Vive a caballo entre Madrid e Ibiza, y no es raro encontrar su nombre en alguna lista de esas que descubren a las mujeres más influyentes de España. Carmen Matutes, hija del exministro Abel Matutes, es una de las empresarias más destacadas de nuestro país –"afortunadamente, hay muchas más", nos avisa, con una sonrisa-. No está acostumbrada a ser la protagonista de la noticia -menos por motivos personales: en todo caso, es más asidua en las páginas color salmón-, y aunque parece que siempre prefiere el segundo plano, en esta ocasión, ha hecho una excepción para posar, en ¡HOLA!, junto a sus dos hijas: Lydia -que parece seguir sus pasos en la empresa familiar- y María Monfort -que, además, se está abriendo camino como influencer en redes sociales-.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Las tres nos han abierto las puertas de su hogar 'madrileño', el refugio en el que se encuentran cuando están en la capital. "Somos el trío Calavera. Siempre hemos estado así de unidas", nos cuenta María. "Creo que mi madre es mi referente y el de mi hermana... así que es evidente que hay una conexión muy fuerte ahí". "Es una persona con una gran fortaleza mental... puede con todo, con lo suyo y con lo de los demás".
- Carmen, ¿eres consciente del interés y admiración que despiertas?
- No y tampoco creo merecer admiración… Me dedico a mi trabajo [es deputy CEO de Palladium Hotels], que tampoco es muy difícil porque me gusta mucho lo que hago. He tenido la suerte de crecer en una familia empresaria. Ha sido un poco como… el camino natural que iba a seguir. Cuando estudié, me especialicé en Auditoría y estuve unos cuantos años, al principio de mi carrera, trabajando en una gran auditora, pero tuve claro que esa no era la vocación que yo tenía para el resto de la vida. Me lo tomé siempre como una especie de formación, que me vino muy bien. En cuanto aterricé en la empresa familiar, ya sabía que ese era mi destino y ahí me quedé. O sea que tampoco tiene mucho mérito.
- Sí lo tiene… Al final también son muchos años
- Son muchos años, sí. Pero es verdad que al final es un sector, el del turismo, que a mí me gusta mucho y es muy agradable. Vivía en un sitio que era un destino turístico importante -ahora vivo entre Ibiza y Madrid-… y también hemos crecido, ya no somos la típica cadena de hoteles vacacionales (nos hemos internacionalizado desde que yo empecé). Encima trabajo con la gente que quiero: mi padre, mis hermanos y gente que lleva trabajando con nosotros mucho tiempo. Aunque no tengan nuestro apellido, son de la familia.
- ¿Y es fácil trabajar en familia? Porque suele decirse todo lo contrario…
- Pues en nuestro caso sí lo ha sido. A ver, con mi padre, nunca esperaba que hubiera ningún choque porque, al final, él es el fundador de la empresa, el emprendedor nato, el líder, y todos le respetamos. Claro que muchas veces puede haber cosas en las que no estemos de acuerdo, pero, como además de mi jefe, es mi padre, a lo mejor no he tenido el reparo que otro puede tener en ser asertivo o decir las cosas como las piensa. Eso sí ha sido una ventaja y nuestra relación siempre ha sido muy buena… Una vez se ha producido, digamos, la sucesión -mi padre todavía está incorporado, pero ya mucho más estratégicamente-, mi hermano ha empezado a liderar la empresa y ha formado un equipo, para mí, espectacular. Un equipo de profesionales increíbles, que era necesario, porque nosotros cada generación somos más y hay que ir profesionalizando. No he tenido nunca un problema con él. Aunque no es el fundador de esta empresa -ha fundado otras-, considero que es un líder natural también. Cuando no he estado de acuerdo con él, no he tenido ningún problema en decírselo. Nunca ha supuesto una pelea porque nos escuchamos y luego al final, se toma una decisión.
Además nosotros somos una familia 'muy piña'. Lo hemos heredado todos de mi padre, que no podía estar tanto con nosotros porque, además de empresario, se dedicaba a la política. Él nos decía que la familia es lo más importante y eso lo tenemos grabado a fuego. Creo que nunca los temas de negocios o de dinero se van a interponer entre nosotros. Estamos todos a una en eso. Igual he tenido una ventaja que mucha gente no tiene, y es tener un jefe con el que tenía una confianza absoluta para decirle lo que pensaba incluso cuando no era para darle la razón. Tambíén me han mandado callar con una tranquilidad que a lo mejor otros no han vivido…
- Has dicho que creciste con la figura de tu padre, que es un gran empresario. ¿En algún momento sentiste un poco de presión o miedo a fallar?
- Miedo a fallar lo tenemos todos los que tomamos decisiones cada día. Me acuerdo la primera vez que fui madre y tenía un bebé en las manos. Me dije: 'Ahora a ver si soy capaz de estar a la altura de ser madre' (porque es una de las tareas más difíciles con las que te encuentras). Yo he tenido mucha suerte porque mis hijas no me han dado ningún problema grave y siempre han sabido entender las circunstancias en las que vivimos y han cumplido con su deber. Lo que quiero decir es que tú, cada vez que tomas una decisión, claro que dudas, siempre, pero yo nunca he competido con la carrera de mi padre ni con la de mi hermano ni he pretendido mejorarla. Mucha gente me dice: si tú eres más mayor, ¿por qué tu hermano es el que manda? Porque todos lo decidimos así. La primera yo porque, cuando empezamos a trabajar en el relevo generacional de la compañía, estaba embarazada y con un bebé de dos años. Mi hermano estaba súpercomprometido, se fue a hacer un máster, empezó a reclutar a gente… y yo me sentía cómoda en mi papel. No me apetecía viajar como antes y no soy una persona especialmente ambiciosa, de tener medallas. Estoy muy feliz con lo que hago y no me hacen falta títulos. Pretendía hacer mi carrera. A lo mejor, si entrevistamos hoy a mi padre, nos diría que se dejó muchas cosas en el tintero, como yo diré a su edad. Puede que sacrificase mucho de su parte personal o familiar. Él siempre ha comentado que ha disfrutado mucho con sus nietos porque nosotros, sus hijos, no nos había visto crecer.
- Lo que está claro es que has sido una madre presente por cómo hablan de ti tus hijas. Te ven como una madre, sí, pero también como una amiga
- Somos muy amigas, eso es verdad
- Has logrado tener esa cercanía, que es muy bueno...
- Como te decía, ellas tienen muy buen carácter. Cada una tenemos nuestras cosas, pero también muchas virtudes. Sobre todo, hay unos valores comunes, que se los he inculcado yo, igual que me los inculcaron a mí. Además, tampoco nos vemos tanto, porque cada una tiene una vida profesional cada vez más completa… pero el ratito que estamos es de calidad. También hemos tenido suerte porque las he llevado conmigo a casi todo y se han hecho muy amigas de amigos míos. Yo he intentado siempre conocer la gente, los círculos en los que se mueven (una preocupación de madre) y como generalmente eligen bien y tienen buen criterio, me he llevado muy bien con sus amigos.
La verdad es que discutimos muy poco y, si lo hacemos, es por cosas muy cotidianas... Pero, la verdad, tengo mucha suerte. Son niñas (bueno, ya no son tan niñas desgraciadamente para mí), son personas muy accesibles, muy empáticas, muy buenas amigas de sus amigos, muy buenas personas… y dirás: 'Es la madre, ¿qué va a decir?'. Pero también veo defectos... Como yo no estaba tanto tiempo con ellas, siempre les he dicho que en mi casa había pocas normas, unas reglas de oro que no se podían romper nunca. Todo lo demás se podía negociar. Una de esas normas básicas era que, si les pasaba algo, me llamasen, que no pensasen: 'la bronca que me va a caer'. Y eso les ha hecho darse cuenta de que pueden ser abiertas conmigo. Me han contado todo. Yo creo que relativamente pronto y jóvenes. Y cuando han sufrido cambios o decepciones o lo que sea, en la vida, me lo han contado rápidamente y tenemos como una relación muy abierta y muy franca.
- Pues eso es para sentirse muy orgullosa
- Bueno, sí, también ellas me lo han permitido. Si me hubiera tocado una persona hija rebelde o que continuamente incumple o traspasa las líneas rojas, a lo mejor yo hubiera sido diferente, también. Pero no me ha hecho falta, la verdad.
- ¿Y qué es lo que más te gusta hacer con ellas?
- Pues todo, la verdad. Me encanta estar con ellas. A ver, a mí cada vez me gusta menos salir de noche -cuando lo lean mis amigos, van a alucinar (risas)-, pero ya hago muchos más planes de día. Hacemos deporte, viajamos… También hay muchos días que nos quedamos en casa a ver las motos… Ellas son mucho también de buscar un rato con la familia.Eso se ve… se nota que las dos son muy muy familiares.
-¿Qué opinas de la faceta de María como influencer?
- Pues te voy a ser muy honesta. Cuando empezó María, que tendría 12 años o 13 años, yo tampoco tenía una experiencia enorme ni era tan normal esto de las redes sociales. Es verdad que, cuando empecé a ver que estaba todo el día en las redes, me asusté porque era muy joven, porque oyes historias de depredadores a través de las redes, cosas así… y me daba mucho miedo. Hoy en día todo esto está superado. Creo que lo está haciendo bien. Lo ha hecho tranquilo y, también, siempre con una condición: que esto tenía que ser como un hobby. Ahora ya es adulta y ha acabado la carrera. Si acaba viviendo de redes, ahí ya no me voy a poder meter porque no voy a opinar… Si se tiene que dedicar al marketing, al marketing digital, a las redes sociales o a lo que sea. Sé que le gusta mucho y las utiliza mucho. Tengo claro de María hará lo que se proponga. Tiene mucha confianza en sí misma y mucha fuerza de voluntad.
- Lydia nos ha dicho que cree que se parece mucho a ti, y, además, también está en el sector hotelero. ¿Te hace ilusión que ella también siga en el negocio familiar?
-A mí lo que me hace ilusión es que ellas se dediquen a algo que les llene y que les haga felices. Como te digo, la generación de ellas, digamos, la de los nietos de mi padre, ya son diez… y mi padre tiene hermanos que son socios de la empresa que también tienen nietos. En esa generación van a ser veintitantos, todos no se pueden incorporar a la empresa ni van a tener esa vocación.... Claro que estoy orgullosa si Lydia quiere seguir en la empresa, por supuesto, pero si me dijera: ‘mamá, he fichado por un fondo de inversión…’, por ejemplo. Perfecto. Yo lo único que les pido es que pueden trabajar en lo que quieran, pero son accionistas de nuestra empresa, que hoy por hoy sigue siendo, digamos, como nuestro patrimonio. Ellas tienen que seguir vinculadas y saber un poco lo que está pasando.
- Cambiando de tema, sé que eres súper aficionada al deporte, que te encanta, que de pequeña quería ser tenista, aunque luego al final…
- Sí, yo lo pretendía, pero no tengo las dotes ni las condiciones. Pero sí, es verdad. Me tomo el tenis muy en serio. Nunca hice nada muy importante, a nivel de Ibiza y eso, un poquito más… Pero sí, yo si me hubieran dejado… Bueno, no, si hubiera valido, supongo que tampoco me hubieran frenado, ¿no? Pero mis padres lo veían con más perspectiva, me decían… Sí, sí, pero tú estudia. Hubo una época en la que estuve jugando al pádel un tiempo y lo pasaba muy bien (es menos exigente que el tenis), pero después mi madre enfermó, tuvo un cáncer largo, tenía que estar mucho en el hospital… y ya no volví. Pero, bueno, voy mucho al gimnasio, me gusta andar, a veces salgo en bici con amigas también, otras algo de footing… soy muy aficionada a los deportes.
- Entiendo que ya conoces a Jorge desde hace tiempo…
- Sí, lo conozco desde hace ya tiempo. Yo ya era aficionada a las motos antes de que María naciera. Mi hermano pequeño y yo nos levantábamos por la noche para ver las carreras en Asia. Siempre he sido muy aficionada al motor. Fui amiga de Ángel Nieto… pero ahora me gusta más, claro, lo que pasa es que antes lo disfrutaba muchísimo y ahora sufro mucho porque ves lo que el chaval se sacrifica, pelea… y después, a veces, la carrera se va al traste.
- ¿Qué sueños tienes todavía por cumplir?
- Pues espero que muchos, pero yo soy de metas cortas porque esta vida es muy larga y es muy corta a la vez. Ahora que he conseguido muchas cosas de un punto de vista profesional, la parte personal la tengo bastante estable. Ahora estoy sin pareja, pero encantada. Aprendí a vivir muy a gusto conmigo misma y no me hace falta tener a alguien a mi lado para ser feliz. Tengo muchísimos amigos. Si un día viene y toca, pues será que me apetece… Y a corto plazo pues quiero pues disfrutar un poco más de mi vida, de mí, de mi ocio, de estar con mis amigos, de practicar deporte, de organizar viajes, leer… que son como mis hobbies. A parte de seguir muy vinculada a la empresa.
- Nos contabas, durante la sesión, que tienes en el salón un cuadro muy especial…
- Sí, es de Anna Barrachina, hija de mi amigo Álvaro (Muñoz Escassi). Le dije que me hacía ilusión tener en mi casa un cuadro suyo, porque es una niña a la que adoro, es maravillosa. Tuvo la deferencia de venir hasta aquí, me mandó los «pantones», para que escogiera la combinación de colores que me gustaba… y lo hizo asegurándose de que fuera de mi gusto.
- Sigues siendo amiga de Álvaro, entonces.
- Somos muy amigos, pero no solo Álvaro y yo. Somos un grupo de amigos que hace muchos planes.
- ¿Cómo viviste aquella etapa en la que se publicó una portada en la que se os relacionaba?
- Es que éramos amigos... A mí lo que me molestó es que yo no soy una persona a la que le haya gustado mucho estar en los medios, y menos por estas razones… Se inventaron unas cosas… Al principio, me asusté bastante, la verdad, porque vino como una ola, pero como enseguida se diluyó como un azucarillo… Después de un viaje con muchos amigos a Grecia, se especuló que salía con María, porque se hicieron unas fotos juntos que, creo, ella colgó en redes sociales…
- ¡Qué locura!
—Sí, y en esa época María tendría 18 años como mucho. Mis hijas le conocen desde que tienen 14 o 15… Me asusté porque no es un mundo al que estoy acostumbrada, pero también pasó rápido. No es lo más grave que me ha pasado en la vida.