Cuando llegó al mundo, el 26 de julio de 2006 en el Baptist Hospital de Jacksonville (Florida), Ruth Iglesias volvió a llenar de felicidad el hogar de Ronna Keitt. Apenas unos meses antes, en vísperas de Navidad, había fallecido su padre, el doctor Iglesias Puga; y su muerte había dejado un gran vacío. "Desde que murió no he conseguido dormir una sola noche seguida", nos confesaba Ronna tras dar el último adiós a su marido.
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Ruth era la hija con la que tanto soñó el padre de Julio Iglesias. Nunca llegó a saber que esperaba una niña. Se fue antes de enterarse de la noticia -"¡Hubiera dado todo lo del mundo porque pudiera haber visto a su hija!"-. Sin embargo, nos contaba Ronna que, pese a lo difícil que era su situación, en ningún momento se sintió sola porque "mi marido estaba allí, con nosotros, en espíritu. Él estaba a mi lado, de alguna manera, porque era su hija la que estaba naciendo".
Con el corazón partido, entre la alegría por tener en brazos a su bebé y la tristeza por la ausencia del doctor, presentaba en las páginas de ¡HOLA! a la pequeña Ruth, que hace unos días cumplía 18 años.
"¡Tantas cosas les contaré!"
Aunque el doctor Iglesias quería que la pequeña se llamase como su madre, Ronna tenía claro que, en eso, no haría caso a su marido: "A mí no me gustaba. Escogí Ruth porque es el nombre de mi madre y me gusta mucho". Además, la exmodelo nos decía que la bebé guardaba cierto parecido a ella: "Veo en ella a mi madre cuando era pequeña".
La bebé se portaba maravillosamente –"es una niña muy tranquila", añadía-, y su hermano, Jaime, que tan sólo tenía dos años entonces, "la tocaba con mucho cuidado y mucho cariño".
Los primeros en enterarse de la noticia del nacimiento fueron Julio Iglesias y su mujer, Miranda, que estuvieron muy pendientes de ella.
En la casa de Jacksonville, la ciudad de la que se ‘enamoró’ el doctor Iglesias y que escogió como su hogar, todo seguía recordando al médico. Y Ronna seguía soñando con él: "Para mí es bonito soñar con mi marido. Merece la pena porque, en cierta manera, me siento reconfortada".
El momento más duro, sin embargo, llegó al entrar en esa vivienda que un día compartieron, con Jaime y Ruth en brazos. Fue cuando "más eché de menos al doctor porque, cuando Jaime, fue un momento de euforia", entusiasmado, le dijo: "¡Lo conseguimos, Ronna, lo conseguimos!"
Ahora quedaba tan sólo aquel bonito recuerdo. "Físicamente me faltaba, lo sé. Y noté esa falta. Pero yo le hablaba mentalmente. ¡Hubiera dado todo lo del mundo porque pudiera haber visto a su hija! No hay palabras para describir lo que sentí en esos momentos pensando en mi marido".
Ronna ya tenía unas "ganas locas" de que sus hijos crecieran para hablarles de su padre. "¡Tantas cosas les contaré! Cosas que me gustaría decirles ya. Se las contaré para que me entiendan y comprendan de verdad nuestra verdadera historia de amor y cómo era su padre. Por otra parte, estoy convencida de que me pasaré toda la vida repitiéndole, como un latiguillo, a cada uno: 'Es que tu padre hubiera dicho…', 'es que a tu padre le hubiera gustado…', 'es que tu padre decía…"
"Soy padre y madre para mis hijos y, desde luego, no es fácil"
En posteriores entrevistas, Ronna nos iba deslizando detalles de cómo era su vida junto a sus dos hijos. "Soy padre y madre para mis hijos, y, desde luego, no es fácil". "Me dedico cien por cien a los niños", explicaba.
Nos presentaba a la pequeña Ruth como una niña "muy femenina y muy alegre". "Se parece un poco, físicamente, a su padre, aunque también tiene mucho mío. ¡Y su genio! También es rápida, tiene reflejos, pero, definitivamente, es muy generosa. En eso es igual que su padre".
Según su madre, era más abierta que su hermano -"aunque a veces también es algo tímida"-, y estaba muy unida a él: "se llevan muy bien entre ellos. Como es típico, a veces discuten, pero la verdad es que pasan mucho tiempo juntos. Jaime protege mucho a Ruth y Ruth, a su manera, ejerce de 'madre".
Coqueta –hizo un curso de modelo y fue Miss Florida Princess con sólo seis años- y buena estudiante -habla inglés y español-, algunas de sus grandes pasiones eran el deporte -como contamos, en ¡HOLA!, se ha convertido en una experta en artes marciales- y el arte –de pequeña, le "dio por cantar", nos revelaba su madre, entre risas-. Pero, lo que más destacaba de ella eran su generosidad y fidelidad "a sus amigas y a su familia".
Una historia de amor película
La historia de amor del doctor Iglesias y Ronna fue una de las más bellas, a la vez que sorprendentes, historias de amor jamás contadas. Fue un flechazo -el médico se enamoró de ella en una terraza del Paseo de la Habana, a finales de los ochenta- y, entre ellos, había 48 años de diferencia; pero pudieron con cualquier obstáculo. Como ella misma nos explicó en diferentes ocasiones, "me hizo muy feliz".
"Vistas así las cosas, claro que es un tema de película por lo insólito. Al menos, yo no he conocido nunca un caso como el nuestro. Pero lo verdaderamente importante es que la nuestra ha sido una historia muy bonita. Yo me siento muy afortunada por haber podido vivir la historia de amor que he vivido. Y tengo la seguridad de que hubo un señor, un hombre que me quiso con locura. Es de eso de lo que estoy orgullosa. Me he sentido enormemente querida por mi marido. Y quiero añadir que, por supuesto, también yo quise al doctor con locura. Creo que supe corresponderle", nos detallaba.
La pareja se casó en secreto, y no fue al cabo de más de un año del ‘sí, quiero’ cuando se hizo público, en junio de 2002, tras el fallecimiento en Miami de Charo de la Cueva, primera mujer del doctor, en señal de respeto hacia ella.
Ronna nos aclaraba que fue él "quien quiso casarse conmigo para que yo estuviera protegida en un futuro, cuando él ya no viviera. Me decía una y otra vez: '¿Cuándo nos casamos?'. Puedo decir que yo jamás le presioné en ese sentido. Ni me adelanté. Y debo decir que, en el fondo, estaba encantada de que nos convirtiéramos en marido y mujer. Pero, por ejemplo, jamás le hubiera puesto en el disparadero de decirle: 'O te casas conmigo o te dejo'. Jamás. Mi postura era un poco la expresada pro su hijo Julio, cuando decía que acaso no hace falta firmar un papel para sentirse casados. Es bueno, eso sí; es lo normal, pero no es algo esencial. Pero para mí, lo más importante en nuestro caso fue que mi marido, demostrando una vez más que era más listo y tenía más visión que yo, sentía la necesidad de dar ese paso para mi seguridad. El doctor, aunque decía y repetía que no se iba a morir nunca, en el fondo estaba muy preocupado por mí, mucho más joven que él, y por mi futuro".