José de Cupertino: nació en 1603 en una familia muy pobre en Italia. Rechazado por los franciscanos y capuchinos por su distracción, finalmente fue aceptado como mandadero en un convento franciscano donde, gracias a su humildad y oración, fue admitido como religioso y ordenado sacerdote en 1628.
Carlos Eraña Guruceta, beato: nacido en Arechavaleta (Guipúzcoa), ingresó en la Sociedad de María en 1899 y se dedicó a la educación en varias ciudades, destacando como director en Ciudad Real. Tras ser detenido varias veces durante la persecución religiosa, fue fusilado en Alarcos y beatificado en 1995 junto a otros mártires marianistas.
David Okelo y Gildo Irwa: fueron martirizados en 1918 por negarse a abandonar su labor de evangelización en Paimol, Uganda, a pesar de las amenazas de los revolucionarios Adwi. Su valentía y fidelidad a la fe cristiana los convirtieron en símbolo de coherencia y dedicación misionera entre su pueblo.
Adriana de Prymnesso: se dice que en el siglo I, una bella mártir, esclava del rey de Frigia, entregó su vida por su fe cristiana. Tras convertirse, fue procesada y, pese a que le ofrecieron tiempo para reconsiderar su decisión, se mantuvo firme y fue ejecutada.
Hoy también se celebra la onomástica de Ricarda o Riquilda