Este mes que ya llega a su fin, la astronomía está de fiesta. Por un lado, la lluvia de estrellas fugaces que ha recorrido los cielos en estos días de calor: las famosas Perseidas —en honor al héroe griego Perseo, quien libró a los hombres de la malvada Medusa—, también llamadas 'lágrimas de San Lorenzo', un espectáculo maravilloso para disfrutar en zonas con poca contaminación lumínica de la majestuosidad de la Vía Láctea y alrededores (sobre estas líneas).
Por otro lado, las superlunas nos han dejado con la boca abierta y se han fundido con los edificios más emblemáticos de algunas de las ciudades más bellas del mundo.
Si sobre San Sebastián se posó una luna roja que dejó sin aliento a quienes se hallaban por La Concha, la superluna azul, la primera de 2024, se vio en ciudades como Nueva York, donde se 'enredó' nada más y nada menos que con la Estatua de la Libertad; recorriendo el mítico Golden Gate, de San Francisco, o posándose en el Bósforo, en la histórica ciudad de Estambul. El fenómeno de las superlunas se da cuando la luna llena ocurre durante el perigeo, es decir, en el punto de su órbita más cercano a la Tierra.