Imagine que se está preparando para pasar una noche en casa, cuando suena el teléfono y la voz al otro lado de la línea dice: "Hola, soy Anne Beckwith-Smith, dama de honor de la princesa de Gales. A la princesa le gustaría tomar clases de baile". Eso es exactamente lo que le sucedió a Anne Allan, que enseñaba en el London City Ballet de Gran Bretaña, cuando recibió la llamada del palacio de Kensington, en 1981.
Nacida en Glasgow (pero ahora residente en Toronto), Anne tenía un currículum impresionante como profesora de ballet, y no había duda de sus habilidades. Sin embargo, tenía dudas sobre la legitimidad del encargo. "Acababa de acostar a mi hija, cuando sonó el teléfono. Y en realidad pensé que era un amigo haciendo la gracia. Pero algo en mí me hizo prestar atención, por si acaso". Afortunadamente, Anne escuchó esa corazonada y, una semana después, se encontró con Diana en un estudio privado. Sería el comienzo de una colaboración de nueve años.
Ahora, por primera vez, Anne comparte la historia de su amistad en unas memorias, Bailando con Diana, que ha presentado con una entrevista exclusiva con Hello! Canadá.
—Después de aceptar instruir a la princesa Diana, ¿qué pensó?
—Creo que se me revolvió el estómago, porque no se trataba de una persona común y corriente a la que estás enseñando. Ella acababa de casarse [con el entonces príncipe Carlos]. Esto pasó al principio, cuando nadie sabía mucho sobre ella. Solo sabía que a ella le encantaba bailar. Era hermosa, cálida, honesta y abierta. Me sorprendió bastante su increíble presencia, de la que ella no era consciente. Estaba sonrojada, tenía la cabeza gacha y se reía tímidamente, mientras intentaba hacer "lo correcto" como princesa, extendiendo la mano para saludar.
"Cuando terminamos, sentí que se había convertido en quien ella quería ser. Asumió el papel de princesa de Gales con mucha fortaleza y se esforzó al máximo para lograrlo"
—En su libro, recuerda una situación en la que tuvo que ayudarla con un desperfecto en el vestuario.
—Cuando la vi el primer día, sentí una especie de risa interior. Llevaba ropa interior negra y medias rosas, se le veía perfectamente, y pensé que se avergonzaría, así que no pude decir nada en la primera clase. Con los días, descubrí su buen humor y un día, ya por fin, le sugerí: "Sabes, hay muchas opciones de ropa interior". Y ella dijo: "¡Ay! ¿Puedes ver la mía?" (risas). Cuando regresó, se había cambiado.
—Sus lecciones concluyeron tras nueve años. ¿Cómo fue su evolución?
—Se encontró a sí misma como mujer. Cuando terminamos, sentí que se había convertido en quien ella quería ser. Asumió el papel de princesa de Gales con mucha fortaleza y se esforzó al máximo para lograrlo.
—Cuando se enteró de su trágica muerte, en 1997, ¿cómo se sintió?
—Me quedé paralizada. Pensé en los niños, en Carlos, sus hermanas y su hermano. Era más joven que sus hijos ahora.
—¿Por qué ha escrito ahora este libro?
—Quiero que la gente conozca este lado personal de Diana. Ella era muy humana. Tenía presencia como princesa de Gales, pero era simplemente una dama encantadora.