Un artista es artista siempre. No a título parcial. Ni por horas. O con horario como el que trabaja en una oficina de 8 a 15 o el que tiene 20 minutos para comer. Por eso, era un secreto, pero un secreto a voces. La sorpresa muy pero que muy mal se nos tenía que dar para que, al final, no saltara. Aunque no por ello dejaba ser ni más espectacular ni que nos generara más ansiedad… De hecho, era uno de los momentos más esperados y celebrados de la fiesta. Una fiesta que, de por sí, prometía ser una concatenación de apoteosis que se sucedían como los platos de un menú de un restaurante con Estrella Michelin: uno detrás de otro y, a cada cual, mejor. Hablamos de la boda de David Summers y Christine Cambeiro. Hablamos de su fiesta tras su 'sí, quiero'. Hablamos del concierto privado de 'Hombres G'. Y, por supuesto, hablamos de la declaración de amor cantada del líder de la banda mítica de los 80 a la mujer de su vida.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Se lo preguntábamos en la entrevista previa, cuando David y Christine, a mediados del mes de junio nos contaban en exclusiva que se casaban, nos relataban su cinematográfica historia de amor, y nos adelantaban algunos detalles de cómo sería el enlace. Porque era obligado, obvio. Que si se resistiría David a no subirse al escenario cuando la música iba a ser el leit motiv de toda la velada. Que si una orquesta de Jazz; que si unos platos y una mesa de mezclas al más puro estilo Ibiza; que si flamenquito; que si reggae… ¿De verdad que los cuatro de la Esquina del Rowlands se iban a quedar de brazos cruzados? ¿Que no sentirían una atracción irremediable por subirse a las tablas y coger micros y aporrear guitarras? Efectivamente, eso no podía ocurrir y, como las sirenas a Ulises y su troupe, los instrumentos obraron la magia.
Se obró en todos los sentidos de hecho, porque el concierto de 'Hombres G' no solo levantó a los invitados de sus asientos y los arremolinó como groupies de concierto a los pies del escenario, sino que provocó uno de los momentos más emocionantes y emotivos de la noche: la expresión más bonita de amor.
Los 'Hombres G' abrían su mini recital privado con Voy a pasármelo bien y Christine desaparecía entre bambalinas, o sea, a su vestidor y mientras todos perdíamos el conocimiento con ese grito de guerra tan legendario y tan premonitorio para lo que quedaba de fiesta, que era mucho. Muy pocos minutos después, la neoyorkina reaparecía con un nuevo vestido, también blanco, pero corto, desenfadado, y con sus hombros al descubierto. David cambiaba entonces de tercio y, con la voz casi rota por la emoción, le cantó Te quiero mientras que, a su chica, como en un espejo, se le saltaban las lágrimas. Y el clímax no cesó ahí. Todo lo contrario, subió en decibelios y en pistón. La banda, convertido en cinco porque Dani Summers se sumaba con su guitarra, se arrancaba con el tema que llevó a Christine a verlos actuar en Manhattan y lo demás, ya todo es leyenda: Devuélveme a mi chica.