nombre de su madre; igualmente por ella, un jazmín porque "siempre nos ponía cuencos con agua y jazmines en la mesilla de noche, para que oliese bien"; una bellota chiquitita, para tener a su padre presente también, y tres libélulas por sus tres hermanas, porque "me encantan (lleva una tatuada) y me recuerdan mucho mi infancia". Ana Cristina y Santi no pararon de bailar con la música rock and roll del grupo Third Floor, que "escuchamos en un par de bodas de amigos nuestros y teníamos claro que lo queríamos en la nuestra", y la música del DJ Julio Torres, que terminó de marcar el ritmo de una fiesta inolvidable y con pizza casera, para los que más energías gastaron al ritmo de la noche. El lunes, tras un día inolvidable, Ana Cristina y Santi ponían rumbo a su viaje de novios a Japón y Maldivas. Antes, la novia nos cuenta cómo vivieron su boda soñada.