Juan Crisóstomo: nacido en 349, vivió una vida monástica antes de retirarse al desierto. Ordenado sacerdote, destacó como predicador en Antioquía y más tarde como patriarca de Constantinopla, donde su fervor pastoral y denuncias contra los vicios le ganaron enemigos en la corte bizantina. Tras ser desterrado dos veces, murió en 407 y sus restos fueron trasladados a Constantinopla años más tarde.
Marcelino de Cartago: el martirio de Marcelino, tribuno y amigo de san Agustín, está ligado al cisma donatista en el siglo IV. Tras apoyar la causa católica en una conferencia en Cartago, fue injustamente condenado a muerte, y más tarde reconocido como mártir por su fidelidad a la verdad.
María de Jesús López de Rivas: nacida en Tartanedo, fue una carmelita cercana a Santa Teresa de Jesús, conocida por su vida de sufrimiento físico y psíquico debido a su mala salud. A pesar de calumnias y dificultades, fue valorada por su sabiduría mística, desempeñando varios cargos en el convento de Toledo, donde murió con fama de santidad.
Amado de Remiremont: fue un monje que, tras vivir treinta años en oración, se retiró como eremita en las montañas. Posteriormente, fue llamado por San Eustaquio para predicar y cofundar el monasterio de Remiremont, donde dirigió a monjes y religiosas hasta retirarse nuevamente a la contemplación, muriendo en veneración.
El santoral cristiano también celebra hoy la onomástica de Aurelio María (Bienvenido) Villalón Acebrón, beato.