La muerte de Juan Gómez-Acebo, a los 54 años, ha dejado a su familia devastada. No se habían recuperado de la pérdida de Fernando, cuando llegó la noticia más inesperada. El vizconde de la Torre viajó a Madrid desde Miami, donde residía, para dar el último adiós a su hermano pequeño y, casi al mismo tiempo, descubrió que le quedaba muy poco de vida. Llevaba meses con dolores de cabeza, había ido al médico en EE. UU. y estaba con medicación, pero fue en España donde, en pleno duelo y tras hacerse un chequeo general en la Ruber, recibió el terrible diagnóstico: un cáncer con metástasis en cuatro órganos vitales.
Juan aceptó con valentía la enfermedad. Ni drama, ni hablar del tema, y decidió no regresar a Estados Unidos y quedarse en Madrid con sus hermanos, Bruno, Simoneta y Beltrán, quienes, junto con otros familiares, le convencieron de que debía tratarse y no darse por vencido. Finalmente, recibió quimio y luchó hasta casi el final.
La última celebración
Con la llegada del verano, quiso viajar a Mallorca, donde fue tan feliz de niño y creó recuerdos imborrables con los primos Borbón —especialmente con Felipe VI, al ser casi de la misma edad— y los Grecia. Allí alquiló una casa pegada a la de Simoneta, para poder estar con su único hijo de 11 años, Nicolás, al que adoraba, y recibir a sus familiares y amigos. Fue con ellos con los que pasó su última noche de celebración, en un restaurante del que regresó a casa con frío. Ingresó con neumonía en la clínica Rotger, pero pidió el alta porque no quería pasar sus últimos días en un hospital. Murió de madrugada, el 12 de agosto, rodeado de toda su familia, que lo veló en el tanatorio de Calvià. Aquel día, se sucedieron las escenas de dolor y se vio a su hermana desconsolada, mientras recibía el pésame de sus seres queridos, entre ellos, su tía, la Reina Sofía que, en ese momento, era la única que se encontraba en Palma.
Pésame y duelo
Inicialmente, se pensó en el 15 de agosto para celebrar su funeral y entierro, pero finalmente se pospuso la fecha al 8 de septiembre, para facilitar la asistencia de sus seres queridos y sus amigos, ya de vuelta de las vacaciones.
A las doce de la mañana y en la más estricta intimidad, tuvo lugar el entierro. Sus restos fueron depositados en el panteón familiar del cementerio de San Isidro, en el que reposan sus padres, la infanta Pilar y Luis Gómez-Acebo, y su hermano Fernando, que falleció el pasado mes de marzo, a los 49. Y después llegó el "desfile" interminable de pésame y duelo, en la Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas, donde se celebró una misa en su memoria a las 20:30h, que fue oficiada por el arzobispo Castrense Juan Antonio y seis sacerdotes. A las puertas del templo, Simoneta, Bruno y Beltrán recibieron olas de cariño de sus más allegados. Entre ellos, la Reina Sofía, la infanta Cristina y sus hijos, Pablo, Miguel e Irene Urdangarin, que llegaron en una furgoneta casi al mismo tiempo que Felipe y Victoria de Marichalar, los duques de Soria y sus hijos, Alfonso y María Zurita.
Dos funerales y un cumpleaños
Todos juntos arroparon a los tres hermanos, mientras esperaban al Rey Juan Carlos. El exjefe del Estado, como avanzó ¡HOLA!, aterrizó el 6 de septiembre en Madrid, para asistir al funeral por su sobrino. Los adora a todos y regresó a la capital, donde estuvo por última vez en abril, en la boda de Teresa Urquijo y el alcalde de Madrid. Entonces, se alojó en la finca de un amigo. Pero en esta ocasión, y por primera vez, lo ha hecho en un hotel. Al día siguiente, tenía un doble compromiso. El primero, alegre: Victoria Federica celebraría en familia su 24 cumpleaños, aunque sin la Reina Sofía, que fue vista el lunes llegando a Mallorca. Y el segundo, triste: el funeral de su amigo Alejandro Fernández de Araoz Marañón, que falleció a finales de agosto.
Minutos después, aparecían los Reyes, recorriendo a pie el último tramo del trayecto. Vestidos de negro riguroso, abrazaron a sus primos y también dieron el pésame a la viuda de Juan Gómez-Acebo, Winston H. Carney, y el hijo de ambos, Nicolás. Se casaron en 2014 y rompieron en 2019, aunque nunca llegaron a divorciarse y seguían siendo grandes amigos. Tiempo después, Juan rehizo su vida sentimental con la arquitecta Teresa Véret, con la que vivía en Miami y a la que vimos muy triste, tanto en el entierro como en el funeral, donde contó con el apoyo de la infanta Cristina.
Siguiendo el orden de precedencia, los Reyes fueron los últimos en acceder al templo, ocupando su sitio junto a los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía, y la Misa transcurrió a puerta cerrada.
Juan se ha ido con el amor de sus hermanos que lo han cuidado, especialmente Bruno y Bárbara, que lo acogieron en su casa, su primo Alfonso Galobart y sus amigos... Y entre abrazos de Nicolás, que pasó todo el verano con él en España. El vizconde de la Torre era un buen compositor, un magnífico dibujante y una gran persona. Su familia y sus amigos le van a echar mucho de menos.