Ha sido la boda más espectacular y divertida del año, la que más expectación ha generado. El pasado sábado, 31 de agosto, Marta Luisa de Noruega, hija del Rey Harald V de Noruega, y su prometido, Durek Verret, se dieron el 'sí, quiero', en una preciosa ceremonia celebrada en los magníficos jardínes del hotel Union, en Geiranger, al oeste de Noruega.
Fue un evento único al que acudieron representantes de la realeza y hasta 350 invitados procedentes de todo el mundo, que no quisieron perderse el 'sí' más grande al amor de los dos enamorados. Pero además, ¡HOLA! y HELLO! también fuimos testigos del enlace y nos adentramos de lleno en la celebración para que nuestros lectores pudieran deleitarse con las mejores imágenes y conocer hasta el último detalle en esta exclusiva mundial.
Los dos eran la viva imagen del amor y la felicidad. Una estampa propia de los novios en el día de su boda, ilusionados y deseosos de embarcarse en la aventura del matrimonio. Pero en el caso de Marta Luisa y Durek, aquel momento era más especial, si cabe. Y es que su camino para llegar al altar no ha sido fácil. A pesar de sus fuertes sentimientos, de compartir creencias espirituales y de estar seguros que quieren pasar el resto de sus vidas juntos, la pareja se ha encontrado con numerosos obstáculos que poco a poco han ido superando, porque, después de todo, el amor vence siempre.
La suya es una historia propia de un cuento de hadas. De esos que nos contaban de pequeñas para irnos a dormir. Ella era una princesa, la hija primogénita del rey de Noruega; él, nacido en Sacramento, California, al otro lado del charco y completamente ajeno a la realeza europea. Además, practica el chamanismo y es muy reconocido entre numerosas celebridades de Hollywood. Eran dos personas de mundos muy diferentes, que si no fuera por los vaivenes y caprichos del destino, nunca se hubieran unido.
Pero lo hicieron, hace ya seis años, cuando un amigo común les presentó en la casa de Durek en Hollywood Hills. En ese mismo instante, la hija del rey Harald confesó haber tenido una extraña sensación de déjà vu: “Cuando lo vi, sentí como si volviera a casa. De niña soñaba con conocer a una persona como él, pero nunca tuve la oportunidad, así que abandoné la ilusión. Pero, entonces, llegó él”. Desde ese primer momento ya hubo una conexión especial entre ellos. "Estábamos destinados a conocernos antes de nacer", le dijo él cuando se vieron por primera vez.
Las creencias espirituales que ambos comparten les llevan a estar convencidos de que están destinados a estar juntos en esta vida. De hecho, el propio Durek confesaba que cuando era un niño, su madre (nacida en Noruega) y otros videntes, le dijeron que de mayor se casaría con una princesa de Noruega. "Yo era joven y no me lo creí", pero años más tarde "me hicieron una lectura del café y me dijeron que el dibujo que quedaba en la taza indicaba que formaría parte de una Familia Real”. Tiempo después, "una vidente de Los Ángeles me dijo que estaría con una mujer en la que los hombres de su familia llevaban trajes azules de estilo militar con botones dorados”. En ese momento, Verret no entendía a que se refería, pero tras conocer a Marta Luisa, vio en la repisa de su chimenea una foto de ella con su padre y su hermano, el príncipe heredero Haakon, llevando esos mismos trajes.
El pasado fin de semana, después de seis años, finalmente llegaba el día que más esperaban. Fueron tres días de celebraciones que dieron el pistoletazo de salida con una fiesta en un crucero por el fiordo de Geiranger (considerado Patrimonio Mundial de la UNESCO). El lugar escogido para el "sí, quiero" fue en los preciosos jardínes del hotel Union, también en Geiranger, con unas magníficas vistas al paisaje natural del oeste de Noruega. Ponían así el broche de oro perfecto para una historia llena de amor y superación.
Para el día de su boda, Marta Luisa lució una deslumbrante diadema de espigas de diamantes y perlas, que le había regalado su abuelo, el rey Olav, cuando cumplió 18 años, y una gargantilla de diamantes talla pricnesa con un brillante en el centro. La princesa dejó suelto su pelo castaño, peinado con ondulaciones muy marcadas. Pero lo más especial fue el vestido, un diseño en color marfil confeccionado a medida, con escote en 'V' y sin mangas, cuyas flores bordadas en el cuerpo combinaban con las rosas del ramo nupcial. Todo estaba pensado al milímetro.
Antes de dar comienzo a la ceremonia, Marta Luisa preparó un desayuno especial con sus damas de honor. En los momentos de preparación de la novia, ella quiso estar siempre acompañada y disfrutar de unos últimos momentos de calidad antes de caminar hacia el altar. "Estar rodeada de la gente que quiero, vivir la ceremonia y casarme con Durek en uno de mis lugares favoritos del mundo", eso fue lo que Marta Luisa nos confesaba la misma mañana de la boda.