Meses después de esta portada, Ingrid Bergman rodaba Stromboli con Roberto Rossellini. Le había enviado una carta mítica pidiéndole trabajo y el italiano revolucionó su carrera y también su vida. Como ella, Belén Rueda, en un momento en el que estaba sentada en la cúspide del entretenimiento televisivo, se arriesgó mirando al cine. Y con una edad atípica para cualquier otra actriz, a golpe de pico y pala, se ha forjado una de las carreras más sólidas del cine español. Quizás porque era capaz de dar a sus personajes la hondura, las cicatrices y la sabiduría que solo dan los años. Con 40, debutaba con Mar adentro. Hoy, puede ser un personaje de cómic en Muertimer, rodar en México o en una aldea perdida de Galicia. Y sobre todo, ser ella misma, origen y destino del amor propio, sin necesidad de ser ni novia ni esposa de… En todo caso, madre de actriz: Belén Écija.
"¡HOLA! me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, porque cumple 80 años, así que la ha cubierto completamente… Es igual que cuando escuchas una música y la banda sonora te transporta a un momento concreto de tu vida, hay portadas y personajes que, de repente, ves y recuerdas esa etapa de tu vida o lo que estaba ocurriendo en el mundo en ese instante", nos dice.
—¿Cómo te has sentido al recrear a una leyenda como Ingrid Bergman?
—Imagínate. Estas actrices, para nosotras, son auténticos iconos de una época del cine muy especial, muy significativa y que todos conocemos, incluso la gente más joven. A mí me parece que Ingrid Bergman tenía una personalidad con una parte muy misteriosa y eso me gusta mucho.
—¿Recuerdas la primera vez que viste Casablanca?
—Sí, recuerdo verla en casa con mis padres, pero el salón se separaba de la cocina por un pasaplatos, que era como una especie de puertecita que abrías. Y como antes existían los dos rombos y te mandaban rápido a la cama, yo antes de irme a dormir dejaba una rendijita. Me levantaba y veía las películas a través de esa rendija, apoyada en la encimera.
—Si hubieras estado en la piel de Lisa, el personaje de Ingrid, ¿te hubieras ido con Víctor o con Rick, el inolvidable Humphrey Bogart?
—Con Rick, aventura, aventura (ríe).
—En la vida real, Ingrid Bergman fue valiente en el amor. Es famosa la carta que le escribió a Roberto Rossellini, diciendo que en italiano solo sabía decir Ti amo. En tu caso, ¿has hecho locuras por amor?
—Sí. Es que creo que el enamoramiento es una pérdida de razón y de conciencia, claramente. El amor solamente dura en el tiempo cuando entra la parte racional, respeto y admiración. Pero creo que, en el enamoramiento inicial, ni tú eres tú, ni la otra persona es la otra persona, porque está intentando atraerte y viceversa. Creo que hay algo de mentiroso y fascinante al mismo tiempo.
—¡HOLA! cumple 80 años con muchos proyectos y retos. ¿Cómo vives tú soplar velas?
—Creo que vas pasando por diferentes etapas. Hay una muy loca, como en los 20, en la que vas buscando tu propia personalidad; cuando cumples los 30, tienes que estabilizarte a nivel laboral y también emocionalmente. Ahora mismo, cumplo los años con mucha alegría porque, para empezar, tengo salud y quienes están a mi alrededor, también.
—Vamos que, aunque pudieras, no volverías atrás.
—Muchas veces me han preguntado si volvería a los 20 y siempre digo que no, porque a esa edad tienes el futuro por delante, pero una incertidumbre tan grande que recuerdo que me atenazaba un poco, me producía inseguridades. Ahora tengo otras, pero en ese momento era "¿qué voy a hacer con la vida?". Si quieres tener hijos, no sabes muy bien a qué edad; en el tema laboral, estás buscando cuál es tu hueco. De hecho, yo empecé en la universidad en Arquitectura y mira dónde he acabado. La juventud te da a lo mejor una energía o una sensación de no estar cansado nunca, que intento mantenerla con esta edad dentro de una prudencia, porque el cuerpo también te da sus señales. Me gusta cumplir años porque estoy bien a todos los niveles, de salud y emocional.
—¿Alguna vez, durante tu carrera, te has sentido 'etiquetada'?
—Depende del momento. Siendo mujer y actriz, cumples 40 años y parece que tu carrera ya se ha terminado. Yo creo que la mejor manera de reivindicar es trabajando y nosotras, de alguna manera, tenemos voz reivindicando determinadas situaciones, porque dentro de nuestra profesión no importa quién sea el protagonista de las historias, ni qué edad tenga, depende de cómo estén contadas. A todos nos afectan; todos tenemos una madre, un padre, familia, amigos con los que hemos tenido algún problema, hemos tenido parejas, hemos tenido amores, desamores… Yo, ahora, digo que tengo todas las etiquetas en mi casa y que, dependiendo del día, cojo una u otra. A mí se me ha etiquetado de actriz de género o, por ejemplo, cuando hice Mar adentro, fue un poco complicado porque estaba haciendo una serie de comedia y, entonces, ¿cómo iba a hacer un drama? Las etiquetas hay que reivindicarlas, pero una vez que has hecho algo, para poder decir que eso es posible.
—Donde estás hoy, ¿ha sido un plan, o la vida te ha llevado hasta aquí?
—No, te digo un no con mayúsculas. Sí que es cierto que tienes un orden de prioridades en tu vida y, de repente, te ocurre algo y te descoloca completamente, porque parece que hay cosas que son naturales, como que nazca un hijo sano, y no siempre lo es; que tus padres vivan hasta equis años y se ponen enfermos antes. Esos son giros de guion inesperados, que te cambian un plan. Con el tiempo, me he dado cuenta de que el plan es importante tenerlo, pero no hay que frustrarse si cambia por las circunstancias. Yo sí veo, por ejemplo en mis hijas, que sus planes son a más largo plazo y luego pasarán cosas, pero tampoco hay que pensar mucho en lo que pueda ser, porque claro, son las cosas malas las que te trastocan, las que te producen un shock muy grande y ahí, de repente, piensas si lo que has hecho te ha llevado ahí, o ha sido fortuito.
—Ahora, acercarte a los 60, ¿te asusta de alguna manera?
—No, mientras tenga salud yo y los que tengo alrededor.
—¿Cómo consigues mantenerte saludable, bien, en forma, física y mentalmente?
—Creo que estar bien emocionalmente te hace estar bien a todos los niveles: físico, de relaciones, del amor. Parece que cuando hablamos de amor, hablamos de una pareja, pero hay que cultivar el amor hacia los que te quieren de verdad, porque esta profesión es un poco engañosa y, muchas veces, te rodea de gente que te admira y en ocasiones no te quiere bien. Mi familia me ha hecho tener los pies en la tierra y eso es muy importante, porque ni cuando un proyecto no ha funcionado bien todo es tan negro, ni cuando uno funciona es garantía de que no te va a faltar trabajo nunca, ni cariño. El deporte para mí es muy importante. Me encanta ir con la bici a la montaña, para mí es meditación, o el mar, me gusta nadar… Hay que cultivar el amor de verdad, no el enamoramiento y esas cosas. Eso ya pasó su momento —ríe— En los enamoramientos dejas de ser tú, te vuelves loquísima —ríe de nuevo.
—¿En qué etapa vital y emocional te encuentras?
—Una etapa de autoconocimiento y, para eso, a veces tienes que tener mucho espacio para ti sola, pero no sola de soledad, sino de conocimiento. A nivel individual está muy mal vista, porque dicen "estás sola". No, no estoy sola. No tengo pareja, pero no estoy sola. Y estoy también aprovechando este momento vital, en el que mis hijas se han independizado y la salud también me lo permite, y haciendo muchas cosas que en otro momento decidí no hacer y no me arrepiento, y soy feliz porque he vivido todas las etapas de mis hijas muy de cerca. Ahora estoy haciendo proyectos por los que viajo, estoy bastante tiempo fuera de España y no me pesa, porque sé que ellas ya han empezado su camino.